CRONOLOGÍA MAHLERIANA
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Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
Esta noche precisamente estamos viendo el Don Giovanni de Losey; no voy a descubrir nada a estas alturas, pero que inspiración, que derroche de genialidad, que humor, cuanta belleza que nunca cansa.
¿Pero en el DG de Losey se ve todo eso?.... yo debo tener una copia antiquísima....
Robertino Bergamasco- Cantidad de envíos : 4479
Fecha de inscripción : 14/07/2009
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
DVD ¿querrás decir? Ya sueñas con el sello amarillo... así empezó DG, digo de DR.Robertino Bergamasco escribió:¿Pero en el DG de Losey se ve todo eso?.... yo debo tener una copia antiquísima....
Psanquin- administrador
- Cantidad de envíos : 8413
Fecha de inscripción : 16/03/2008
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
3 de septiembre: Este sábado a mediodía parte Gustav para Munich. Alma le acompañó a la estación, la primera vez que lo hacía en muchos años. Era un día ventoso y el sombrero de Alma salió volando por los aires sin que ésta pudiese recuperarlo. Por encima Alma advirtió que sus calcetines tenían una carrera y su vestido estaba mal planchado. Buscó una esquina apartada de la estación donde esconderse.
Mahler para entretenerse en el viaje e intentar animarse escribe un poema sobre estos incidentes:
Mi amor se sienta a mi lado –me llena de orgullo
viajar a la ciudad con mi mujer a mi lado!
¡El sol brilla sobre nosotros hermoso!
Mi corazón resplandece con una dulce cancioncilla.
Nuestro viaje está finalizando cuando algo lo perturba:
Una cara enrojece tímidamente, una mueca la altera.
¡Su cabello ha perdido su protección, vuela, se desordena!
Los lacayos se ríen y mi dulce amor se confunde.
Nuevas calamidades siguen, la confusión no cesa:
Sus calcetines están manchados, su falda llena de grietas.
Sus ojos centellean ahora, la cascada se desata.
Cuanto mayor es su angustia; más se sonroja.
¿Qué hacer? Desapecer en el más remoto departamento,
donde los oficiales nos protejan de los ladrones y de los bombardeos.
Viene un mozo y pregunta ¿Esto qué busca es de madam?
Los viandantes se ríen y se mofan.
Más maldito de los sombreros, por esto te maldigo:
Un caminante lo encontró pero temía dártelo.
Aunque curtido, con estas escenas preferiría no lidiar
si no fuese por el anillo que en el dedo llevo.
No hay duda que la amo con alegría y entusiasmo,
pero en el futuro haré sólo el camino a la estación.
El poema se completa con este texto:
Mi amada,
Llegaré en media hora así que te deso ya las buenas noches. El tren es una batidora. Pero aunque mis pensamientos estén meneados desde la cabeza a los piés, hay un pensar que predomina de forma constante; ¡En ti mi amada! Buenas noches mi Almschili. ¿Tienes pensado algún regalo para mi? ¿Y qué piensas? Tuyo
Gustav
Saludos para la más querida de las mamás, la tuya.
No sólo este poema. Mahler envió un telegrama desde Innsbruck haciendo referencia en clave de humor a la embarazosa situación:
TRAS TREMENDA CATÁSTROFE AFRONTO EL DESTINO CON HUMANA RESOLUCIÓN PASADO EL VIAJE EN EL RESTAURANTE CON CALMA FILOSÓFICA CARIÑOSAMENTE GUSTAV
Alma desde luego no se tomó precisamente con humor las chanzas de Gustav; las cartas posteriores lo delatarían.
Inmediatamente después de partir Gustav, Alma escribe una carta a Gropius justificándose por apenas haber tenido tiempo libre para escribir:
¡Al fin estoy sola! Gustav marchó hoy, a la una, en el tren para Munich. Todo el tiempo (sólo estuvo fuera dos o tres días) estuvo constantemente detrás de mi. A la noche las puertas de nuestras habitaciones estaban abiertas; de tal forma que incluso de noche no podía escribirte.
Gustav está loco –todavía- y me temo que seguirá así. Cuando lo conducía a la estación al pasar bajo unos jóvenes abedules casi se me echó a llorar y me dijo que había estado muy asustado de quedarse solo y que yo partiese con otro. Confiaba con que el tiempo difuminase tu recuerdo. ¡¿Qué período de tiempo podría ocasionar eso?! Él sabe que sin mi no puede vivir. Yo sé que le respetaré y protegeré –pero sólo te amo a ti ¿Cómo podemos salir de esta?
Ese mismo día y a raíz de una carta de Gropius Alma valora con su madre la posibilidad de encontrarse con Gropius. Esta es su segunda misiva del día:
Mi Walter; he puesto tu carta en la cama de mi madre. Más tarde –después de haberte escrito- volví con ella –estaba meditando. Tu carta le conmovió enormemente; está llena de amor hacia ti. Munich está inundado de amistades. Tendré que estar siempre con G. Incluso un discreto encuentro entre nosotros parace fuera de lugar. Así que ella tiene la idea de ¡tras Munich, Viena! En Viena yo soy libre. Tendrán que hacerme allí un traje de noche así que tendré la excusa que necesito… estarás allí unos pocos días –nadie debe verte –iré a verte todas las tardes.
Este encuentro en Viena tendría lugar pero más tarde de lo previsto por Alma. Gropius si estaría finalmente en Munich.
En su carta Alma le dice a Gropius que saldrá para Munich el martes 6 a las 12.00 am; al día siguiente fingiría encontrarse mal para así quedar con Gropius durante el ensayo de Mahler.
Por su parte Mahler nada más llegar a Munich envía una última carta redactada en el tren. En ella comenta un artículo de Hermann Bahr que la había agradado especialmente.
¡Buenos días mi amada!
Encontré de casualidad el artículo que adjunto. Me ha sorprendido tanto que lo he recortado para que lo leas al desayuno.
En mi estado actual, mire a donde mire encuentro respuestas a mi cuestión fundamental.
Pero es curioso Bahr, entre todo el mundo, tuviese que enseñarme algo. Me recuerda a Pyhtia: una mujer alocada que se sienta entre nubes de vapor mientras expresa absurdos que los hombres sabios interpretan como perlas de sabiduría.
¡Oh, mi niña, mi dulcísima niña! ¡Cuánto te deseo!
Este ensayo de Bahr publicado en el Neue freie Presse se titula Unser Goethe y elabora el tema de lo transitorio en la obra de un artista frente a la perpetuidad de su existencia; la idea de que el carácter del artista, de la persona es más recordado que sus obras maestras. Un punto discutible y probablemente sólo aplicable al caso concreto de Goethe. Curiosamente Bahr cita el caso de un joven conocido que deshechó la idea del suicidio escuchando una grabación del gramófono. Un ejemplo de las posibilidades que abrirán las nuevas tecnologías.
Mahler para entretenerse en el viaje e intentar animarse escribe un poema sobre estos incidentes:
Mi amor se sienta a mi lado –me llena de orgullo
viajar a la ciudad con mi mujer a mi lado!
¡El sol brilla sobre nosotros hermoso!
Mi corazón resplandece con una dulce cancioncilla.
Nuestro viaje está finalizando cuando algo lo perturba:
Una cara enrojece tímidamente, una mueca la altera.
¡Su cabello ha perdido su protección, vuela, se desordena!
Los lacayos se ríen y mi dulce amor se confunde.
Nuevas calamidades siguen, la confusión no cesa:
Sus calcetines están manchados, su falda llena de grietas.
Sus ojos centellean ahora, la cascada se desata.
Cuanto mayor es su angustia; más se sonroja.
¿Qué hacer? Desapecer en el más remoto departamento,
donde los oficiales nos protejan de los ladrones y de los bombardeos.
Viene un mozo y pregunta ¿Esto qué busca es de madam?
Los viandantes se ríen y se mofan.
Más maldito de los sombreros, por esto te maldigo:
Un caminante lo encontró pero temía dártelo.
Aunque curtido, con estas escenas preferiría no lidiar
si no fuese por el anillo que en el dedo llevo.
No hay duda que la amo con alegría y entusiasmo,
pero en el futuro haré sólo el camino a la estación.
El poema se completa con este texto:
Mi amada,
Llegaré en media hora así que te deso ya las buenas noches. El tren es una batidora. Pero aunque mis pensamientos estén meneados desde la cabeza a los piés, hay un pensar que predomina de forma constante; ¡En ti mi amada! Buenas noches mi Almschili. ¿Tienes pensado algún regalo para mi? ¿Y qué piensas? Tuyo
Gustav
Saludos para la más querida de las mamás, la tuya.
No sólo este poema. Mahler envió un telegrama desde Innsbruck haciendo referencia en clave de humor a la embarazosa situación:
TRAS TREMENDA CATÁSTROFE AFRONTO EL DESTINO CON HUMANA RESOLUCIÓN PASADO EL VIAJE EN EL RESTAURANTE CON CALMA FILOSÓFICA CARIÑOSAMENTE GUSTAV
Alma desde luego no se tomó precisamente con humor las chanzas de Gustav; las cartas posteriores lo delatarían.
Inmediatamente después de partir Gustav, Alma escribe una carta a Gropius justificándose por apenas haber tenido tiempo libre para escribir:
¡Al fin estoy sola! Gustav marchó hoy, a la una, en el tren para Munich. Todo el tiempo (sólo estuvo fuera dos o tres días) estuvo constantemente detrás de mi. A la noche las puertas de nuestras habitaciones estaban abiertas; de tal forma que incluso de noche no podía escribirte.
Gustav está loco –todavía- y me temo que seguirá así. Cuando lo conducía a la estación al pasar bajo unos jóvenes abedules casi se me echó a llorar y me dijo que había estado muy asustado de quedarse solo y que yo partiese con otro. Confiaba con que el tiempo difuminase tu recuerdo. ¡¿Qué período de tiempo podría ocasionar eso?! Él sabe que sin mi no puede vivir. Yo sé que le respetaré y protegeré –pero sólo te amo a ti ¿Cómo podemos salir de esta?
Ese mismo día y a raíz de una carta de Gropius Alma valora con su madre la posibilidad de encontrarse con Gropius. Esta es su segunda misiva del día:
Mi Walter; he puesto tu carta en la cama de mi madre. Más tarde –después de haberte escrito- volví con ella –estaba meditando. Tu carta le conmovió enormemente; está llena de amor hacia ti. Munich está inundado de amistades. Tendré que estar siempre con G. Incluso un discreto encuentro entre nosotros parace fuera de lugar. Así que ella tiene la idea de ¡tras Munich, Viena! En Viena yo soy libre. Tendrán que hacerme allí un traje de noche así que tendré la excusa que necesito… estarás allí unos pocos días –nadie debe verte –iré a verte todas las tardes.
Este encuentro en Viena tendría lugar pero más tarde de lo previsto por Alma. Gropius si estaría finalmente en Munich.
En su carta Alma le dice a Gropius que saldrá para Munich el martes 6 a las 12.00 am; al día siguiente fingiría encontrarse mal para así quedar con Gropius durante el ensayo de Mahler.
Por su parte Mahler nada más llegar a Munich envía una última carta redactada en el tren. En ella comenta un artículo de Hermann Bahr que la había agradado especialmente.
¡Buenos días mi amada!
Encontré de casualidad el artículo que adjunto. Me ha sorprendido tanto que lo he recortado para que lo leas al desayuno.
En mi estado actual, mire a donde mire encuentro respuestas a mi cuestión fundamental.
Pero es curioso Bahr, entre todo el mundo, tuviese que enseñarme algo. Me recuerda a Pyhtia: una mujer alocada que se sienta entre nubes de vapor mientras expresa absurdos que los hombres sabios interpretan como perlas de sabiduría.
¡Oh, mi niña, mi dulcísima niña! ¡Cuánto te deseo!
Este ensayo de Bahr publicado en el Neue freie Presse se titula Unser Goethe y elabora el tema de lo transitorio en la obra de un artista frente a la perpetuidad de su existencia; la idea de que el carácter del artista, de la persona es más recordado que sus obras maestras. Un punto discutible y probablemente sólo aplicable al caso concreto de Goethe. Curiosamente Bahr cita el caso de un joven conocido que deshechó la idea del suicidio escuchando una grabación del gramófono. Un ejemplo de las posibilidades que abrirán las nuevas tecnologías.
Psanquin- administrador
- Cantidad de envíos : 8413
Fecha de inscripción : 16/03/2008
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
Efectivamente, otro paralelismo entre Mozart y Mahler: los dos eran niños en un cuerpo de adulto. Quizás por eso consiguen llegar a tales niveles de ingenio!!!
gustavo- Cantidad de envíos : 3368
Fecha de inscripción : 10/11/2009
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
DVD ¿querrás decir? Ya sueñas con el sello amarillo... así empezó DG, digo de DR
Para nada, para nada. En ningún momento quise decir DVD, con DG, quise decir Don Giovanni
Robertino Bergamasco- Cantidad de envíos : 4479
Fecha de inscripción : 14/07/2009
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
gustavo escribió:Pues a mí Brahms.............................. también me gusta! Claro que, en comparación, me quedo con Dvorak! Jejejejejejejejejejeje!!!
Lo hacéis aposta para retorcerme las tripas, otra vez no por favor, os lo ruego. Os recuerdo el resultado (Brahms vs Dvorak) del divertido Juego Veraniego, en el cual participamos todos los que en este foro (mahleriano) escribimos:
Brahms: 51
Dvorak: 7
Creo que todos lo sabemos, no hace falta recordarlo, pero por si las dudas:
Sinfonías compuestas:
Brahms: 4
Dvorak: 9
Los resultados parecen claros y contundentes. Aun así, yo también aprecio a Dvorak
Solo no, Robertino, solo no, casi soloRobertino Bergamasco escribió:¡¡Eso!! A mi Brahms que no me lo toque nadie, que como me tenga que poner a repartir yoyas, me quedo sólo...
Un día de estos escribiré en el hilo No solo Mahler sobre una de las tantas obras de Strauss que han sido sistemáticamente infravaloradas, y una versión en particular que me ha impactado, como bien dice Eugenio Trías: “La exclusión sistemática de Richard Strauss de la música del siglo XX constituye una de las barbaridades mayores de la historiografía de la música”.
Viene Strauss, viene Strauss, mahlerianos temblad ¡¡¡que viene el coco!!!
Moreno- Cantidad de envíos : 1407
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
Pues hala, que venga Strauss!!! No tengo el menor temor......
En serio, Moreno, sí que es una aberración esa exclusión pero francamente yo no lo había notado! Quizás en los últimos años hay una bajada en la programación de obras de Richard en los conciertos, pero puede que sea una reacción pendular a los tiempos en que su música estaba hasta en la sopa. Sí, de acuerdo, con Mahler va a pasar lo mismo a partir del 2012........
En serio, Moreno, sí que es una aberración esa exclusión pero francamente yo no lo había notado! Quizás en los últimos años hay una bajada en la programación de obras de Richard en los conciertos, pero puede que sea una reacción pendular a los tiempos en que su música estaba hasta en la sopa. Sí, de acuerdo, con Mahler va a pasar lo mismo a partir del 2012........
gustavo- Cantidad de envíos : 3368
Fecha de inscripción : 10/11/2009
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
Robertino Bergamasco escribió:DVD ¿querrás decir? Ya sueñas con el sello amarillo... así empezó DG, digo de DR
Para nada, para nada. En ningún momento quise decir DVD, con DG, quise decir Don Giovanni
OIC
Moreno; me he prometido no hablar más sobre J.B. Ya dijo bastante Hugo Wolf
Ahora, sobre Strauss será un placer leerte en el hilo NSM (le estoy cogiendo gusto a las abrievaturas) pero ya te aviso, tengo un aliado todavía más célebre que Wolf.
Espero que tengasmás apoyos que Trías ¿Es el mismo que descubrió que Mahler citaba la Habanera de Iradier en el Ah, mensch de la Tercera ?
¿Laobra de Strauss? No será la Leyenda de José? Ni el mismísimo Sinopoli hizo nada bueno de ella.
Psanquin- administrador
- Cantidad de envíos : 8413
Fecha de inscripción : 16/03/2008
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
Hugo Wolf Hugo Wolf...Moreno; me he prometido no hablar más sobre J.B. Ya dijo bastante Hugo Wolf
¿Laobra de Strauss? No será la Leyenda de José?
Moreno- Cantidad de envíos : 1407
Fecha de inscripción : 21/02/2009
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
Ni el mismísimo Sinopoli hizo nada bueno de ella.
¡¡Pues menudo descubrimiento!!... lo raro es que Sinopoli hubiera hecho algo bueno, con algo, alguna vez en su vida Espero que tengas más apoyos ( ) que el ínclito Peppino para desprestigiar de RS.
Robertino Bergamasco- Cantidad de envíos : 4479
Fecha de inscripción : 14/07/2009
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
En NSM nos vemos las caras y nos resuelves esa gran duda existencial Moreno. Aun puedo volverme Straussiano
Psanquin- administrador
- Cantidad de envíos : 8413
Fecha de inscripción : 16/03/2008
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
4 de septiembre:
El domingo por la mañana Mahler escribe nuevamente a Alma:
Bien, ¡mi querida Alma! He terminado las rutinas (sueño, desayuno, etc.) y ahora empiezo con algo más placentero: traducir mis pensamientos –que revolotean de forma incesante alrededor de tus queridos rubios tirabuzones- a palabras. Pero esto ha de ser algo más que la redacción de un escolar enamorado. Me centraré y expondré mis pensamientos con orden. Porque eso es siempre lo que te pido a ti, que me hagas una crónica detallada de tu día a día; cada estornudo y cada sándwich de jamón me interesan.
El viaje fue muy tedioso desde que envié mi carta express y el telegrama de Innsbruck. Hasta entonces, como un gallo enamorado era ciego y sordo al mundo exterior. Pero más tarde me di cuenta de que llevaba mucho tiempo sentado así que estiré las piernas.
Me recibió Gutmann tan agradable y atento como siempre. Me dice que el primer concierto ya está todo vendido. En el hotel encontré la partitura pianística de la Octava esperando por mi con la dedicatoria; espero que Hertzka haya tenido el sentido de enviar un ejemplar a Toblach. Fue una sensación extraña y excitante ver tu dulce y querido nombre escrito en la portada para que todo el mundo lo lea como una alegre confesión ¡Qué feliz hubiese sido si lo hubiese grabado en todas mis partituras vocales! Pero eso sería mas propio de un escolar. Y yo quiero que la gente lo tome seriamente, por su significado profundo más que como una extravagancia de un enamorado ¿No te suena todo esto como una propuesta de matrimonio?
Desafortunadamente no dormí muy bien –sólo cuatro horas- y todo el rato estuve pensando en tu cama perfumada y cuan tristemente echaba de menos el reconfortante sonido de tu respiración que ilumina mi vida. Incluso te escuchaba llamándome Gustav y saltaba a tu lecho tan feliz…
Hoy mi garganta está inflamada y dolorosa, pero me cuidaré porque cuando vuelva con mi señora y salvadora quiero sentirme fresco y saludable. Almschili, todas estas palabras parecen tan superfluas: sólo dos serían suficientes y podría escribirlas y decirlas y cantarlas una y otra vez. Mi amor, ojalá pudiese cada tarde de domingo compartir media hora contigo estos pensamientos, ¡este sentimiento de luz y de tristeza que llena totalmente mis días y mis noches con suspiros!
Fue una alegría cuando desperté (4.30) y la primera cosa que vi fue el brillo de tu anillo –lo besé, fue mi alegría y consuelo como ha sido a lo largo de todos estos días solitarios. Sabes, si hubiera sido tu regalo nada me hubiese hecho más ilusión. La posibilidad de llevar un anillo que has llevado en tu propio dedo significa tanto para mi. Almschili ¿has sobrevivido al incidente en la estación?
Gutmann me recojerá a las diez ya que le gustaría oir el final de la Sinfonía Coral. Probablemente me salte ese concierto y me vaya directamente a la cama a las nueve. Mis ensayos empiezan mañana ¡si al menos tuviese algiunas noticias tuyas!
Mis mas cariñosos saludos. Mi amada, sueño con una palabra de amor tuya.
Tu Gustav
PD Mira al suplemento ¡Un detalle construir una nueva carretera para nosotros!
Ese mismo día envía Mahler una nueva breve carta:
Queridísima,
Adjunto una carta dirigida a ti que he abierto por error. Hay una buena cantidad de correo pero nada de mi Almscherl.
Me pongo muy triste.
Alma debió malentender el telegrama desde Innsbruck tomándolo al pié de la letra. Mahler le escribe un nuevo telegrama tranquilizándola:
ERA SÓLO UNA BROMA ESPERO QUE MI CARTA Y TELEGRAMA LO DEJEN CLARO CARIÑOSOS SALUDOS GUSTAV
* * *
Los rumores sobre la sucesión de Weingartner serán una constante hasta finales de octubre. En las quinielas Mahler está presente. Este es un ejemplo del New York Times
El domingo por la mañana Mahler escribe nuevamente a Alma:
Bien, ¡mi querida Alma! He terminado las rutinas (sueño, desayuno, etc.) y ahora empiezo con algo más placentero: traducir mis pensamientos –que revolotean de forma incesante alrededor de tus queridos rubios tirabuzones- a palabras. Pero esto ha de ser algo más que la redacción de un escolar enamorado. Me centraré y expondré mis pensamientos con orden. Porque eso es siempre lo que te pido a ti, que me hagas una crónica detallada de tu día a día; cada estornudo y cada sándwich de jamón me interesan.
El viaje fue muy tedioso desde que envié mi carta express y el telegrama de Innsbruck. Hasta entonces, como un gallo enamorado era ciego y sordo al mundo exterior. Pero más tarde me di cuenta de que llevaba mucho tiempo sentado así que estiré las piernas.
Me recibió Gutmann tan agradable y atento como siempre. Me dice que el primer concierto ya está todo vendido. En el hotel encontré la partitura pianística de la Octava esperando por mi con la dedicatoria; espero que Hertzka haya tenido el sentido de enviar un ejemplar a Toblach. Fue una sensación extraña y excitante ver tu dulce y querido nombre escrito en la portada para que todo el mundo lo lea como una alegre confesión ¡Qué feliz hubiese sido si lo hubiese grabado en todas mis partituras vocales! Pero eso sería mas propio de un escolar. Y yo quiero que la gente lo tome seriamente, por su significado profundo más que como una extravagancia de un enamorado ¿No te suena todo esto como una propuesta de matrimonio?
Desafortunadamente no dormí muy bien –sólo cuatro horas- y todo el rato estuve pensando en tu cama perfumada y cuan tristemente echaba de menos el reconfortante sonido de tu respiración que ilumina mi vida. Incluso te escuchaba llamándome Gustav y saltaba a tu lecho tan feliz…
Hoy mi garganta está inflamada y dolorosa, pero me cuidaré porque cuando vuelva con mi señora y salvadora quiero sentirme fresco y saludable. Almschili, todas estas palabras parecen tan superfluas: sólo dos serían suficientes y podría escribirlas y decirlas y cantarlas una y otra vez. Mi amor, ojalá pudiese cada tarde de domingo compartir media hora contigo estos pensamientos, ¡este sentimiento de luz y de tristeza que llena totalmente mis días y mis noches con suspiros!
Fue una alegría cuando desperté (4.30) y la primera cosa que vi fue el brillo de tu anillo –lo besé, fue mi alegría y consuelo como ha sido a lo largo de todos estos días solitarios. Sabes, si hubiera sido tu regalo nada me hubiese hecho más ilusión. La posibilidad de llevar un anillo que has llevado en tu propio dedo significa tanto para mi. Almschili ¿has sobrevivido al incidente en la estación?
Gutmann me recojerá a las diez ya que le gustaría oir el final de la Sinfonía Coral. Probablemente me salte ese concierto y me vaya directamente a la cama a las nueve. Mis ensayos empiezan mañana ¡si al menos tuviese algiunas noticias tuyas!
Mis mas cariñosos saludos. Mi amada, sueño con una palabra de amor tuya.
Tu Gustav
PD Mira al suplemento ¡Un detalle construir una nueva carretera para nosotros!
Ese mismo día envía Mahler una nueva breve carta:
Queridísima,
Adjunto una carta dirigida a ti que he abierto por error. Hay una buena cantidad de correo pero nada de mi Almscherl.
Me pongo muy triste.
Alma debió malentender el telegrama desde Innsbruck tomándolo al pié de la letra. Mahler le escribe un nuevo telegrama tranquilizándola:
ERA SÓLO UNA BROMA ESPERO QUE MI CARTA Y TELEGRAMA LO DEJEN CLARO CARIÑOSOS SALUDOS GUSTAV
* * *
Los rumores sobre la sucesión de Weingartner serán una constante hasta finales de octubre. En las quinielas Mahler está presente. Este es un ejemplo del New York Times
Última edición por Psanquin el 14/12/2010, 12:47, editado 1 vez
Psanquin- administrador
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Fecha de inscripción : 16/03/2008
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
5 de septiembre: El lunes 5 Mahler iniciaría la serie de largos ensayos; siete días, la mayoría de ellos con sesiones dobles de mañana y tarde. Este lunes los ensayos serían exclusivamente con orquesta en la Festhalle, el escenario del concierto; en sesión de mañana a las 9.30 y de tarde a las 16.00. La orquesta estaba constituida por músicos de la Konzerverein y de la Tonkünstler, la orquesta dirigida por el mahleriano español José Lassalle. Hasta el sábado 10 no habría un ensayo completo con todos los intérpretes. El último tendría lugar el domingo 11, víspera del primer concierto.
A pesar del exigente horario de ensayos Mahler se las arregla para escribir un sinfín de misivas pues eran las últimas cartas que ella podría leer en Toblach antes de partir. Son cartas que destilan una pasión desbordante, más propias de un adolescente obsesionado con su enamorada que de un hombre maduro, pero los acontecimientos del verano habían abocado a Mahler a este estado de regresión. Triste verlo en una posición tal vulnerable y sumisa ante una mujer dominante que precisamente respetaba lo contrario: la fuerza y la determinación.
A pesar de las réplicas de Alma a Gustav a todas luces tranquilizadoras para él, su mente sin duda mucho más volcada con el inminente encuentro clandestino con Gropius en Munich.
Es importante recordar que estas cartas escritas por Mahler este 5 de septiembre serían las últimas escritas a su mujer ¿Quién iba a imaginarlo?
En la primera de las cartas intenta calmar a Alma a quien sin duda las bromas de Mahler sobre el incidente en la estación de Toblach no le hicieron ninguna gracia. También le narra la inflamación de garganta que sufrió el día anterior, por suerte superada ese mismo día.
¡Pero Almschilitzilitzilitzili!
¿Qué demonios leíste en ese maldito telegrama? ¿Cómo no te diste cuenta de que era una broma? ¿Cómo piensas que precisamente yo podría haber escrito esas tonterías en serio? Has hecho una montaña de un granito de arena así que por favor derrúmbala ahora mismo.
Deja que te cuente sobre mi día de ayer: Sólo imagínate: Cuando me registré en el hotel sentía febrícula, pero a la mañana siguiente (mientras te escribía de hecho) empeoré. Me asusté, me metí directamente en la cama y pedí un médico (sobre todo pensando en la semana venidera). Su examen reveló que tenía la garganta inflamada con su parte derecha recubierta de un manto de blanquecino pus. Fue una conmoción; al momento pedí que me envolviesen en mantas para ponerme a sudar. El médico no quiso tomar muestras de la garganta; sólo prescribió un poderoso desinfectante el cual hubiese funcionado de maravilla contigo también: media tableta cada media hora (sólo lleva usándose un año en Alemania). Tuve que movilizar a todo el equipo del hotel para tener las sábanas a punto; al mismo tiempo hice llamar a Gutmann y le dije que necesitaría una enfermera. Durante tres horas yací en la cama, sudando profusamente ¡Varias veces Gutmann tuvo que enjuagar mi rostro con una toalla!
¡Oh, con cuanta fuerza esperaba una señal de vida de mi salvadora! Pero nada llegó hasta que finalmente recibí tu “patidifuso” telegrama que me hacía tirarme de los pelos por haber molestado tan innecesariamente a mi querida Almschili. Finalmente a la tarde llegó el segundo telegrama que no me dejó claro como se sentía mi amada. Gutmann tuvo que marchar para atender sus negocios con lo que pasé la tarde en el más abyecto estado y horriblemente solo. Cuando el doctor volvió a la noche observó una ligera mejoría. Pasé la noche tranquilamente y cuando desperté hoy la fiebre había desaparecido. Comí un saludable desayuno y me encontré en mucha mejor forma con lo que el médico dio su permiso para el ensayo. No te preocupes mi Almscherl, tendré el máximo cuidado con mi persona y para el día de tu venida estaré perfectamente bien. Pero todavía no tengo ninguna carta de ti lo cual acrecienta mi ansiedad. Sin la vista de tus queridos ojos y el sonido de tu dulce voz la vida no me merece la pena. Evidentemente tú no me necesitas en absoluto pues de otra forma hubieses escrito. Una cosa es leer un mensaje escrito por una joven en telégrafos y otra bien distinta ver uno escrito de tu propia mano.
Por otra parte; he descubierto algo bien extraño. Tú sabes, siempre que estaba de viaje solía sentarme a mi mesa pensando en ti, tal como ahora y con la misma sensación de nostalgia. Freud tiene razón: esta enorme dependencia de ti siempre ha estado latente en mi, siempre has sido mi luz y el centro de mi universo. Sin duda la luz interior que brilla sobre todos nosotros y la consciencia de santidad -no más disminuida por inhibiciones- realza estas sensaciones hasta el infinito. Pero que tormenta y que dolor que tú no puedas responderme. Pero tal como el amor engendra amor la fidelidad siempre vence a través de la fidelidad. Tal como Eros es el amo de los hombres y de los dioses, yo también venceré en mi reconquista de lo que era mío, en recuperar el corazón que en su día latía para mi y que sin duda sólo se puede unir al mío en su viaje hacia Dios y hacia la serenidad.
Queridísima, tuve que interrumpir mi escritura por cinco minutos. Fried acaba de llegar y está sentado aquí ahora. Pero no te preocupes, estoy siendo agradable con él. Él es muy bien intencionado y en los ensayos me será de un gran servicio. He recibido el envío express de Carl. Así, querida Almschili, no necesitas preocuparte por mi. Como Endymion y otras personalidades de la “edad de la opulencia” frecuentaré los restaurantes y los clubs nocturnos, incluso en las estaciones de ferrocarril. Y ninguna “trágica catástrofe” me obligará a adoptar una “compostura masculina” o una “serenidad filosófica” Gutmann acaba de llegar con el comité de recepción y la habitación está llena de gente.
Y ahora adiós, aliento de mi vida ¡Si la gente se diese cuenta de cuanto significa esto para mi!
Saludos a nuestra querida Mama. Tú Gustav.
A las 4.30 pm Gustav envía un telegrama a Alma:
ACABO RECIBIR TUS DOS QUERIDAS CARTAS ME HACEN FELIZ Y LLENAN MI DÍA CON UN RAYO DE SOL CARIÑOSÍSIMAS GRACIAS A MI QUERIDÍSIMA TU GUSTAV
Y al poco tiempo una nueva carta en respuesta a las cartas citadas:
Amada, locamente mi amada Almschili,
Creeme estoy muerto de amor por ti. He dejado de vivir desde la una del sábado. Gracias a dios que tus dos queridas cartas acaban de llegar. Ahora puedo respirar de nuevo. Durante una media hora estuve en el séptimo cielo ¡pero no puedo resistir más! Si estamos separados una semana más será mi muerte. Tus dos cartas fueron tan dulces; tan deliciosas. Me dijeron algo que nunca me habías dicho antes. Repite esas palabras a menudo y renovaré mi fe en ellas una y otra vez.
Hoy fue el primer ensayo. Fue todo bien y mi “corpus” se sostuvo valientemente. Cada vez que nos parábamos me giraba e instintivamente intentaba imaginar que maravilloso hubiese sido si mi diosa estuviese sentada en las butacas donde podría perfectamente captar el rostro de su dulce cara. En ese momento entendería el sentido de mi vida y la causa de todos mis esfuerzos.
La carta adjunta acaba de llegar. Te la reenvío para tu curiosidad ¡Qué imbéciles son! ¡Cómo si tuviese tiempo de responder a todos sus cuestionarios! Ni soñarlo. Estoy tan inundado de nueva burocracia que creo que esto va a ir directamente a la papelera ¿Por qué estos idiotas llegaron tan pronto a Munich?
Ayer a la tarde, antes de que cayera sudando, llegó el viejo Hirth. El pobre diablo está terriblemente viejo y esquelético. Parece haber abandonado su pose juvenil, de hecho cuando se sienta tiene un aspecto tan lastimoso que asusta. Murmuré algo acerca de una enfermedad virulenta con lo que se puso pálido y al poco había marchado. Así recuperé la paz y la tranquilidad y mis pensamientos volvieron a la luz de mi vida. Y eso es todo lo que necesito en este momento. Si tú no puedes estar aquí tengo al menos que pensar en ti y escribirte.
Almschili, si me hubieses abandonado, me hubiera apagado como una vela sin aire ¿Cuándo llegarás, mi corazón? ¿Y cómo vas? Por favor escríbeme y cuéntamelo.
Como tú sabes mi corazón es el de un adolescente, pero un ápice de paterfamilias, marido, o como lo quieras llamar, persiste y esa parte de mi desea noticias de ¡la más querida entre mis queridas! Pero tu carta debería empezar por la cuestión más importante la cual debería llenar un mínimo de tres páginas: que me amas, mi queridísima amada. Después, ya en la página cuatro deberé saber qué te apetece y cómo te sientes. A las cuatro en punto tendré mi segundo ensayo ¡Te deseo! ¡Deseo! ¡Deseo!
Como siempre, tu Gustav.
El tal Hirth citado en la carta es el sinólogo Friedrich Hirth (1845-1927)
Sólo unas horas más tardes el adolescente enamorado vuelve a coger su pluma en lo que es la última carta escrita por Gustav a Alma:
Mi amada,
¡Aquí estoy de nuevo! El ensayo de la tarde está concluido -escena final- y cada nota dedicada a mi amada. Lo encontré tremendamente excitante como si estuviese a tu vera en el lecho nuevamente –como durante aquellos maravillosos años- contándote todo una vez más.
Oh, que maravilloso es el amor. Y sólo ahora sé lo que el amor significa. El dolor pierde su poder y la muerte es el aguijón ¡Cuánta razón tiene Tristán cuando dice: “Soy inmortal por que ¿Cómo podría el amor de Tristán morir?” Pasaré la noche nuevamente con tranquilidad. He recuperado la salud y hasta me puedo tomar una buena comida. Cuando mi amor llegue quiero estar sano como un roble. No puedo pensar en otra cosa que no sea ese momento: ¿Es cierto? ¿Eres mía nuevamente? ¿Puede ser cierto? ¡Al fin! ¡Al fin! Si al menos supiera cuando llegarás. Mañana es martes. Pensaba que era cuando querías llegar.
Acabo de recibir una postal de Gustav Frank diciéndome que está en Munich y que le gustaría verme. Por favor escríbeme y dime si te gustaría dormir en la habitación libre, Gucki contigo, o que otro plan puedes haber ideado. Mira, me gustaría preparar nuestro pequeño nido de amor para cuando tú llegues. El paquete con la ropa de Carl ha llegado ¡Qué hombre tan dispuesto y fiable!
Nuestras habitaciones aquí son muy agradables e increíblemente tranquilas. Es la primera vez que visito Munich y puedo dormir por la noche. Las ventanas abren de hecho a un patio. Sin embargo, para segurarme que mi Almschi, querido corazón, no se enfada he reservado un pequeño salón mirando a la calle donde podemos cenar y recibir a nuestros invitados.
Aunque sólo sea por esa razón me gustaría saber exactamente la hora de tu llegada para que las habitaciones puedan estar vacías en ese momento. Tu última carta fue tan dulce. Por vez primera en ocho semanas –realmente por vez primera en mi vida- he podido notar la bendición que surge del amor cuando uno ama con total convicción y sabe que su amor es recíproco.
Mi sueño dio en la diana: “¡Muerte al mundo –encontré mi paraíso!” Pero Almschi, debes seguir repitiéndome esto ¡porque mañana ya no me lo creeré! Porque esta es una “bendición sin pausa”. Y ahora buenas noches, mi tesoro, mi dulcísima ¿Encuentras cómico a tu adolescente marido? ¡Telegrafíame la hora de llegada!
Mi amada, tu Gustav.
El paquete de Moll se trataba de un abrigo pues el tiempo en Munich era de un frío polar. En la carta en la que Mahler le pide el abrigo a Moll le dice que “la diadema fue recibida con mucha satisfacción”. Es una referencia probablemente al regalo de cumpleaños de Alma; una joya probablemente diseñada por Josef Hoffmann pues a éste le escribiría Mahler posteriormente una carta de agradecimiento:
“Una palabra de gratitud y placer ante la maravillosa joya que ha diseñado para mi mujer y que ha sido una fuente de inacabable placer para todos nosotros (no hablo sólo de mi mismo pues soy un aficionado en estas cuestiones). Por mi parte puedo decirle francamente que es la primera obra de joyería que ha estimulado mi imaginación.”
Curiosamente Alma en sus memorias no haría ninguna referencia a esta joya.
Este mismo día Alma envía a Gropius los Lieblingsgedichte: los textos de poemas de Novalis a los que ella posteriormente puso música como “Hymne” o “Hymne an die Nacht”.
A pesar del exigente horario de ensayos Mahler se las arregla para escribir un sinfín de misivas pues eran las últimas cartas que ella podría leer en Toblach antes de partir. Son cartas que destilan una pasión desbordante, más propias de un adolescente obsesionado con su enamorada que de un hombre maduro, pero los acontecimientos del verano habían abocado a Mahler a este estado de regresión. Triste verlo en una posición tal vulnerable y sumisa ante una mujer dominante que precisamente respetaba lo contrario: la fuerza y la determinación.
A pesar de las réplicas de Alma a Gustav a todas luces tranquilizadoras para él, su mente sin duda mucho más volcada con el inminente encuentro clandestino con Gropius en Munich.
Es importante recordar que estas cartas escritas por Mahler este 5 de septiembre serían las últimas escritas a su mujer ¿Quién iba a imaginarlo?
En la primera de las cartas intenta calmar a Alma a quien sin duda las bromas de Mahler sobre el incidente en la estación de Toblach no le hicieron ninguna gracia. También le narra la inflamación de garganta que sufrió el día anterior, por suerte superada ese mismo día.
¡Pero Almschilitzilitzilitzili!
¿Qué demonios leíste en ese maldito telegrama? ¿Cómo no te diste cuenta de que era una broma? ¿Cómo piensas que precisamente yo podría haber escrito esas tonterías en serio? Has hecho una montaña de un granito de arena así que por favor derrúmbala ahora mismo.
Deja que te cuente sobre mi día de ayer: Sólo imagínate: Cuando me registré en el hotel sentía febrícula, pero a la mañana siguiente (mientras te escribía de hecho) empeoré. Me asusté, me metí directamente en la cama y pedí un médico (sobre todo pensando en la semana venidera). Su examen reveló que tenía la garganta inflamada con su parte derecha recubierta de un manto de blanquecino pus. Fue una conmoción; al momento pedí que me envolviesen en mantas para ponerme a sudar. El médico no quiso tomar muestras de la garganta; sólo prescribió un poderoso desinfectante el cual hubiese funcionado de maravilla contigo también: media tableta cada media hora (sólo lleva usándose un año en Alemania). Tuve que movilizar a todo el equipo del hotel para tener las sábanas a punto; al mismo tiempo hice llamar a Gutmann y le dije que necesitaría una enfermera. Durante tres horas yací en la cama, sudando profusamente ¡Varias veces Gutmann tuvo que enjuagar mi rostro con una toalla!
¡Oh, con cuanta fuerza esperaba una señal de vida de mi salvadora! Pero nada llegó hasta que finalmente recibí tu “patidifuso” telegrama que me hacía tirarme de los pelos por haber molestado tan innecesariamente a mi querida Almschili. Finalmente a la tarde llegó el segundo telegrama que no me dejó claro como se sentía mi amada. Gutmann tuvo que marchar para atender sus negocios con lo que pasé la tarde en el más abyecto estado y horriblemente solo. Cuando el doctor volvió a la noche observó una ligera mejoría. Pasé la noche tranquilamente y cuando desperté hoy la fiebre había desaparecido. Comí un saludable desayuno y me encontré en mucha mejor forma con lo que el médico dio su permiso para el ensayo. No te preocupes mi Almscherl, tendré el máximo cuidado con mi persona y para el día de tu venida estaré perfectamente bien. Pero todavía no tengo ninguna carta de ti lo cual acrecienta mi ansiedad. Sin la vista de tus queridos ojos y el sonido de tu dulce voz la vida no me merece la pena. Evidentemente tú no me necesitas en absoluto pues de otra forma hubieses escrito. Una cosa es leer un mensaje escrito por una joven en telégrafos y otra bien distinta ver uno escrito de tu propia mano.
Por otra parte; he descubierto algo bien extraño. Tú sabes, siempre que estaba de viaje solía sentarme a mi mesa pensando en ti, tal como ahora y con la misma sensación de nostalgia. Freud tiene razón: esta enorme dependencia de ti siempre ha estado latente en mi, siempre has sido mi luz y el centro de mi universo. Sin duda la luz interior que brilla sobre todos nosotros y la consciencia de santidad -no más disminuida por inhibiciones- realza estas sensaciones hasta el infinito. Pero que tormenta y que dolor que tú no puedas responderme. Pero tal como el amor engendra amor la fidelidad siempre vence a través de la fidelidad. Tal como Eros es el amo de los hombres y de los dioses, yo también venceré en mi reconquista de lo que era mío, en recuperar el corazón que en su día latía para mi y que sin duda sólo se puede unir al mío en su viaje hacia Dios y hacia la serenidad.
Queridísima, tuve que interrumpir mi escritura por cinco minutos. Fried acaba de llegar y está sentado aquí ahora. Pero no te preocupes, estoy siendo agradable con él. Él es muy bien intencionado y en los ensayos me será de un gran servicio. He recibido el envío express de Carl. Así, querida Almschili, no necesitas preocuparte por mi. Como Endymion y otras personalidades de la “edad de la opulencia” frecuentaré los restaurantes y los clubs nocturnos, incluso en las estaciones de ferrocarril. Y ninguna “trágica catástrofe” me obligará a adoptar una “compostura masculina” o una “serenidad filosófica” Gutmann acaba de llegar con el comité de recepción y la habitación está llena de gente.
Y ahora adiós, aliento de mi vida ¡Si la gente se diese cuenta de cuanto significa esto para mi!
Saludos a nuestra querida Mama. Tú Gustav.
A las 4.30 pm Gustav envía un telegrama a Alma:
ACABO RECIBIR TUS DOS QUERIDAS CARTAS ME HACEN FELIZ Y LLENAN MI DÍA CON UN RAYO DE SOL CARIÑOSÍSIMAS GRACIAS A MI QUERIDÍSIMA TU GUSTAV
Y al poco tiempo una nueva carta en respuesta a las cartas citadas:
Amada, locamente mi amada Almschili,
Creeme estoy muerto de amor por ti. He dejado de vivir desde la una del sábado. Gracias a dios que tus dos queridas cartas acaban de llegar. Ahora puedo respirar de nuevo. Durante una media hora estuve en el séptimo cielo ¡pero no puedo resistir más! Si estamos separados una semana más será mi muerte. Tus dos cartas fueron tan dulces; tan deliciosas. Me dijeron algo que nunca me habías dicho antes. Repite esas palabras a menudo y renovaré mi fe en ellas una y otra vez.
Hoy fue el primer ensayo. Fue todo bien y mi “corpus” se sostuvo valientemente. Cada vez que nos parábamos me giraba e instintivamente intentaba imaginar que maravilloso hubiese sido si mi diosa estuviese sentada en las butacas donde podría perfectamente captar el rostro de su dulce cara. En ese momento entendería el sentido de mi vida y la causa de todos mis esfuerzos.
La carta adjunta acaba de llegar. Te la reenvío para tu curiosidad ¡Qué imbéciles son! ¡Cómo si tuviese tiempo de responder a todos sus cuestionarios! Ni soñarlo. Estoy tan inundado de nueva burocracia que creo que esto va a ir directamente a la papelera ¿Por qué estos idiotas llegaron tan pronto a Munich?
Ayer a la tarde, antes de que cayera sudando, llegó el viejo Hirth. El pobre diablo está terriblemente viejo y esquelético. Parece haber abandonado su pose juvenil, de hecho cuando se sienta tiene un aspecto tan lastimoso que asusta. Murmuré algo acerca de una enfermedad virulenta con lo que se puso pálido y al poco había marchado. Así recuperé la paz y la tranquilidad y mis pensamientos volvieron a la luz de mi vida. Y eso es todo lo que necesito en este momento. Si tú no puedes estar aquí tengo al menos que pensar en ti y escribirte.
Almschili, si me hubieses abandonado, me hubiera apagado como una vela sin aire ¿Cuándo llegarás, mi corazón? ¿Y cómo vas? Por favor escríbeme y cuéntamelo.
Como tú sabes mi corazón es el de un adolescente, pero un ápice de paterfamilias, marido, o como lo quieras llamar, persiste y esa parte de mi desea noticias de ¡la más querida entre mis queridas! Pero tu carta debería empezar por la cuestión más importante la cual debería llenar un mínimo de tres páginas: que me amas, mi queridísima amada. Después, ya en la página cuatro deberé saber qué te apetece y cómo te sientes. A las cuatro en punto tendré mi segundo ensayo ¡Te deseo! ¡Deseo! ¡Deseo!
Como siempre, tu Gustav.
El tal Hirth citado en la carta es el sinólogo Friedrich Hirth (1845-1927)
Sólo unas horas más tardes el adolescente enamorado vuelve a coger su pluma en lo que es la última carta escrita por Gustav a Alma:
Mi amada,
¡Aquí estoy de nuevo! El ensayo de la tarde está concluido -escena final- y cada nota dedicada a mi amada. Lo encontré tremendamente excitante como si estuviese a tu vera en el lecho nuevamente –como durante aquellos maravillosos años- contándote todo una vez más.
Oh, que maravilloso es el amor. Y sólo ahora sé lo que el amor significa. El dolor pierde su poder y la muerte es el aguijón ¡Cuánta razón tiene Tristán cuando dice: “Soy inmortal por que ¿Cómo podría el amor de Tristán morir?” Pasaré la noche nuevamente con tranquilidad. He recuperado la salud y hasta me puedo tomar una buena comida. Cuando mi amor llegue quiero estar sano como un roble. No puedo pensar en otra cosa que no sea ese momento: ¿Es cierto? ¿Eres mía nuevamente? ¿Puede ser cierto? ¡Al fin! ¡Al fin! Si al menos supiera cuando llegarás. Mañana es martes. Pensaba que era cuando querías llegar.
Acabo de recibir una postal de Gustav Frank diciéndome que está en Munich y que le gustaría verme. Por favor escríbeme y dime si te gustaría dormir en la habitación libre, Gucki contigo, o que otro plan puedes haber ideado. Mira, me gustaría preparar nuestro pequeño nido de amor para cuando tú llegues. El paquete con la ropa de Carl ha llegado ¡Qué hombre tan dispuesto y fiable!
Nuestras habitaciones aquí son muy agradables e increíblemente tranquilas. Es la primera vez que visito Munich y puedo dormir por la noche. Las ventanas abren de hecho a un patio. Sin embargo, para segurarme que mi Almschi, querido corazón, no se enfada he reservado un pequeño salón mirando a la calle donde podemos cenar y recibir a nuestros invitados.
Aunque sólo sea por esa razón me gustaría saber exactamente la hora de tu llegada para que las habitaciones puedan estar vacías en ese momento. Tu última carta fue tan dulce. Por vez primera en ocho semanas –realmente por vez primera en mi vida- he podido notar la bendición que surge del amor cuando uno ama con total convicción y sabe que su amor es recíproco.
Mi sueño dio en la diana: “¡Muerte al mundo –encontré mi paraíso!” Pero Almschi, debes seguir repitiéndome esto ¡porque mañana ya no me lo creeré! Porque esta es una “bendición sin pausa”. Y ahora buenas noches, mi tesoro, mi dulcísima ¿Encuentras cómico a tu adolescente marido? ¡Telegrafíame la hora de llegada!
Mi amada, tu Gustav.
El paquete de Moll se trataba de un abrigo pues el tiempo en Munich era de un frío polar. En la carta en la que Mahler le pide el abrigo a Moll le dice que “la diadema fue recibida con mucha satisfacción”. Es una referencia probablemente al regalo de cumpleaños de Alma; una joya probablemente diseñada por Josef Hoffmann pues a éste le escribiría Mahler posteriormente una carta de agradecimiento:
“Una palabra de gratitud y placer ante la maravillosa joya que ha diseñado para mi mujer y que ha sido una fuente de inacabable placer para todos nosotros (no hablo sólo de mi mismo pues soy un aficionado en estas cuestiones). Por mi parte puedo decirle francamente que es la primera obra de joyería que ha estimulado mi imaginación.”
Curiosamente Alma en sus memorias no haría ninguna referencia a esta joya.
Este mismo día Alma envía a Gropius los Lieblingsgedichte: los textos de poemas de Novalis a los que ella posteriormente puso música como “Hymne” o “Hymne an die Nacht”.
Psanquin- administrador
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Fecha de inscripción : 16/03/2008
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
6 de septiembre:
El martes tiene lugar la segunda sesión doble de ensayos: a las 9,30 con orquesta en la Festhalle y por la tarde a las 4 con el coro de niños en la Alten Rathaus y a las 5,30 en la Tonhalle con los solistas. Todo un deambular por la ciudad.
Alma, su madre y Gucki llegan desde Toblach esa misma tarde, ya con los ensayos del día concluidos.
En una carta escrita desde el ferrocarril Alma le pide a Gropius que sea lo más cauto posible:
“El tren traquetea terriblemente; sólo cuando salía de Toblach recibí tu telegrama ¡Sé muy, muy cuidadoso! G. no debe verte en Munich bajo ningún concepto ¡El 14 en Viena es todavía muy pronto para el encuentro! ¡Durante mis primeros días en Viena no podría pasar tanto tiempo en la modista! Como muy pronto después del 16. Déjate ver en el concierto sin que nadie más te vea (cuñada)…”
Ambas se alojan en el Hotel Continental donde Mahler ha dispuesto que no sólo la habitación sino toda su suite esté llena de rosas. Esto relata Alma:
“Mi madre encontró sobre la mesa de su habitación la partitura de la reducción pianística de la Octava Sinfonía con la siguiente dedicatoria: “A nuestra querida madre que ha significado todo para nosotros y a quien le debo haberme concedido a Alma. De Gustav con gratitud eterna. Munich, 9 de septiembre de 1910.”
Me recibió en la estación con aspecto enfermizo y cansado… Los ensayos le hicieron muy feliz. Muchos de nuestros amigos estaban allí pero nos centramos en nosotros mismos.
Encontré una copia de la Octava con su dedicatoria en mi mesa. Mahler deseaba saber que tenían que decir sus viejos amigos. Siendo tan egocéntrico deseaba que estos compartiesen su placer. Pero sus amigos no dijeron nada. Se encontró totalmente solo; se dio cuenta ahora de que sus sentimientos y felicidad no eran importantes para ellos. Justine provocó su ira. La alejó de mi puerta cuando vino a visitarme “Alma no tiene tiempo para ti” le dijo. Mahler echó con cajas destempladas a la condesa Wydenbruck quien me consideraba su enemiga sólo porque Mahler hubiese rehusado hacer una audición a Marie Gutheil-Schroeder. Una hora más tarde me envió una cesta de rosas a mi habitación como un ofrecimiento conciliador. Pero Mahler ya no era tan ingenuo. Al contrario, estaba predispuesto a sentirse ofendido a la mas ligera vista de que yo no era tratada con el suficiente honor o no recibía la ncesaria calidez.”
Resulta difícil de creer que los amigos de Mahler no quisiesen compartir su alegría; es probable que en cierto modo fuesen conscientes de la crisis que surgió en la pareja y que se mantuviesen discretamente algo al margen.
Este pasaje de los Recuerdos transmite la sensación que Alma en su nueva posición dominante aprovechase para separar a Mahler de amigos y familia, desde siempre motivo de conflicto en la pareja.
Ese día llega también Alfred Roller pues Mahler quería que supervisase la disposición de los solistas y de los distintos grupos en el escenario así como también la iluminación de la sala.
La orquesta se situaba al frente, en gradas que ascendían progresivamente hasta la galería del órgano con los coros extendiéndose hacia cada lado. Los solistas se situarían detrás de la orquesta inmediatamente delante del órgano cerca del cual se ubicarían los grupos de metales. Esto es contrario a las instrucciones de Mahler en la partitura en la que pide que estén aislados pero fue hecho así por cuestiones acústicas.
Roller comenta como Mahler sufría un fuerte dolor en su cuello y hombro que afortunadamente no limitaba los movimientos de su brazo.
Las fotos de esos días muestran a Mahler pálido y cansado pero tan pronto empezaba los ensayos recuperaba su vitalidad.
William Ritter y Janko Cádra asisten a los ensayos desde el día 6; en concreto al del coro de niños de la tarde en el ayuntamiento. Como curiosidad narran en su diario como Mahler ha olvidado su batuta con lo que usa una cuchara de madera prestada por el conserje del edificio. Para su digusto, el amigo de Ritter, Marcel Montandon se quedaría con ella. Cara anota esto en su diario:
“Mahler contaba con un mal pianista, quien no sólo perdía el compás sino que erraba notas como si estuviese paralizado por los nervios. Mahler decidió pedirle que se olvidase del acompañamiento y tocase sólo la melodía necesaria para los niños. Para ayudarles situó cuatro trompetistas entre ellos, reemplazando de este modo a los otros dos coros. Al final Mahler intercambió algunas palabras con Wilko. No se sentía feliz, especialmente debido al pianista, pero ¿qué podía hacer? Le habían dicho que era el mejor disponible. Los niños llegaron corriendo y rodearon a Mahler que los acarició, bromeó con ellos.”
También Julius Korngold en sus memorias recuerda al nefasto pianista:
“Mahler fue despiadado con el músico que tocaba el piano. El desafortunado pianista no estaba acostumbrado a ritmos tan precisos; sudaba sangre. Mahler finalmente estalló. La búsqueda de la perfección a la que aspiraba le estaba haciendo gastar una gran cantidad de tiempo y de problemas en cuestiones relativamente secundarias; aunque para él nada era secundario.”
Bruno Walter narra como “aquellos fueron grandes días para todos los que vivimos los ensayos de la Octava. La mano del maestro controlaba el amplio despliegue aparentementesin esfuerzo. Todos los implicados, incluidos los niños, estaban inundados por una solemne elevación de sus espíritus.”
En una ocasión Mahler encontró el resultado insatisfactorio en el pasaje Er überwachst un schon. Le pidió a los niños que cantaran tan alto que pudieran escucharlo “los ángeles en el cielo”. El resultado fue tan estremecedor que tuvo que coger un pañuelo para secarse las lágrimas que caían por sus mejillas.
Otras anécdotas narran como un trompeta se rebelaba cada vez que Mahler le hacía una corrección. Mahler lo calmó diciéndole: “Usted es un excelente trompeta. Siempre tendrá la última nota pero yo tendré la última palabra.”
En otra ocasión los vientos entonaban una canción popular bávara: “Este es el espíritu que quiero para mi sinfónía”, apuntó Mahler.
El martes tiene lugar la segunda sesión doble de ensayos: a las 9,30 con orquesta en la Festhalle y por la tarde a las 4 con el coro de niños en la Alten Rathaus y a las 5,30 en la Tonhalle con los solistas. Todo un deambular por la ciudad.
Alma, su madre y Gucki llegan desde Toblach esa misma tarde, ya con los ensayos del día concluidos.
En una carta escrita desde el ferrocarril Alma le pide a Gropius que sea lo más cauto posible:
“El tren traquetea terriblemente; sólo cuando salía de Toblach recibí tu telegrama ¡Sé muy, muy cuidadoso! G. no debe verte en Munich bajo ningún concepto ¡El 14 en Viena es todavía muy pronto para el encuentro! ¡Durante mis primeros días en Viena no podría pasar tanto tiempo en la modista! Como muy pronto después del 16. Déjate ver en el concierto sin que nadie más te vea (cuñada)…”
Ambas se alojan en el Hotel Continental donde Mahler ha dispuesto que no sólo la habitación sino toda su suite esté llena de rosas. Esto relata Alma:
“Mi madre encontró sobre la mesa de su habitación la partitura de la reducción pianística de la Octava Sinfonía con la siguiente dedicatoria: “A nuestra querida madre que ha significado todo para nosotros y a quien le debo haberme concedido a Alma. De Gustav con gratitud eterna. Munich, 9 de septiembre de 1910.”
Me recibió en la estación con aspecto enfermizo y cansado… Los ensayos le hicieron muy feliz. Muchos de nuestros amigos estaban allí pero nos centramos en nosotros mismos.
Encontré una copia de la Octava con su dedicatoria en mi mesa. Mahler deseaba saber que tenían que decir sus viejos amigos. Siendo tan egocéntrico deseaba que estos compartiesen su placer. Pero sus amigos no dijeron nada. Se encontró totalmente solo; se dio cuenta ahora de que sus sentimientos y felicidad no eran importantes para ellos. Justine provocó su ira. La alejó de mi puerta cuando vino a visitarme “Alma no tiene tiempo para ti” le dijo. Mahler echó con cajas destempladas a la condesa Wydenbruck quien me consideraba su enemiga sólo porque Mahler hubiese rehusado hacer una audición a Marie Gutheil-Schroeder. Una hora más tarde me envió una cesta de rosas a mi habitación como un ofrecimiento conciliador. Pero Mahler ya no era tan ingenuo. Al contrario, estaba predispuesto a sentirse ofendido a la mas ligera vista de que yo no era tratada con el suficiente honor o no recibía la ncesaria calidez.”
Resulta difícil de creer que los amigos de Mahler no quisiesen compartir su alegría; es probable que en cierto modo fuesen conscientes de la crisis que surgió en la pareja y que se mantuviesen discretamente algo al margen.
Este pasaje de los Recuerdos transmite la sensación que Alma en su nueva posición dominante aprovechase para separar a Mahler de amigos y familia, desde siempre motivo de conflicto en la pareja.
Ese día llega también Alfred Roller pues Mahler quería que supervisase la disposición de los solistas y de los distintos grupos en el escenario así como también la iluminación de la sala.
La orquesta se situaba al frente, en gradas que ascendían progresivamente hasta la galería del órgano con los coros extendiéndose hacia cada lado. Los solistas se situarían detrás de la orquesta inmediatamente delante del órgano cerca del cual se ubicarían los grupos de metales. Esto es contrario a las instrucciones de Mahler en la partitura en la que pide que estén aislados pero fue hecho así por cuestiones acústicas.
Roller comenta como Mahler sufría un fuerte dolor en su cuello y hombro que afortunadamente no limitaba los movimientos de su brazo.
Las fotos de esos días muestran a Mahler pálido y cansado pero tan pronto empezaba los ensayos recuperaba su vitalidad.
William Ritter y Janko Cádra asisten a los ensayos desde el día 6; en concreto al del coro de niños de la tarde en el ayuntamiento. Como curiosidad narran en su diario como Mahler ha olvidado su batuta con lo que usa una cuchara de madera prestada por el conserje del edificio. Para su digusto, el amigo de Ritter, Marcel Montandon se quedaría con ella. Cara anota esto en su diario:
“Mahler contaba con un mal pianista, quien no sólo perdía el compás sino que erraba notas como si estuviese paralizado por los nervios. Mahler decidió pedirle que se olvidase del acompañamiento y tocase sólo la melodía necesaria para los niños. Para ayudarles situó cuatro trompetistas entre ellos, reemplazando de este modo a los otros dos coros. Al final Mahler intercambió algunas palabras con Wilko. No se sentía feliz, especialmente debido al pianista, pero ¿qué podía hacer? Le habían dicho que era el mejor disponible. Los niños llegaron corriendo y rodearon a Mahler que los acarició, bromeó con ellos.”
También Julius Korngold en sus memorias recuerda al nefasto pianista:
“Mahler fue despiadado con el músico que tocaba el piano. El desafortunado pianista no estaba acostumbrado a ritmos tan precisos; sudaba sangre. Mahler finalmente estalló. La búsqueda de la perfección a la que aspiraba le estaba haciendo gastar una gran cantidad de tiempo y de problemas en cuestiones relativamente secundarias; aunque para él nada era secundario.”
Bruno Walter narra como “aquellos fueron grandes días para todos los que vivimos los ensayos de la Octava. La mano del maestro controlaba el amplio despliegue aparentementesin esfuerzo. Todos los implicados, incluidos los niños, estaban inundados por una solemne elevación de sus espíritus.”
En una ocasión Mahler encontró el resultado insatisfactorio en el pasaje Er überwachst un schon. Le pidió a los niños que cantaran tan alto que pudieran escucharlo “los ángeles en el cielo”. El resultado fue tan estremecedor que tuvo que coger un pañuelo para secarse las lágrimas que caían por sus mejillas.
Otras anécdotas narran como un trompeta se rebelaba cada vez que Mahler le hacía una corrección. Mahler lo calmó diciéndole: “Usted es un excelente trompeta. Siempre tendrá la última nota pero yo tendré la última palabra.”
En otra ocasión los vientos entonaban una canción popular bávara: “Este es el espíritu que quiero para mi sinfónía”, apuntó Mahler.
Última edición por Psanquin el 12/10/2010, 01:29, editado 1 vez
Psanquin- administrador
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Fecha de inscripción : 16/03/2008
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
En una ocasión Mahler encontró el resultado insatisfactorio en el pasaje Er überwachst un schon. Le pidió a los niños que cantaran tan alto que pudieran escucharlo “los ángeles en el cielo”. El resultado fue tan estremecedor que tuvo que coger un pañuelo para secarse las lágrimas que caían por sus mejillas.
Impresionante!!! En este párrafo está contenida la enorme sensibilidad artística de este gran genio: un aplauso y un brindis por Gustav!
gustavo- Cantidad de envíos : 3368
Fecha de inscripción : 10/11/2009
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
7 de septiembre: El miércoles nueva doble sesión, esta vez sólo en el Festhalle: por la mañana a las 9.30 con la orquesta y los solistas y a las 4 de la tarde con orquesta, solistas y coro de niños.
Alma sigue sin acudir a ningún ensayo. Recién llegada a Munich su prioridad es encontrarse con Gropius en el hotel dónde éste se alojaba; el Regina Palast, el mismo en el que Mahler se había alojado en junio.
8 de septiembre: El jueves sólo hay un ensayo matutino, a las 11 en la Festhalle una vez más con orquesta, solistas y los niños. Mahler todavía no ha podido ensayar con los coros I y II.
En el Münchner Neueste Nachrichten aparece una crónica de este ensayo:
“Desde la mañana temprano, empezaron a llegar las limousinas con los solistas y los miembros de la orquesta, seguidos por los niños del coro y finalmente por el propio Mahler, con sus llamativa expresión, una enérgica severidad subrayada por sus austeras gafas y su moreno y rizado pelo cubierto por un sombrero gris claro.
Dispersos por el auditorio se encontraban un puñado de melómanos, con sus masivas y pesadas partituras abiertas delante de ellos, ansiosamente disfrutando un anticipo de lo que estaban a punto de experimentar. Todo está listo. Con rápidos pasos la pequeña pero fornida figura de Mahler asciende a través de las filas hasta su pódium en frente del cual se ha situado un amplio sillón. Allí se ubica sonriendo, mirando lentamente alrededor de la sala. Parece sereno, una serenidad nacida de la grandeza y la sincera alegría que debe sentir al ver recreada una obra nacida de sus entrañas. Se reclina en su sillón, forma un megáfono con sus manos y desea a los niños “buenos días”. Alegres voces blancas devuelven el saludo. El rostro de Mahler que hasta ese momento parecía alegre y despreocupado asume un aire más sombrío. El director mira a su partitura con la mirada fija y a continuación observa a los músicos a su alrededor. Golpea su atril con la batuta y las primeras notas ya llenan la sala. Mahler no permanece sentado mucho tiempo pues pronto se levanta acompañanado cada compás con característica precisión. Que cada músculo de su cuerpo está en alerta es evidente por la forma en que escucha intensamente, interrumpiendo inmediatamente a la menor fluctuación o a la más mínima desviación del matiz buscado. Ningún detalle por pequeño que sea escapa a su oído. No sólo sabe cuando algo no es correcto sino que también sabe dónde y de quién es el fallo. Y así permanece incansable en su estrado escuchando, interrumpiendo, reanudando incontables veces. Una y otra vez se gira y le pregunta a la gente sentada al fondo de la sala como suena. Una vez más trabaja hasta los más mínimos detalles con la máxima energía y perspicacia. No reconoce que pueda estar cansado, ya que no piensa en absoluto en él mismo sino en su obra, a la cual le quiere conferir una suprema perfección. Ella sola llena sus pensamientos y enciende su voluntad. Y así el tiempo vuela, y aunque el no note que sus artistas se están cansando, cada uno de ellos se olvida del cansancio sólo al sentir la colosal energía y concentración con que el cincuentenario compositor se aplica a su trabajo.”
Al término del ensayo Ritter le pregunta a Mahler si habrá ensayo general a la tarde y este le dice: “nada hoy ni mañana... un día de descanso. Pero el sábado la estatua será colocada sobre su pedestal.”
Este día aparece en el New York Daily Tribune una breve noticia, eco sin duda de los rumores sobre el posible regreso de Mahler a la Hofoper:
9 de septiembre: Aunque no hay ensayo en el Festahalle Mahler sí trabaja con los solistas y con los niños en la Tonhalle a las cuatro de la tarde.
A la noche Schalk dirige la Misa solemnis de Beethoven con la Singverein de Viena; motivo de su ausencia en los ensayos de estos días.
Alma sigue sin acudir a ningún ensayo. Recién llegada a Munich su prioridad es encontrarse con Gropius en el hotel dónde éste se alojaba; el Regina Palast, el mismo en el que Mahler se había alojado en junio.
8 de septiembre: El jueves sólo hay un ensayo matutino, a las 11 en la Festhalle una vez más con orquesta, solistas y los niños. Mahler todavía no ha podido ensayar con los coros I y II.
En el Münchner Neueste Nachrichten aparece una crónica de este ensayo:
“Desde la mañana temprano, empezaron a llegar las limousinas con los solistas y los miembros de la orquesta, seguidos por los niños del coro y finalmente por el propio Mahler, con sus llamativa expresión, una enérgica severidad subrayada por sus austeras gafas y su moreno y rizado pelo cubierto por un sombrero gris claro.
Dispersos por el auditorio se encontraban un puñado de melómanos, con sus masivas y pesadas partituras abiertas delante de ellos, ansiosamente disfrutando un anticipo de lo que estaban a punto de experimentar. Todo está listo. Con rápidos pasos la pequeña pero fornida figura de Mahler asciende a través de las filas hasta su pódium en frente del cual se ha situado un amplio sillón. Allí se ubica sonriendo, mirando lentamente alrededor de la sala. Parece sereno, una serenidad nacida de la grandeza y la sincera alegría que debe sentir al ver recreada una obra nacida de sus entrañas. Se reclina en su sillón, forma un megáfono con sus manos y desea a los niños “buenos días”. Alegres voces blancas devuelven el saludo. El rostro de Mahler que hasta ese momento parecía alegre y despreocupado asume un aire más sombrío. El director mira a su partitura con la mirada fija y a continuación observa a los músicos a su alrededor. Golpea su atril con la batuta y las primeras notas ya llenan la sala. Mahler no permanece sentado mucho tiempo pues pronto se levanta acompañanado cada compás con característica precisión. Que cada músculo de su cuerpo está en alerta es evidente por la forma en que escucha intensamente, interrumpiendo inmediatamente a la menor fluctuación o a la más mínima desviación del matiz buscado. Ningún detalle por pequeño que sea escapa a su oído. No sólo sabe cuando algo no es correcto sino que también sabe dónde y de quién es el fallo. Y así permanece incansable en su estrado escuchando, interrumpiendo, reanudando incontables veces. Una y otra vez se gira y le pregunta a la gente sentada al fondo de la sala como suena. Una vez más trabaja hasta los más mínimos detalles con la máxima energía y perspicacia. No reconoce que pueda estar cansado, ya que no piensa en absoluto en él mismo sino en su obra, a la cual le quiere conferir una suprema perfección. Ella sola llena sus pensamientos y enciende su voluntad. Y así el tiempo vuela, y aunque el no note que sus artistas se están cansando, cada uno de ellos se olvida del cansancio sólo al sentir la colosal energía y concentración con que el cincuentenario compositor se aplica a su trabajo.”
Al término del ensayo Ritter le pregunta a Mahler si habrá ensayo general a la tarde y este le dice: “nada hoy ni mañana... un día de descanso. Pero el sábado la estatua será colocada sobre su pedestal.”
Este día aparece en el New York Daily Tribune una breve noticia, eco sin duda de los rumores sobre el posible regreso de Mahler a la Hofoper:
9 de septiembre: Aunque no hay ensayo en el Festahalle Mahler sí trabaja con los solistas y con los niños en la Tonhalle a las cuatro de la tarde.
A la noche Schalk dirige la Misa solemnis de Beethoven con la Singverein de Viena; motivo de su ausencia en los ensayos de estos días.
Última edición por Psanquin el 9/12/2010, 12:36, editado 1 vez
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Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
10 de septiembre:
El sábado diez de septiembre tenía lugar en el Festhalle el esperado primer ensayo general. Por la mañana a las 10 la Parte I y por la tarde a las 4 la Parte II.
Alma narra el desagradable incidente que tuvo lugar justo al inicio de este primer ensayo general:
“Mahler quería que Rosé fuese el concertino para esta ocasión tan especial por eso había pedido al manager del concierto que hiciese saber esto a la orquesta; sin embargo Gutmann no se atrevió a hacerlo. Mahler, ignorante de esto, había telegrafíado conforme a lo previsto a Rosé a Viena pidiéndole que acudiese. El día del ensayo general tan pronto como éste tomó asiento en la sala, la orquesta, advertida de su participación, se levantó unánimemente y se retiró ofendida por el plante que se le realizaba a su propio líder. Mahler lógicamente se quedó sorprendidísimo.
Rosé se levantó lentamente y tras pedirle a Mahler que no se preocupase, dejó el escenario y abandonó la sala solemenmente con su violín bajo el brazo hacia donde nosotros nos sentábamos. Su digna actitud dejó en evidencia a los músicos.”
Lo cierto es que Mahler, como ya sabemos, había escrito en junio a Gutmann advirtiéndole de lo inaecuado del concertino de la Konzertverein (un tal Heyde) y su deseo de reemplazarlo por Arnold Rosé.
Un relato del incidente en un periódico de la época es ligeramente distinto: “La orquesta empezó a silbar tan pronto Rosé apareció. Al mismo tiempo el propio concertino dirigió un breve discurso a sus colegas en el que mostraba su resentimiento por verse suplantado de esa manera. Después de dejarle terminar Mahler se giró hacia él y simplemente le dijo: “Señor, ha hablado como un consejero privado, no como un artista.”
Wilko Ritter y Janko Cadra acuden al ensayo general. Tan pronto ve a Ritter, Mahler le dice que Alma quería hablar con él. Ésta muy sonriente le agradeció el largo texto en el libro homenaje al 50 aniversario de Mahler:
“Su encantadora y sensible esposa me dijo algo que era a la vez noble y triste. Me acerqué a ella a mediodía cuando el ensayo había terminado; “¡Qué feliz y orgullosa debe estar!” le dije. “No más de lo habitual” replicó ella con una expresión en su rostro, medio triste medio sonriente, la cual parecía expresar tanta admiración como desánimo.”
Ritter en los ensayos del estreno de la Séptima en Praga ya había percibido el abismo que separaba a Alma de su marido y en esta ocasión era de los pocos que podía darse cuenta de que el cansancio de Mahler no era debido a lo extenuante de los ensayos sino a razones más intimas.
Julius Korngold escribe en el Neue Freie Presse (12.IX.1910 p.11) sobre el ensayo general del sábado:
“¡Ha sido un acierto seguir a Mahler hasta Munich! Un hombre que cuando sube al podium inmediatamente atrae, como por arte de magia, amigos como detractores. Y todo parece indicar que en esta ocasión los detractores se están pasando al otro bando... En la Exposición de Munich se eleva una sala de música de dimensiones colosales, un espacioso escenario para celebraciones musicales. Uno casi está tentado a creer que fue construida expresamente para la Octava Sinfonía de Mahler o al menos que la sinfonía fue compuesta para ella...”
Korngold describe el aspecto del gran pódium, los coros, el “ejército” de instrumentos y el efecto creado cuando los 350 niños y los dos coros cantaron el episodio crucial de la primera parte en el registro más agudo de su voces:
“Cuando estos se unieron por vez primera al repentino crescendo sobre las palabras Accende lumen sensibus parecía que una refrescante manifestación de la primavera se había incorporado al poderoso rugir de los coros. Un poderoso instrumento, pero no lo suficiente para una poderosa obra que combina un devoto himno eclesiástico con el final de la segunda parte del Fausto quien fervientemente eleva su mirada hacia las alturas, consciente de los secretos de la existencia, basada como está en la metafísica ¡No hace falta pensar en Berlioz! Las interpretaciones corales –uno debería recordar las interpretaciones inglesas de Handel- en seguida tientan a reunir extraordinarias combinaciones de intérpretes vocales: las posibilidades de acumular cantantes parecen ilimitadas, incluso si el número de músicos es limitado...
Parecen saltar llamas de la diminuta figura de Mahler sobre el pódium. Como director ha alcanzado no pocos logros pero nunca nada de este estilo, como si impulsará mil cabezas en la dirección que el quiere, desplegando grandes ondas sonoras para a continuación reducirlas a la más indescriptible delicadeza... La obra abunda en pasajes de un ímpetu poderoso, solemnes y –¡qué gratificante señalarlo!- de melodiosa eufonía....”
En este informe preliminar sin embargo Korngold apuntó que para su criterio la primera parte reveló un mayor grado de invención que la segunda. Su conclusión fue:
“Mahler consiguió un gran éxito. Incluso las dinámicas de ese éxito, si uno lo puede explicar de esa manera, conllevaron algo extraordinario. Imaginen el enorme perímetro de la sala relleno hasta el último asiento y esta masa estallando en un atronador aplaudso; aplauso que finalmente se transforma en un verdadero júbilo. Arriba, en la plataforma, lo solistas se unen a él. Fue una poderosa coda instrumental a la música hímnica que habíamos escuchado por la mañana. Mahler tuvo que aparecer incontables veces en el pódium y en particular sus pequeños artistas, los niños, parecían transportados: no paraban de agitar sus partituras. Fue un éxito, ante un público internacional, de gran importancia y de grandes consecuencias.”
El sábado diez de septiembre tenía lugar en el Festhalle el esperado primer ensayo general. Por la mañana a las 10 la Parte I y por la tarde a las 4 la Parte II.
Alma narra el desagradable incidente que tuvo lugar justo al inicio de este primer ensayo general:
“Mahler quería que Rosé fuese el concertino para esta ocasión tan especial por eso había pedido al manager del concierto que hiciese saber esto a la orquesta; sin embargo Gutmann no se atrevió a hacerlo. Mahler, ignorante de esto, había telegrafíado conforme a lo previsto a Rosé a Viena pidiéndole que acudiese. El día del ensayo general tan pronto como éste tomó asiento en la sala, la orquesta, advertida de su participación, se levantó unánimemente y se retiró ofendida por el plante que se le realizaba a su propio líder. Mahler lógicamente se quedó sorprendidísimo.
Rosé se levantó lentamente y tras pedirle a Mahler que no se preocupase, dejó el escenario y abandonó la sala solemenmente con su violín bajo el brazo hacia donde nosotros nos sentábamos. Su digna actitud dejó en evidencia a los músicos.”
Lo cierto es que Mahler, como ya sabemos, había escrito en junio a Gutmann advirtiéndole de lo inaecuado del concertino de la Konzertverein (un tal Heyde) y su deseo de reemplazarlo por Arnold Rosé.
Un relato del incidente en un periódico de la época es ligeramente distinto: “La orquesta empezó a silbar tan pronto Rosé apareció. Al mismo tiempo el propio concertino dirigió un breve discurso a sus colegas en el que mostraba su resentimiento por verse suplantado de esa manera. Después de dejarle terminar Mahler se giró hacia él y simplemente le dijo: “Señor, ha hablado como un consejero privado, no como un artista.”
Wilko Ritter y Janko Cadra acuden al ensayo general. Tan pronto ve a Ritter, Mahler le dice que Alma quería hablar con él. Ésta muy sonriente le agradeció el largo texto en el libro homenaje al 50 aniversario de Mahler:
“Su encantadora y sensible esposa me dijo algo que era a la vez noble y triste. Me acerqué a ella a mediodía cuando el ensayo había terminado; “¡Qué feliz y orgullosa debe estar!” le dije. “No más de lo habitual” replicó ella con una expresión en su rostro, medio triste medio sonriente, la cual parecía expresar tanta admiración como desánimo.”
Ritter en los ensayos del estreno de la Séptima en Praga ya había percibido el abismo que separaba a Alma de su marido y en esta ocasión era de los pocos que podía darse cuenta de que el cansancio de Mahler no era debido a lo extenuante de los ensayos sino a razones más intimas.
Julius Korngold escribe en el Neue Freie Presse (12.IX.1910 p.11) sobre el ensayo general del sábado:
“¡Ha sido un acierto seguir a Mahler hasta Munich! Un hombre que cuando sube al podium inmediatamente atrae, como por arte de magia, amigos como detractores. Y todo parece indicar que en esta ocasión los detractores se están pasando al otro bando... En la Exposición de Munich se eleva una sala de música de dimensiones colosales, un espacioso escenario para celebraciones musicales. Uno casi está tentado a creer que fue construida expresamente para la Octava Sinfonía de Mahler o al menos que la sinfonía fue compuesta para ella...”
Korngold describe el aspecto del gran pódium, los coros, el “ejército” de instrumentos y el efecto creado cuando los 350 niños y los dos coros cantaron el episodio crucial de la primera parte en el registro más agudo de su voces:
“Cuando estos se unieron por vez primera al repentino crescendo sobre las palabras Accende lumen sensibus parecía que una refrescante manifestación de la primavera se había incorporado al poderoso rugir de los coros. Un poderoso instrumento, pero no lo suficiente para una poderosa obra que combina un devoto himno eclesiástico con el final de la segunda parte del Fausto quien fervientemente eleva su mirada hacia las alturas, consciente de los secretos de la existencia, basada como está en la metafísica ¡No hace falta pensar en Berlioz! Las interpretaciones corales –uno debería recordar las interpretaciones inglesas de Handel- en seguida tientan a reunir extraordinarias combinaciones de intérpretes vocales: las posibilidades de acumular cantantes parecen ilimitadas, incluso si el número de músicos es limitado...
Parecen saltar llamas de la diminuta figura de Mahler sobre el pódium. Como director ha alcanzado no pocos logros pero nunca nada de este estilo, como si impulsará mil cabezas en la dirección que el quiere, desplegando grandes ondas sonoras para a continuación reducirlas a la más indescriptible delicadeza... La obra abunda en pasajes de un ímpetu poderoso, solemnes y –¡qué gratificante señalarlo!- de melodiosa eufonía....”
En este informe preliminar sin embargo Korngold apuntó que para su criterio la primera parte reveló un mayor grado de invención que la segunda. Su conclusión fue:
“Mahler consiguió un gran éxito. Incluso las dinámicas de ese éxito, si uno lo puede explicar de esa manera, conllevaron algo extraordinario. Imaginen el enorme perímetro de la sala relleno hasta el último asiento y esta masa estallando en un atronador aplaudso; aplauso que finalmente se transforma en un verdadero júbilo. Arriba, en la plataforma, lo solistas se unen a él. Fue una poderosa coda instrumental a la música hímnica que habíamos escuchado por la mañana. Mahler tuvo que aparecer incontables veces en el pódium y en particular sus pequeños artistas, los niños, parecían transportados: no paraban de agitar sus partituras. Fue un éxito, ante un público internacional, de gran importancia y de grandes consecuencias.”
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Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
11 de septiembre: Tiene lugar el ensayo general público de la obra. Mahler disponía para este último ensayo de las 10.30 a 13 horas de la mañana y por la tarde de 2 a 4.
En este ensayo estuvo presente Josefine von Winter. Junto con Alma y Gucki siguió el ensayo desde el palco de Moll. En su diario cuenta que todo fue bien excepto la sorpresa que le causó Mayr por su “expresión extramadamente fría”, como si únicamente estuviese cumpliendo el mínimo. Al final del ensayo general (4 horas) un estruondoso aplauso estalló en toda la sala y todos los intérpretes se unieron en un saludo. Mahler les agradeció a todos su aplauso en un breve e improvisado discurso y todo el mundo abandonó la sala en el mejor de los humores.”
A lo largo del ensayo Bruno Walter y Oskar Fried asistieron a Mahler. También acudieron amigos de Mahler como su primo Gustav Frank, Adele Marcus de Hamburgo, Arnold Berliner, Rudolf Krzyzanowdki, Gerhart Hauptmann, Kolo Moser, los Neissers. De Francia la condesa Greffulhe, los Clemenceau y Alfredo Casella. De Holanda Mengelberg y Diepenbrock.
A Diepenbrock inicialmente le habían acosado las dudas sobre la obra. En ese sentido escribe a su amigo Hondius van den Broek: “¡La partitura vocal es terrible! El tratamiento del texto del Fausto es igual de malo. La escritura melódica evidencia una inventiva agotada” Pero su escepticismo desapareció tras el primer ensayo. En la siguiente carta, esta vez a su mujer le dice: “Es el viejo Gustav, incluso más bello y no precisamente extravagante. Me caían las lágrimas una y otra vez. Es tremendo y magnífico… la partitura vocal no es una buena guía. No la había estudiado a fondo con lo que me había acercado a la obra con desconfianza ¡Qué suerte que ha salido todo de esta manera! Estreché la mano de Mahler tras el ensayo. “Mi querido Diepenbrock” me dijo ¡Tras el ensayo estaba tan cansado y rodeado de tanta gente!”
En otra carta a van den Broek tras el ensayo le dice: “Lo imposible ha sucedido. La música de Gustav, verdaderamente divina y su espíritu aun más divino me han hecho inmensamente feliz.”
Por su parte Felix Adler narra como toda la ciudad vivía el evento. Cada kiosko, escaparate de las tiendas y cada panel publicitario estaba repleto de grandes posters rojos anunciando el evento mientas que otros más pequeños decoraban trenes y tranvías. “Munich está llena de Gustav Mahler” escribió Adler “pero Gustav Mahler no disfrutará nada de esto. Vive sólo para su trabajo y no ve ni escucha nada de lo que le rodea.”
En ese sentido Julius Stern cuenta como Mahler al observar tanta parafernalia y al ver su nombre en tan grandes letras se tapó la cara con las manos y dijo “me avergüenzo”.
Los artículos y noticias iban más allá de Munich o de Austria y no siempre eran positivos. No todas las opiniones eran tan favorables. Así en Berlín el crítico del Vossiche Zeitung escribe: “El espectáculo musical más grande de todos los tiempos será presentado pronto en Munich. Gustav Mahler, quien dispone de una cierta reputación en ciertos círculos, la cual sin embargo no podemos dejar de considerar dudosa, ha compuesto una sinfonía en la que casi un pueblo entero de juglares y alborotadores toman parte. Estamos por supuesto acostumbrados a todo tipo de bromas de Herr Strauss (ver “Elektra”) pero este espectáculo deja todo lo visto en un segundo plano. La música es todo menos agradable y melodiosa. Lo que Herr Strauss ha hecho en la ópera lo está repitiendo él en la sinfonía. De una vez por todas hay que decirle a estos charlatanes lo que pensamos. Herr Strauss ha hecho ya un gran daño. Herr Mahler se está coronando como el rey del mal gusto.”
En este ensayo estuvo presente Josefine von Winter. Junto con Alma y Gucki siguió el ensayo desde el palco de Moll. En su diario cuenta que todo fue bien excepto la sorpresa que le causó Mayr por su “expresión extramadamente fría”, como si únicamente estuviese cumpliendo el mínimo. Al final del ensayo general (4 horas) un estruondoso aplauso estalló en toda la sala y todos los intérpretes se unieron en un saludo. Mahler les agradeció a todos su aplauso en un breve e improvisado discurso y todo el mundo abandonó la sala en el mejor de los humores.”
A lo largo del ensayo Bruno Walter y Oskar Fried asistieron a Mahler. También acudieron amigos de Mahler como su primo Gustav Frank, Adele Marcus de Hamburgo, Arnold Berliner, Rudolf Krzyzanowdki, Gerhart Hauptmann, Kolo Moser, los Neissers. De Francia la condesa Greffulhe, los Clemenceau y Alfredo Casella. De Holanda Mengelberg y Diepenbrock.
A Diepenbrock inicialmente le habían acosado las dudas sobre la obra. En ese sentido escribe a su amigo Hondius van den Broek: “¡La partitura vocal es terrible! El tratamiento del texto del Fausto es igual de malo. La escritura melódica evidencia una inventiva agotada” Pero su escepticismo desapareció tras el primer ensayo. En la siguiente carta, esta vez a su mujer le dice: “Es el viejo Gustav, incluso más bello y no precisamente extravagante. Me caían las lágrimas una y otra vez. Es tremendo y magnífico… la partitura vocal no es una buena guía. No la había estudiado a fondo con lo que me había acercado a la obra con desconfianza ¡Qué suerte que ha salido todo de esta manera! Estreché la mano de Mahler tras el ensayo. “Mi querido Diepenbrock” me dijo ¡Tras el ensayo estaba tan cansado y rodeado de tanta gente!”
En otra carta a van den Broek tras el ensayo le dice: “Lo imposible ha sucedido. La música de Gustav, verdaderamente divina y su espíritu aun más divino me han hecho inmensamente feliz.”
Por su parte Felix Adler narra como toda la ciudad vivía el evento. Cada kiosko, escaparate de las tiendas y cada panel publicitario estaba repleto de grandes posters rojos anunciando el evento mientas que otros más pequeños decoraban trenes y tranvías. “Munich está llena de Gustav Mahler” escribió Adler “pero Gustav Mahler no disfrutará nada de esto. Vive sólo para su trabajo y no ve ni escucha nada de lo que le rodea.”
En ese sentido Julius Stern cuenta como Mahler al observar tanta parafernalia y al ver su nombre en tan grandes letras se tapó la cara con las manos y dijo “me avergüenzo”.
Los artículos y noticias iban más allá de Munich o de Austria y no siempre eran positivos. No todas las opiniones eran tan favorables. Así en Berlín el crítico del Vossiche Zeitung escribe: “El espectáculo musical más grande de todos los tiempos será presentado pronto en Munich. Gustav Mahler, quien dispone de una cierta reputación en ciertos círculos, la cual sin embargo no podemos dejar de considerar dudosa, ha compuesto una sinfonía en la que casi un pueblo entero de juglares y alborotadores toman parte. Estamos por supuesto acostumbrados a todo tipo de bromas de Herr Strauss (ver “Elektra”) pero este espectáculo deja todo lo visto en un segundo plano. La música es todo menos agradable y melodiosa. Lo que Herr Strauss ha hecho en la ópera lo está repitiendo él en la sinfonía. De una vez por todas hay que decirle a estos charlatanes lo que pensamos. Herr Strauss ha hecho ya un gran daño. Herr Mahler se está coronando como el rey del mal gusto.”
Psanquin- administrador
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Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
Alucinante!!! Ya en vida Gustav podía transformar a otras personas! Era Diepenbrock también un fanático?En otra carta a van den Broek tras el ensayo le dice: “Lo imposible ha sucedido. La música de Gustav, verdaderamente divina y su espíritu aun más divino me han hecho inmensamente feliz.”
gustavo- Cantidad de envíos : 3368
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Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
Aprovecho esta mañana lluviosa de domingo, y con una hora más de sueño, para retomar la cronología. Bueno, realmente no la había abandonado nunca, aunque así lo parezca. Pero estas últimas entregas han sido más arduas a la vez que he conseguido nueva información que he estado añadiendo a entregas anteriores.
He acumulado un retraso importante con lo que para ganar tiempo me saltaré el apartado de las extensas críticas de prensa desencadenadas por la Octava. Uno de los momentos más sangrantes de su carrera, especialmente por las procedentes de la conservadora prensa de Munich, que a pesar del éxito aplastante recurrirá a absurdos argumentos para denostar a la obra; uno de ellos el origen judío de Mahler. Estas críticas las iré añadiendo de forma progresiva editando el mensaje del día 14 intentando así avanzar más rápido. En estos momentos, hace cien años, Gustav ya lleva una semana en Nueva York!
He acumulado un retraso importante con lo que para ganar tiempo me saltaré el apartado de las extensas críticas de prensa desencadenadas por la Octava. Uno de los momentos más sangrantes de su carrera, especialmente por las procedentes de la conservadora prensa de Munich, que a pesar del éxito aplastante recurrirá a absurdos argumentos para denostar a la obra; uno de ellos el origen judío de Mahler. Estas críticas las iré añadiendo de forma progresiva editando el mensaje del día 14 intentando así avanzar más rápido. En estos momentos, hace cien años, Gustav ya lleva una semana en Nueva York!
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Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
12 de septiembre: El lunes 12 a las siete y media tenía lugar el esperadísimo estreno en el Festhalle. De acuerdo al periódico de Viena Der Vaterland la primera parte duró de 7.45 a 8.15. Tras una pausa de 5 minutos comenzó la segunda parte que finalizó a las 9.15.
Entre el público asistente estaban varios miembros de la corte de Baviera incluidos el Príncipe Ludwig-Ferdinand y su mujer la archiduquesa Gisela; Freiherr Albert von Speidel intendente de la ópera corte bávara y Ritter von Borch, alcalde Munich. El contingente vienés era especialmente numeroso. En él se contaban miembros del elenco de la Hofoper como Anna von Mildenburg sentada en primera fila con su marido Hermann Bahr, Marie Gutheil-Schoder, Selma Kurz y Erich Schmedes. También de Viena llegaron Franz Schalk, Bruno Walter y Alfred Roller. Entre los editores de muisca estaban presentes Emil Hertzka, Bernard Herzmansky y Oskar von Haase de Breitkopf&Härtel. De Viena también asistieron Otto von Wiener, director de la Gesellschaft der Musikfreunde, Guido Adler, los Hammerschlag, los Redlich y la condesa Wydenbruck. Entre los críticos Julius Korngold acompañado de su hijo Erich Korngold, David Josef Bach, Carl Lafite, Paul Stauber, Richard von Perger, Richard Specht y por supuesto Paul Stefan. También escritores vieneses como Arthur Schnitzler, Hugo von Hofmannsthal y Stefan Zweig así como los compositores Alexander von Zemlinsky y Anton Webern. Otros compositores presentes fueron Richard Strauss, Max von Schillings, Max Reger, Siegfried Wagner y el amigo de Nietzsche Peter Gast. De Berlín Max Reinhardt, Lilli Lehmann con el crítico Oscar Bie; el crítico Arthur Seidl de Leipzig, los Neissers de Breslau y Artur Bodzanky de Mannheim. El mundo de las letras estuvo representado por Thomas Mann a quien su cuñado Klaus Pringsheim advirtió del evento. Francia envió un amplio grupo de críticos, pues inmediatamente después de la Octava tendrían lugar las jornadas de música francesa. Entre ellos estaban Jules Écorcheville, Paul de Stoecklin, Léon Vallas y los compositores Paul Dukas y el decano de laos compositores franceses Camille Saint-Saëns. También acudieron el director y compositor Rhené-Bâton y el crítico más afín a Mahler, Gustave Bret. De América el crítico neoyorquino del principal periódico en alemán, Maurice Baumfeld -amigo de Mahler- y el joven director Leopold Stokowski que estaba en esas fechas conduciendo en Europa.
La ausencia de Felix Mottl era previsible.No sólo eso; era de esperar que crease dificultades. Es probable que el reemplazo de la Mater Gloriosa, la muniquesa Irma Koboth por Emma Bellwidt de Frankfurt fuese debido a la influencia negativa de Mottl. A su vez, en la segunda interpretación ésta última tuvo que regresar a Frankfurt por motivos familiares y su papel fue asumido por Martha Winternitz-Dorda. Respecto a Mottl es significativo como Katia Mann narra que Mahler, necesitando un instrumento infrecuente, probablemente un glockenspiel, se encontró al pedirlo prestado a la Opera con la tajante respuesta de que Mottl lo necesitaba esa noche.
El Neues Münchner Tagblatt: describe la escena a la entrada de la sala justo antes de la premiere:
“En el exterior del pabellón, por todo el suelo, se habían encendido lámparas eléctricas cuya luz violeta clara luchaba contra el crepúsculo. Cientos y cientos de automóviles llegaban rugiendo y chirriando, para aparcar delante de la sala dejando con ellos un fuerte olor. Este olor por si sólo era suficiente para dar a entender que algo especial estaba sucediendo en el normalmente idílico escenario de nuestra exposición.
Munich una vez más estaba “dirigiendo el mundo” en el campo de la música: uno tenía la sensación de que era obligado estar allí.
Así, a pesar de los altos precios, la sala estaba llena para la ocasión hasta el último asiento. Los hombres asistían vestidos de solemne negro, incluso algunos en fracs. A su lado incontables orgullosas bellezas cuyos atractivos estaban aumentados por el exquisito esplendor de sus vestidos. […] Por todas partes se veían muchos miembros de la aristocracia –de cuna e intelectual-, interesantes cabezas del mundo musical con peinados más o menos brillantes.”
El crítico continúa describiendo el ambiente en el interior de la sala, justo antes de que Mahler apareciese, a las 7.45 aproximadamente:
“La sala, efervescente de nerviosos comentarios, estalló repentinamente en una alegría ensordecedora. Un hombre diminuto se abrió camino con dificultad entre la masa de intérpretes, trepó los escalones hasta lo alto del pódium y se inclinó ante la ovación atronadora. Inmediatamente la intensa agitación dio paso al más profundo silencio. A un signo del pequeño hombre los tres coros se levantaron con uno de esos movimientos colectivos que uno sólo puede observar en los cuarteles militares de nuestros países. Un poderoso acorde del órgano y 500 gargantas estallaron en un grito fervoroso: Veni creator spiritus.”
Otro testigo, Maurice Baumfeld, escribió que tan pronto como Mahler hizo su aparición a través de la muchedumbre de intérpretes:
“Como respondiendo a un signo preconvenido todo el público se puso en pié. Como si se recibiese a una alteza. No podría decirse de quien salió la idea de hacerlo. Fue uno de esos notables fenómenos de la psicología de las masas que espontáneamente se puso en marcha sin que ninguna orden fuese dada. Cuando el visiblemente sorprendido Mahler se inclinó para agradecer este saludo real estalló una tormenta de aplausos como uno raramente ha escuchado en tales situaciones. Fue un triunfo para un hombre cuya extraordinaria importancia como compositor, director y personalidad habían sido reconocidas de forma creciente en Europa año tras año. Un franco homenaje personal de seguidores de todas las escuelas y categorías posibles para el artista cuya máxima fuerza era su autoridad. Solamente cuando Mahler podía ejercitar su suprema y testaruda voluntad se encontraba en la posición de ofrecer los mejores resultados. Pero en un instante todo su nerviosismo se desvaneció. Con un mínimo de gestos, o mejor incluso, con miradas penetrantes, literalmente extrajo de los intérpretes hazañas de las cuales ellos nunca se hubiesen creído capaces.”
Desde el punto de vista musical uno de los testimonios del estreno más conmovedores fue el enviado por Anton Webern a su maestro Arnold Schoenberg quien no había podido acudir a Munich por sus compromisos docentes en Viena y por sus continuas y crecientes dificultades económicas. Es una carta del 12 de septiembre:
“… soy incapaz de describir cuán bella es la sinfonía de Mahler. Una riqueza de ideas, una intensidad emocional, la más sobrenatural de las emociones. En la segunda parte se crea intimidad y ternura: 5 arpas, celesta, mandolinas, piano, harmonio con las más suaves maderas y los metales con sordina cantando en pp –¡entrada del coro místico! Es indescriptible… Como una ola de sonido y de magnífica belleza que va y viene. “Mirad a a lo alto, piadosos penitentes (Blicket auf, ihr reuig Zarten…)” ¡¡¡Estas palabras, “piadosos penitentes”!!! Tan hermosas.
El primer movimiento no tiene parangón en su impacto. En el final el volumen alcanza su máxima intensidad cuando las sopranos cantan su agudo do mayor y las trompetas dan la misma nota. Es difícilmente soportable. Durante uno de los ensayos Mahler dijo: “Este pasaje del Accende lumen sensibus es donde se levanta el puente que nos traslada a la última escena del Fausto de Goethe. Este momento es la clave de toda la obra.”
En su globalidad la obra rebasa cualquier concepción; estoy totalmente superado por ella. En otra ocasión dijo: “La obra de arte, la suprema creación de Dios”.Sólo pude cruzar una breve palabra con Mahler; estrechó mi mano y me preguntó como estaba. De ahí partió directamente hacia el ensayo (no pudo parar pues estaba en el vestíbulo). Por eso no pude darle su saludo. Esta tarde será la interpretación. He vivido muchas emociones en Munich. Se las contaré en Viena.
Sólo una cosa más: el Festhalle es muy bello y acústicamente muy bueno. Mi impresión fue que deberían interpretarse aquí sus Gurrelieder. Le imaginaba en el pódium.”
La versión de Alma de los eventos:
“Todo Munich así como todos los que habían acudido para la ocasión, eran presa de la mayor de las emociones. El ensayo final provocó fervorosas muestras de entusiasmo, pero esto no fue nada comparado con la propia interpretación. Toda la audiencia se puso en pié cuando Mahler subió a su posición en el pódium. El silencio sobrecogedor que siguió fue el más impresionante signo de homenaje que un artista puede recibir. Sentada en el palco casi era incapaz de disfrutar por la excitación.
Y entonces Mahler, ese divino demonio, subyugó a estas inmensas fuerzas, convirtiéndolas en fuentes de luz. La experiencia fue indescriptible. También fue indescriptible la emoción que siguió. Todo el público se levantó hacia la plataforma. Esperé detrás del escenario en un estado de profunda emoción hasta que la explosión terminó.”
Esta es la extática descripción de Gutmann:
“Cuando en medio de la penumbra de la vasta sala Mahler ascendió los escalones del pódium, el blanco y negro de los intérpretes fundido con la negrura del público hizo que todo el mundo sintiese que una masa atávica iba a adquirir vida, a adquirir un corazón que empezaría a latir. En ese momento no había ni cantantes, ni público, ni instrumentos, ni escenario, sólo un único cuerpo con múltiples venas y nervios esperando que la sangre y el aire del arte le infundiese vida. Ningún otro director inspiraba en todo el mundo esta inevitable inclinación a entregarse a la obra de arte y a la apreciación del arte. El nombre y el propósito de este cuerpo se convirtió en concepto: un público de amantes del arte. Y Mahler bajó su batuta y el vital flujo sanguíneo fue impulsado a través de su cuerpo y los labios de toda la humanidad reunida en la montaña sagrada se abrieron por vez primera en un grito fervoroso: Veni creator spiritus.”
En términos no menos literarios esta es la crónica de Paul Stefan¨
“La vasta sala llena hasta el último resquicio. Amigos cercanos y lejanos. Incluso imposible saludarse. Tres mil personas tienen entradas para la primera interpretación ¿o son cuatro mil? ¿Tiene la sala más espacio? Y mil están en el escenario. Una señal de la pequeña batuta y todo empieza; invocando al espíritu creador. Un viejo himno, una nueva melodía. La ansiedad se hace impetuosa. Una pausa imperceptible y se crea un amago de aplauso. Y se produce la visión del cielo desde la tragedia de Fausto, la más sublime de las alegorías. La vasta masa desaparece; permanecen los ángeles y los espíritus. Elevación. Una fé sin igual. Se hace realidad. Todos los mundos y cada fuerza afirman cada fé ¿Es el fin? Contemplad, espera el silencio. Otro instante. Los tres mil en lo bajo estallan. Es un delirio. Durante media hora Mahler tiene que inclinarse en agradecimiento. Los niños del coro que han estado tan orgullosos de él corren hacia él, cogen sus manos y se niegan a liberarlo. Tiene que estrechar sus manos con todo el mundo ¿Cómo podrá llegar a su coche? Incluso hoy puedo ver la radiante expresión en su cara.
La segunda interpretación fue una repetición de lo mismo. La misma férrea voluntad de acero, amo supremo en su puesto. Nadie jamás escuchará la obra de esta manera. Fue una perfección sin precedente.”
El escritor Emil Ludwig escribe una notable cróncia que fue publicada pocos días después de la muerte de Mahler bajo el título El Mago (Der Magier; en el Deutsche Montagszeitung, el 29 de mayo de 1911).
“Es cierto: los tres mil asientos estaban vendidos cuando los “mil intérpretes” fueron anunciados; una muchedumbre arrastraba a la otra. Pero la extraordinaria seriedad del proyecto lo distanciaba del festival para las masas en que había degenerado el círculo de Bayreuth. No se esperaba ninguna sensación ni ningún efecto especial ¿Sería posible? ¿Algo más que una sinfonía?
Una señal nos reunió. Con asombro nos dimos cuenta que también aquí había algo que ver. Este coliseo repleto de gente desde cuyos tres cuartos de circunferencia gente elegantemente vestida observaba a su contrapartida de mil personas en blanco y negro –coros de mujeres, niños y hombres- mientras esperaban por un solo individuo. Él llegó. La gente aplaudió. Mahler permaneció en pié delante de todos preparado para la acción pero no se inclinó. Durante dos eternos segundos la luz brilló en sus lentes y a uno se le representó brevemente la imagen de un religioso matemático. Inmediatamente la sala se sumió en la oscuridad, mientras los coros y la orquesta permanecían en la luz. La sinfonía empezó.
Lo que estalló fue similar a una visión.
De nuestro lado era de noche y las caras silenciosas se emborronaban en la oscuridad. Del otro lado estaba el día, las caras radiantes, en lo alto cantaban serias mujeres en trajes blancos y cientos de alegres niños, como si todos fueran una sola voz. Pero entre ellos estaba un pequeño hombre, de espaldas, totalmente oscuro frente a la luz deslumbrante que con una pequeña batuta obraba el milagro. Estaba en el umbral. Su ropa elegante era invisible: sólo se podía ver su corta y oscura figura que incesantemente agitaba su pequeña batuta negra. Entre la muchedumbre sentada que esperaba y escuchaba sin respiración y las figuras de la luz que alzadas sobre el suelo cantaban un himno: en su ubicación recordaba a un mago. En los ojos de aquellos que atravesaban la oscuridad y escuchaban era un mago negro, mientras que para los demás –aquellos a los que miraba y que permanecían en la luz- debe haber aparecido blanco, brillantemente radiante. Pero mientras permanecía entre dos masas dominándolas con su batuta no era consciente de nada de todo esto. Él era el director. Cuanto esta visión más profundamente encandilaba al espectador más radiante sentía los sonidos que surgían del reino de la oscuridad en la cual él se sentaba y escuchaba…
Señalando con sus dos brazos, el mago parecía estar preparando un gran crescendo final. Creció y creció más poderoso. Desde cada esquina las voces fluían, la orquesta tocaba con más energía y el final se intuía y uno temía lo estridente que podría ser si todas las fuerzas se unían en un fortísimo. Pero el mago era más sabio y produjo sólo un forte, apoyándolo de una forma indescriptible con un poderoso órgano que se unía al clímax. Tres mil personas escuchaban. Una vez más la pequeña batuta se levantó y se bajó. Entonces el mayor tributo a una obra de arte llegó de la multitud; hubo un silencio de dos a cuatro segundos. Sólo cuando la multitud había estallado en una tremenda ovación, descargando su energía reprimida, sólo entonces Mahler se inclinó. La primera y segunda ocasión parecía estar en otro lugar, pero después se incorporó y miró a través de sus gafas al público entusiasta. Ellos no le dieron nada. Pero a los niños que habían cantado tan valientemente y que ahora le rodeaban no dejaba de ofrecerles sus manos con una sonrisa.”
El inmenso entusiasmo de los niños fue descrito en muchas fuentes, una de ellas es Bruno Walter que lo contó así muchos años más tarde (Entrevista con Bruno Walter en Fremden-Blatt 18 de Febrero de 1912)
“Al final de la primera interpretación mientras todo el mundo estaba aclamando al compositor cientos de pequeñas manos blanquecinas se extendían hacia el gran artista para que pudiera estrecharlas ¡una a una! Fue una escena que deshizo a los miles de espectadores en lágrimas. Fue un milagro que no sucediese ningún accidente porque observamos con horror que la balaustrada del escenario que estaba a cierta distancia del suelo comenzaba a romperse por el peso de los chicos, pero el momento peligroso pasó y y los chicos partieron sanos y salvos.”
Para Walter el momento más grande fue cuando “el Spiritu creator, cuyo fuego le inspiró, es llamado y miles de voces gritan expresando el deseo de su vida Accende lumen sensibus, infunde amorem cordibus!”.
El único discípulo genuino de Mahler permanecerá agredecido para el resto de su vida por haber vivido ese momento:
“Que le fuese permitido dar al mundo a través de las voces de una poderosa masa coral el leitmotif de su alma angustiada, que fuese capaz de pronunciar el mensaje de su vida y su fé mientras las semillas de la muerte estaban ya en su corazón fue una emoción más allá de cualquiera que había experimentado.
Cuando la última nota se apagó y una tormenta de aplausos estalló hacia él Mahler escaló a la cima de la plataforma donde se situaba el coro de niños. Fue a lo largo de la fila dando la mano a todas las que le recibían. El tributo de amor de los jóvenes le llenaba de esperanza por el futuro de su obra y le llenaba de una profunda alegría. Durante los ensayos sus amigos habían notado ansiosamente muchos signos de debilidad física. Pero durante la interpretación parecía estar en la cima de sus fuerzas. Su espíritu elevado dio a su cansado corazón su viejo vigor.”
Al final del segundo concierto los niños le entregaron una corona de laurel. Había expresado su rechazo a cualquier tipo de presente de ese estilo pero se sintió sorprendido y lo aceptó. Así lo describe Philip Greeley Clapp: “Su prestancia en el escenario que normalmente era abrupta, precisa e impersonal cambió y su cara se iluminó con placer. Los niños que habían permanecido al fondo de la plataforma, detrás de la balaustrada, se acercaron para felicitarle empujándose unos a otros para poder estrechar su mano.”
Léon Vallas, el crítico de Lyon describió “al final de la interpretación el entusiasmo delirante por parte de la gran mayoría del público se reflejó en interminables ovaciones para el compositor. Una vista maravillosa los mil intérpretes agitando sus partituras en un gesto organizado sugiriendo que había sido planeado previamente. Magnífica imagen, inolvidable.”
Julius Korngold escribió posteriormente a la muerte de Mahler sobre el estreno:
“Seguimos los ensayos de esta colosal sinfonía con gran suspense. Erich estaba extrañamente excitado. En la semi-oscuridad de la gran sala de exposiciones, el diminuto y frágil hombre caminó hacia el pódium coronado con una piña de cantantes e instrumentistas. Sus gestos, propios de un espectro hoffmanniano, parecieron aun más fantasmagóricos cuando levantó su batuta como si fuese a conjurar a los espíritus. Describiendo extraños signos, provocando bendiciones y maldiciones, parecía como si lanzase flores y ráfagas de fuego sobre la masa de oyentes. Esta noble sinfonía, con su gran recreación sobre la belleza, parecía engendrada por Fausto –la transfiguración de Mahler y símbolo de su ascenso- como otro Dr.Marianus en la cumbre del espacio más puro de la creación musical. Para sus contemporáneos también se elevó todavía más alto cuando adquirió ese distanciamiento que sólo la muerte impone.”
Esta es la evocación de Lilli Lehmann en Mein Weg (1920):
“Mahler había envejecido considerablemente. Me asustó su aspecto. Su obra que estaba escrita para mil intérpretes sonó como si naciese de un solo instrumento y de una sola garganta. La segunda parte de la sinfonía, basada en la segunda parte del Fausto, la encontré intensamente afectiva. No sé cuál fue la causa; la música, la visión de Mahler, un presentimiento de la muerte, las palabras de Goethe, los recuerdos de Schumann o mi juventud; no lo sé. Todo lo que sé es que a lo largo de toda la segunda parte se apoderó de mi la mayor emoción; fui incapaz de recobrarme. Cuando fui a verle a la mañana siguiente estaba rodeado de mucha gente pero era la amabilidad personificada; bajó en persona a buscar a Riezl, mi hermana, que estaba esperando conmigo abjo y se resistía a dejarnos marchar.”
Richard Specht:
“Cualquiera que viese a Mahler allí de pié, rodeado durante casi media hora por hombres y mujeres riendo y llorando, dándole las gracias entre lagrimas o que viese el espectáculo de la multitud agitando sus pañuelos, pateando, aplaudiendo, que viese su expresión sonriente, feliz, su morena y radiante cara y sus ojos que miraban de forma penetrante hacia su interior y hacia su pasado, debe haber tenido el sentimiento de que se debía sentir en la cumbre de su existencia y que disfrutaba la hora de su triunfo más grande. Pero un joven artista que estaba a mi lado y que apasionadamente había bramado y gritado su aprobación, repentinamente se paró y miró a Mahler temblando, diciendo tranquilamente, casi para si mismo: “Pronto morirá”. Me giré enfadado y aturdido. Pero él solo agito su cabeza y dijo: “Mira a sus ojos. Esa no es la mirada de un triunfador en la vida, ni la de un hombre presto para nuevos triunfos. Solo la de alguien en cuyos hombros la muerte ha puesto una mano.”
Alma describe el final del concierto:
“Varios amigos nuestros nos estaban esperando a la salida, entre ellos Max Reinhardt, Roller, los Neisser, Erler, Berliner, los Clemenceau y Paul Stefan. Más allá, en la puerta, un rico y excéntrico americano de Nueva York, James Loeb que no nos dejaba pasar mascullaba: “Desde-desde-desde Brahms nada ha sido escrito equiparable”. Le empujamos a la fuerza para poder pasar. Mahler detestaba las lisonjas de cualquier tipo. Para él la apreciación de gente que no entendía de música era despreciable.
Había sido reservada otra habitación donde los invitados de Mahler se reunieron para celebrar la ocasión. Él y yo nos limitamos a sentarnos para al momento encontrarnos rodeados de todos los miembros de su familia. Cuando me e escribió una nota diciéndome que esto no era una reunión familiar –busqué un asiento en otra parte. Me senté con los Neissers que compartían la mesa con Erler, Berliner y Klenau. Mahler pronto me siguió riendo. Pasamos una tarde muy alagre. Mahler fue honrado y aclamado por todo el mundo. La noche resultó encantadora y tierna; terminamos hablando hasta la madrugada con Gucki, nuestra pequeña, durmiendo a nuestro lado.”
Alma cuenta otra anécdota aunque no la publicó en sus memorias por razones obvias: “Madame Clemenceau estaba esperando en la puerta con el fin de ser la primera en felicitar a Mahler cuando éste llegase. Ella se acercó con los brazos abiertos para abrazarle. Pero estaba muy maquillada y tan fea que Mahler para escabullirse dijo, “Mi mujer se va a poner celosa” a lo cual Alma dijo “Hoy puedes hacer lo que te apetezca.”
También recuerda Alma como después del concierto: “Berliner me dijo: “Alma, todo el mundo está felicitando a Mahler. Pero tu has sufrido por la Octava y mereces también algo. Mañana a la noche vendréis a la habitación de Frau Neisser en el hotel Vier Jahreszeiten y allí una sorpresa os estará esperando.
Al día siguiente hicimos como nos dijeron. Allí nos encontramos con una muetsra de costosos trabajos de orfebrería todos diseñados por Fritz Erler. No me gustó ninguno de ellos. Eran demasiado modernos: cabezas de Juan el Bautista realizadas en marfil y anilladas para formar un collar, una cabeza de Cristo como colgante. De reojo me encontré con tres barrocas perlas encadeanadas y las elegí.
Mahler y yo hicimos un viaje en coche por el campo inmediatamente después. Desafortunadamente estaba de mal humor. Estaba resentido con Berliner por su idea de hacerme un regalo. Quiso comprar las perlas de su bolsillo para dármelas. Le dije que no tenía sentido, era una idea de Berliner y muy buena. “¿Entonces te gusta? Me preguntaba una y otra vez ¿Es realmente tal placer? Ciertamente lo era y no podía evitarlo. Era la primera pieza de joyería que había recibido en mi vida.”
Alma olvidaba que ella misma en sus memorias de los días previos menciona los anillos de prometida.
Franz Schalk comenta sobre la recepción tras el estreno: “Parecía tranquilo y totalmente satisfecho con su obra, su voz sonaba extraordinariamente tranquila y tierna. Aun así, no se sentía totalmente a gusto con sus admiradores e incondicionales partisanos cuyo celo frecuentemente le exasperaba.” (Neues Wiener Tagblatt; 8.IV.1918).
Entre el público asistente estaban varios miembros de la corte de Baviera incluidos el Príncipe Ludwig-Ferdinand y su mujer la archiduquesa Gisela; Freiherr Albert von Speidel intendente de la ópera corte bávara y Ritter von Borch, alcalde Munich. El contingente vienés era especialmente numeroso. En él se contaban miembros del elenco de la Hofoper como Anna von Mildenburg sentada en primera fila con su marido Hermann Bahr, Marie Gutheil-Schoder, Selma Kurz y Erich Schmedes. También de Viena llegaron Franz Schalk, Bruno Walter y Alfred Roller. Entre los editores de muisca estaban presentes Emil Hertzka, Bernard Herzmansky y Oskar von Haase de Breitkopf&Härtel. De Viena también asistieron Otto von Wiener, director de la Gesellschaft der Musikfreunde, Guido Adler, los Hammerschlag, los Redlich y la condesa Wydenbruck. Entre los críticos Julius Korngold acompañado de su hijo Erich Korngold, David Josef Bach, Carl Lafite, Paul Stauber, Richard von Perger, Richard Specht y por supuesto Paul Stefan. También escritores vieneses como Arthur Schnitzler, Hugo von Hofmannsthal y Stefan Zweig así como los compositores Alexander von Zemlinsky y Anton Webern. Otros compositores presentes fueron Richard Strauss, Max von Schillings, Max Reger, Siegfried Wagner y el amigo de Nietzsche Peter Gast. De Berlín Max Reinhardt, Lilli Lehmann con el crítico Oscar Bie; el crítico Arthur Seidl de Leipzig, los Neissers de Breslau y Artur Bodzanky de Mannheim. El mundo de las letras estuvo representado por Thomas Mann a quien su cuñado Klaus Pringsheim advirtió del evento. Francia envió un amplio grupo de críticos, pues inmediatamente después de la Octava tendrían lugar las jornadas de música francesa. Entre ellos estaban Jules Écorcheville, Paul de Stoecklin, Léon Vallas y los compositores Paul Dukas y el decano de laos compositores franceses Camille Saint-Saëns. También acudieron el director y compositor Rhené-Bâton y el crítico más afín a Mahler, Gustave Bret. De América el crítico neoyorquino del principal periódico en alemán, Maurice Baumfeld -amigo de Mahler- y el joven director Leopold Stokowski que estaba en esas fechas conduciendo en Europa.
La ausencia de Felix Mottl era previsible.No sólo eso; era de esperar que crease dificultades. Es probable que el reemplazo de la Mater Gloriosa, la muniquesa Irma Koboth por Emma Bellwidt de Frankfurt fuese debido a la influencia negativa de Mottl. A su vez, en la segunda interpretación ésta última tuvo que regresar a Frankfurt por motivos familiares y su papel fue asumido por Martha Winternitz-Dorda. Respecto a Mottl es significativo como Katia Mann narra que Mahler, necesitando un instrumento infrecuente, probablemente un glockenspiel, se encontró al pedirlo prestado a la Opera con la tajante respuesta de que Mottl lo necesitaba esa noche.
El Neues Münchner Tagblatt: describe la escena a la entrada de la sala justo antes de la premiere:
“En el exterior del pabellón, por todo el suelo, se habían encendido lámparas eléctricas cuya luz violeta clara luchaba contra el crepúsculo. Cientos y cientos de automóviles llegaban rugiendo y chirriando, para aparcar delante de la sala dejando con ellos un fuerte olor. Este olor por si sólo era suficiente para dar a entender que algo especial estaba sucediendo en el normalmente idílico escenario de nuestra exposición.
Munich una vez más estaba “dirigiendo el mundo” en el campo de la música: uno tenía la sensación de que era obligado estar allí.
Así, a pesar de los altos precios, la sala estaba llena para la ocasión hasta el último asiento. Los hombres asistían vestidos de solemne negro, incluso algunos en fracs. A su lado incontables orgullosas bellezas cuyos atractivos estaban aumentados por el exquisito esplendor de sus vestidos. […] Por todas partes se veían muchos miembros de la aristocracia –de cuna e intelectual-, interesantes cabezas del mundo musical con peinados más o menos brillantes.”
El crítico continúa describiendo el ambiente en el interior de la sala, justo antes de que Mahler apareciese, a las 7.45 aproximadamente:
“La sala, efervescente de nerviosos comentarios, estalló repentinamente en una alegría ensordecedora. Un hombre diminuto se abrió camino con dificultad entre la masa de intérpretes, trepó los escalones hasta lo alto del pódium y se inclinó ante la ovación atronadora. Inmediatamente la intensa agitación dio paso al más profundo silencio. A un signo del pequeño hombre los tres coros se levantaron con uno de esos movimientos colectivos que uno sólo puede observar en los cuarteles militares de nuestros países. Un poderoso acorde del órgano y 500 gargantas estallaron en un grito fervoroso: Veni creator spiritus.”
Otro testigo, Maurice Baumfeld, escribió que tan pronto como Mahler hizo su aparición a través de la muchedumbre de intérpretes:
“Como respondiendo a un signo preconvenido todo el público se puso en pié. Como si se recibiese a una alteza. No podría decirse de quien salió la idea de hacerlo. Fue uno de esos notables fenómenos de la psicología de las masas que espontáneamente se puso en marcha sin que ninguna orden fuese dada. Cuando el visiblemente sorprendido Mahler se inclinó para agradecer este saludo real estalló una tormenta de aplausos como uno raramente ha escuchado en tales situaciones. Fue un triunfo para un hombre cuya extraordinaria importancia como compositor, director y personalidad habían sido reconocidas de forma creciente en Europa año tras año. Un franco homenaje personal de seguidores de todas las escuelas y categorías posibles para el artista cuya máxima fuerza era su autoridad. Solamente cuando Mahler podía ejercitar su suprema y testaruda voluntad se encontraba en la posición de ofrecer los mejores resultados. Pero en un instante todo su nerviosismo se desvaneció. Con un mínimo de gestos, o mejor incluso, con miradas penetrantes, literalmente extrajo de los intérpretes hazañas de las cuales ellos nunca se hubiesen creído capaces.”
Desde el punto de vista musical uno de los testimonios del estreno más conmovedores fue el enviado por Anton Webern a su maestro Arnold Schoenberg quien no había podido acudir a Munich por sus compromisos docentes en Viena y por sus continuas y crecientes dificultades económicas. Es una carta del 12 de septiembre:
“… soy incapaz de describir cuán bella es la sinfonía de Mahler. Una riqueza de ideas, una intensidad emocional, la más sobrenatural de las emociones. En la segunda parte se crea intimidad y ternura: 5 arpas, celesta, mandolinas, piano, harmonio con las más suaves maderas y los metales con sordina cantando en pp –¡entrada del coro místico! Es indescriptible… Como una ola de sonido y de magnífica belleza que va y viene. “Mirad a a lo alto, piadosos penitentes (Blicket auf, ihr reuig Zarten…)” ¡¡¡Estas palabras, “piadosos penitentes”!!! Tan hermosas.
El primer movimiento no tiene parangón en su impacto. En el final el volumen alcanza su máxima intensidad cuando las sopranos cantan su agudo do mayor y las trompetas dan la misma nota. Es difícilmente soportable. Durante uno de los ensayos Mahler dijo: “Este pasaje del Accende lumen sensibus es donde se levanta el puente que nos traslada a la última escena del Fausto de Goethe. Este momento es la clave de toda la obra.”
En su globalidad la obra rebasa cualquier concepción; estoy totalmente superado por ella. En otra ocasión dijo: “La obra de arte, la suprema creación de Dios”.Sólo pude cruzar una breve palabra con Mahler; estrechó mi mano y me preguntó como estaba. De ahí partió directamente hacia el ensayo (no pudo parar pues estaba en el vestíbulo). Por eso no pude darle su saludo. Esta tarde será la interpretación. He vivido muchas emociones en Munich. Se las contaré en Viena.
Sólo una cosa más: el Festhalle es muy bello y acústicamente muy bueno. Mi impresión fue que deberían interpretarse aquí sus Gurrelieder. Le imaginaba en el pódium.”
La versión de Alma de los eventos:
“Todo Munich así como todos los que habían acudido para la ocasión, eran presa de la mayor de las emociones. El ensayo final provocó fervorosas muestras de entusiasmo, pero esto no fue nada comparado con la propia interpretación. Toda la audiencia se puso en pié cuando Mahler subió a su posición en el pódium. El silencio sobrecogedor que siguió fue el más impresionante signo de homenaje que un artista puede recibir. Sentada en el palco casi era incapaz de disfrutar por la excitación.
Y entonces Mahler, ese divino demonio, subyugó a estas inmensas fuerzas, convirtiéndolas en fuentes de luz. La experiencia fue indescriptible. También fue indescriptible la emoción que siguió. Todo el público se levantó hacia la plataforma. Esperé detrás del escenario en un estado de profunda emoción hasta que la explosión terminó.”
Esta es la extática descripción de Gutmann:
“Cuando en medio de la penumbra de la vasta sala Mahler ascendió los escalones del pódium, el blanco y negro de los intérpretes fundido con la negrura del público hizo que todo el mundo sintiese que una masa atávica iba a adquirir vida, a adquirir un corazón que empezaría a latir. En ese momento no había ni cantantes, ni público, ni instrumentos, ni escenario, sólo un único cuerpo con múltiples venas y nervios esperando que la sangre y el aire del arte le infundiese vida. Ningún otro director inspiraba en todo el mundo esta inevitable inclinación a entregarse a la obra de arte y a la apreciación del arte. El nombre y el propósito de este cuerpo se convirtió en concepto: un público de amantes del arte. Y Mahler bajó su batuta y el vital flujo sanguíneo fue impulsado a través de su cuerpo y los labios de toda la humanidad reunida en la montaña sagrada se abrieron por vez primera en un grito fervoroso: Veni creator spiritus.”
En términos no menos literarios esta es la crónica de Paul Stefan¨
“La vasta sala llena hasta el último resquicio. Amigos cercanos y lejanos. Incluso imposible saludarse. Tres mil personas tienen entradas para la primera interpretación ¿o son cuatro mil? ¿Tiene la sala más espacio? Y mil están en el escenario. Una señal de la pequeña batuta y todo empieza; invocando al espíritu creador. Un viejo himno, una nueva melodía. La ansiedad se hace impetuosa. Una pausa imperceptible y se crea un amago de aplauso. Y se produce la visión del cielo desde la tragedia de Fausto, la más sublime de las alegorías. La vasta masa desaparece; permanecen los ángeles y los espíritus. Elevación. Una fé sin igual. Se hace realidad. Todos los mundos y cada fuerza afirman cada fé ¿Es el fin? Contemplad, espera el silencio. Otro instante. Los tres mil en lo bajo estallan. Es un delirio. Durante media hora Mahler tiene que inclinarse en agradecimiento. Los niños del coro que han estado tan orgullosos de él corren hacia él, cogen sus manos y se niegan a liberarlo. Tiene que estrechar sus manos con todo el mundo ¿Cómo podrá llegar a su coche? Incluso hoy puedo ver la radiante expresión en su cara.
La segunda interpretación fue una repetición de lo mismo. La misma férrea voluntad de acero, amo supremo en su puesto. Nadie jamás escuchará la obra de esta manera. Fue una perfección sin precedente.”
El escritor Emil Ludwig escribe una notable cróncia que fue publicada pocos días después de la muerte de Mahler bajo el título El Mago (Der Magier; en el Deutsche Montagszeitung, el 29 de mayo de 1911).
“Es cierto: los tres mil asientos estaban vendidos cuando los “mil intérpretes” fueron anunciados; una muchedumbre arrastraba a la otra. Pero la extraordinaria seriedad del proyecto lo distanciaba del festival para las masas en que había degenerado el círculo de Bayreuth. No se esperaba ninguna sensación ni ningún efecto especial ¿Sería posible? ¿Algo más que una sinfonía?
Una señal nos reunió. Con asombro nos dimos cuenta que también aquí había algo que ver. Este coliseo repleto de gente desde cuyos tres cuartos de circunferencia gente elegantemente vestida observaba a su contrapartida de mil personas en blanco y negro –coros de mujeres, niños y hombres- mientras esperaban por un solo individuo. Él llegó. La gente aplaudió. Mahler permaneció en pié delante de todos preparado para la acción pero no se inclinó. Durante dos eternos segundos la luz brilló en sus lentes y a uno se le representó brevemente la imagen de un religioso matemático. Inmediatamente la sala se sumió en la oscuridad, mientras los coros y la orquesta permanecían en la luz. La sinfonía empezó.
Lo que estalló fue similar a una visión.
De nuestro lado era de noche y las caras silenciosas se emborronaban en la oscuridad. Del otro lado estaba el día, las caras radiantes, en lo alto cantaban serias mujeres en trajes blancos y cientos de alegres niños, como si todos fueran una sola voz. Pero entre ellos estaba un pequeño hombre, de espaldas, totalmente oscuro frente a la luz deslumbrante que con una pequeña batuta obraba el milagro. Estaba en el umbral. Su ropa elegante era invisible: sólo se podía ver su corta y oscura figura que incesantemente agitaba su pequeña batuta negra. Entre la muchedumbre sentada que esperaba y escuchaba sin respiración y las figuras de la luz que alzadas sobre el suelo cantaban un himno: en su ubicación recordaba a un mago. En los ojos de aquellos que atravesaban la oscuridad y escuchaban era un mago negro, mientras que para los demás –aquellos a los que miraba y que permanecían en la luz- debe haber aparecido blanco, brillantemente radiante. Pero mientras permanecía entre dos masas dominándolas con su batuta no era consciente de nada de todo esto. Él era el director. Cuanto esta visión más profundamente encandilaba al espectador más radiante sentía los sonidos que surgían del reino de la oscuridad en la cual él se sentaba y escuchaba…
Señalando con sus dos brazos, el mago parecía estar preparando un gran crescendo final. Creció y creció más poderoso. Desde cada esquina las voces fluían, la orquesta tocaba con más energía y el final se intuía y uno temía lo estridente que podría ser si todas las fuerzas se unían en un fortísimo. Pero el mago era más sabio y produjo sólo un forte, apoyándolo de una forma indescriptible con un poderoso órgano que se unía al clímax. Tres mil personas escuchaban. Una vez más la pequeña batuta se levantó y se bajó. Entonces el mayor tributo a una obra de arte llegó de la multitud; hubo un silencio de dos a cuatro segundos. Sólo cuando la multitud había estallado en una tremenda ovación, descargando su energía reprimida, sólo entonces Mahler se inclinó. La primera y segunda ocasión parecía estar en otro lugar, pero después se incorporó y miró a través de sus gafas al público entusiasta. Ellos no le dieron nada. Pero a los niños que habían cantado tan valientemente y que ahora le rodeaban no dejaba de ofrecerles sus manos con una sonrisa.”
El inmenso entusiasmo de los niños fue descrito en muchas fuentes, una de ellas es Bruno Walter que lo contó así muchos años más tarde (Entrevista con Bruno Walter en Fremden-Blatt 18 de Febrero de 1912)
“Al final de la primera interpretación mientras todo el mundo estaba aclamando al compositor cientos de pequeñas manos blanquecinas se extendían hacia el gran artista para que pudiera estrecharlas ¡una a una! Fue una escena que deshizo a los miles de espectadores en lágrimas. Fue un milagro que no sucediese ningún accidente porque observamos con horror que la balaustrada del escenario que estaba a cierta distancia del suelo comenzaba a romperse por el peso de los chicos, pero el momento peligroso pasó y y los chicos partieron sanos y salvos.”
Para Walter el momento más grande fue cuando “el Spiritu creator, cuyo fuego le inspiró, es llamado y miles de voces gritan expresando el deseo de su vida Accende lumen sensibus, infunde amorem cordibus!”.
El único discípulo genuino de Mahler permanecerá agredecido para el resto de su vida por haber vivido ese momento:
“Que le fuese permitido dar al mundo a través de las voces de una poderosa masa coral el leitmotif de su alma angustiada, que fuese capaz de pronunciar el mensaje de su vida y su fé mientras las semillas de la muerte estaban ya en su corazón fue una emoción más allá de cualquiera que había experimentado.
Cuando la última nota se apagó y una tormenta de aplausos estalló hacia él Mahler escaló a la cima de la plataforma donde se situaba el coro de niños. Fue a lo largo de la fila dando la mano a todas las que le recibían. El tributo de amor de los jóvenes le llenaba de esperanza por el futuro de su obra y le llenaba de una profunda alegría. Durante los ensayos sus amigos habían notado ansiosamente muchos signos de debilidad física. Pero durante la interpretación parecía estar en la cima de sus fuerzas. Su espíritu elevado dio a su cansado corazón su viejo vigor.”
Al final del segundo concierto los niños le entregaron una corona de laurel. Había expresado su rechazo a cualquier tipo de presente de ese estilo pero se sintió sorprendido y lo aceptó. Así lo describe Philip Greeley Clapp: “Su prestancia en el escenario que normalmente era abrupta, precisa e impersonal cambió y su cara se iluminó con placer. Los niños que habían permanecido al fondo de la plataforma, detrás de la balaustrada, se acercaron para felicitarle empujándose unos a otros para poder estrechar su mano.”
Léon Vallas, el crítico de Lyon describió “al final de la interpretación el entusiasmo delirante por parte de la gran mayoría del público se reflejó en interminables ovaciones para el compositor. Una vista maravillosa los mil intérpretes agitando sus partituras en un gesto organizado sugiriendo que había sido planeado previamente. Magnífica imagen, inolvidable.”
Julius Korngold escribió posteriormente a la muerte de Mahler sobre el estreno:
“Seguimos los ensayos de esta colosal sinfonía con gran suspense. Erich estaba extrañamente excitado. En la semi-oscuridad de la gran sala de exposiciones, el diminuto y frágil hombre caminó hacia el pódium coronado con una piña de cantantes e instrumentistas. Sus gestos, propios de un espectro hoffmanniano, parecieron aun más fantasmagóricos cuando levantó su batuta como si fuese a conjurar a los espíritus. Describiendo extraños signos, provocando bendiciones y maldiciones, parecía como si lanzase flores y ráfagas de fuego sobre la masa de oyentes. Esta noble sinfonía, con su gran recreación sobre la belleza, parecía engendrada por Fausto –la transfiguración de Mahler y símbolo de su ascenso- como otro Dr.Marianus en la cumbre del espacio más puro de la creación musical. Para sus contemporáneos también se elevó todavía más alto cuando adquirió ese distanciamiento que sólo la muerte impone.”
Esta es la evocación de Lilli Lehmann en Mein Weg (1920):
“Mahler había envejecido considerablemente. Me asustó su aspecto. Su obra que estaba escrita para mil intérpretes sonó como si naciese de un solo instrumento y de una sola garganta. La segunda parte de la sinfonía, basada en la segunda parte del Fausto, la encontré intensamente afectiva. No sé cuál fue la causa; la música, la visión de Mahler, un presentimiento de la muerte, las palabras de Goethe, los recuerdos de Schumann o mi juventud; no lo sé. Todo lo que sé es que a lo largo de toda la segunda parte se apoderó de mi la mayor emoción; fui incapaz de recobrarme. Cuando fui a verle a la mañana siguiente estaba rodeado de mucha gente pero era la amabilidad personificada; bajó en persona a buscar a Riezl, mi hermana, que estaba esperando conmigo abjo y se resistía a dejarnos marchar.”
Richard Specht:
“Cualquiera que viese a Mahler allí de pié, rodeado durante casi media hora por hombres y mujeres riendo y llorando, dándole las gracias entre lagrimas o que viese el espectáculo de la multitud agitando sus pañuelos, pateando, aplaudiendo, que viese su expresión sonriente, feliz, su morena y radiante cara y sus ojos que miraban de forma penetrante hacia su interior y hacia su pasado, debe haber tenido el sentimiento de que se debía sentir en la cumbre de su existencia y que disfrutaba la hora de su triunfo más grande. Pero un joven artista que estaba a mi lado y que apasionadamente había bramado y gritado su aprobación, repentinamente se paró y miró a Mahler temblando, diciendo tranquilamente, casi para si mismo: “Pronto morirá”. Me giré enfadado y aturdido. Pero él solo agito su cabeza y dijo: “Mira a sus ojos. Esa no es la mirada de un triunfador en la vida, ni la de un hombre presto para nuevos triunfos. Solo la de alguien en cuyos hombros la muerte ha puesto una mano.”
Alma describe el final del concierto:
“Varios amigos nuestros nos estaban esperando a la salida, entre ellos Max Reinhardt, Roller, los Neisser, Erler, Berliner, los Clemenceau y Paul Stefan. Más allá, en la puerta, un rico y excéntrico americano de Nueva York, James Loeb que no nos dejaba pasar mascullaba: “Desde-desde-desde Brahms nada ha sido escrito equiparable”. Le empujamos a la fuerza para poder pasar. Mahler detestaba las lisonjas de cualquier tipo. Para él la apreciación de gente que no entendía de música era despreciable.
Había sido reservada otra habitación donde los invitados de Mahler se reunieron para celebrar la ocasión. Él y yo nos limitamos a sentarnos para al momento encontrarnos rodeados de todos los miembros de su familia. Cuando me e escribió una nota diciéndome que esto no era una reunión familiar –busqué un asiento en otra parte. Me senté con los Neissers que compartían la mesa con Erler, Berliner y Klenau. Mahler pronto me siguió riendo. Pasamos una tarde muy alagre. Mahler fue honrado y aclamado por todo el mundo. La noche resultó encantadora y tierna; terminamos hablando hasta la madrugada con Gucki, nuestra pequeña, durmiendo a nuestro lado.”
Alma cuenta otra anécdota aunque no la publicó en sus memorias por razones obvias: “Madame Clemenceau estaba esperando en la puerta con el fin de ser la primera en felicitar a Mahler cuando éste llegase. Ella se acercó con los brazos abiertos para abrazarle. Pero estaba muy maquillada y tan fea que Mahler para escabullirse dijo, “Mi mujer se va a poner celosa” a lo cual Alma dijo “Hoy puedes hacer lo que te apetezca.”
También recuerda Alma como después del concierto: “Berliner me dijo: “Alma, todo el mundo está felicitando a Mahler. Pero tu has sufrido por la Octava y mereces también algo. Mañana a la noche vendréis a la habitación de Frau Neisser en el hotel Vier Jahreszeiten y allí una sorpresa os estará esperando.
Al día siguiente hicimos como nos dijeron. Allí nos encontramos con una muetsra de costosos trabajos de orfebrería todos diseñados por Fritz Erler. No me gustó ninguno de ellos. Eran demasiado modernos: cabezas de Juan el Bautista realizadas en marfil y anilladas para formar un collar, una cabeza de Cristo como colgante. De reojo me encontré con tres barrocas perlas encadeanadas y las elegí.
Mahler y yo hicimos un viaje en coche por el campo inmediatamente después. Desafortunadamente estaba de mal humor. Estaba resentido con Berliner por su idea de hacerme un regalo. Quiso comprar las perlas de su bolsillo para dármelas. Le dije que no tenía sentido, era una idea de Berliner y muy buena. “¿Entonces te gusta? Me preguntaba una y otra vez ¿Es realmente tal placer? Ciertamente lo era y no podía evitarlo. Era la primera pieza de joyería que había recibido en mi vida.”
Alma olvidaba que ella misma en sus memorias de los días previos menciona los anillos de prometida.
Franz Schalk comenta sobre la recepción tras el estreno: “Parecía tranquilo y totalmente satisfecho con su obra, su voz sonaba extraordinariamente tranquila y tierna. Aun así, no se sentía totalmente a gusto con sus admiradores e incondicionales partisanos cuyo celo frecuentemente le exasperaba.” (Neues Wiener Tagblatt; 8.IV.1918).
Psanquin- administrador
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Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
Magnífica crónica, Psanquin!!! Qué gran momento debió de ser para Mahler el poder escuchar y dirigir su Octava, justo con todo lo que estaba lloviendo en su relación con Alma y muy probablemente dándose cuenta también de que algo por dentro no funcionaba como debía... Esos miles de espectadores tuvieron una gran, grandísima suerte!
gustavo- Cantidad de envíos : 3368
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Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
Sí, la verdad es que es como una bendición del destino que haya podido vivir semejante éxito apoteósico meses antes de su muerte y sobre todo en medio de las circunstancias dramáticas de su matrimonio.gustavo escribió:Qué gran momento debió de ser para Mahler el poder escuchar y dirigir su Octava, justo con todo lo que estaba lloviendo en su relación con Alma y muy probablemente dándose cuenta también de que algo por dentro no funcionaba como debía... Esos miles de espectadores tuvieron una gran, grandísima suerte!
Psanquin- administrador
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Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
13 de septiembre:
La segunda interpretación tenía lugar el martes a la misma hora. Un nuevo éxito apoteósico. Sin embargo para algunos medios, a pesar del entusiasmo del público, fue algo menos exitoso que el primero. Pero el Neueste Nachrichten describió el aplauso final como “de tal energía y vitalidad que recordó a una auténtica tempestad” afirmando además que “no había sido menos espontáneo que el de la velada anterior”. En el Münchner Post Friedrich Kreyfel se maravilló de la claridad y la regularidad de la dirección de Mahler y de su extraordinaria fortaleza y de su voluntad de hierro.”
Korngold en su largo artículo para el Neue Freie Presse (click para ver en grande) describe la reacción de Mahler ante los aplausos:
“Con sus movimientos característicos expresó su agradecimiento con pequeñas y rígidas inclinaciones, moviendo y agitando sus manos hacia determinadas personas muy cercanas. Tormentoso fue el estallido de júbilo de un centenar de niños y niñas que habían tomado parte en la obra que no paraban de llamarle y aplaudirle. Mahler les mostró su gratitud agitando sus manos hacia ellos. Los niños también enviaron una delegación que le entregó una gran corona de laurel. Que apreciaba el gesto verdaderamente se desprendía de la emoción con que recibía a la delegación de niños. Como un signo más claro de agradecimiento cogió una rama de laurel y la colocó en su ojal; así adornado volvió al pódium para recibir más aplausos y agradecimientos. Con los niños más adultos que permanecían formalmente más quietos bajó la escalinata para estrecharles las manos; ellos no se las soltaban. Todos se acercaban al pasamanos para estrechar su mano. Ojalá hubiese una foto de ese momento. La ovación duró unos veinte minutos en total; incluso mientras Mahler abandonaba la sala se oían aplausos aislados.”
Ritter comenta sobre la fiesta que siguió a la interpretación en este segundo día:
“En la víspera de su partida hubo un gran banquete en el Hotel Vier Jahreszeiten. Sólo habíamos sido invitados una docena de personas y la atmósfera era bastante formal; él apenas habló, como si su mente estuviese en otra parte. Cuando se levantó para marcharse unas cuantas voces imprudentes dijeron “Hasta la Novena del próximo año!” Pareció ponerse incómodo. Siempre había dicho que el número nueve le asustaba… pero que lo esquivaría… y que tras darle un título secreto a su Novena anunciaría la Décima. Y de hecho se trataba de La canción de la tierra. Pero para su estreno ya no estaba con nosotros, con lo que su Décima menos uno se convirtió en la Novena en Viena en 1912.
Por otra parte nunca olvidaremos la contemplación del terror en su mirada de despedida a Munich mientras estaba en medio de estos locos gritando “Hasta la Novena”, “Hasta la Décima”, e incluso uno gritando ¡Dios mío!, “Hasta la Cien”. Pero la angustiada expresión del compositor había sido tan dolorosa que todos estos locos repentinamente se sintieron incómodos por su inesperada reacción ¡La arrogancia de la raza! Pero Mahler ya había desaparecido. Y yo también marché, perplejo y pensativo, llevándome conmigo en mi camino a través del Englischer Garten, ya envuelto en la oscuridad nocturna, mi último recuerdo de sus sobresaltados ojos mientras me preguntaba si había sido la última vez que lo vería.
Y así fue.”
De acuerdo con Casella, “Mahler tenía un aspecto terriblemente delgado y pálido. Sus planes para el futuro eran dejar Nueva York y volver a la Ópera de Viena, donde esperaba contratar al joven italiano.”
Uno de los encuentros más significativos de ese día tuvo lugar con uno de los ilustres asistentes al concierto; el joven pero ya ilustre Thomas Mann. Su presencia es especialmente importante pues el estreno de la Octava sin duda sirvió de fuente de inspiración para una obra maestra de la literatura, el Doktor Faustus.
Fue su cuñado Klaus Pringsheim quien le advirtió del concierto. Mann interrumpió sus vacaciones de verano en Bad Tölz para acudir al concierto. Al poco escribió a su hermano Heinrich para decirle que el estreno había sido “espléndido”. Junto con su mujer, su cuñado y el director de escena Max Reinhardt también acudió a la cena post-concierto citada.
Katia Mann recuerda como su marido le había dicho que “Mahler era la primera persona que había conocido que le había dado la impresión der ser un gran hombre”.
Pero incluso antes del concierto, esa misma tarde, Mahler había tomado el té con los Mann en su casa de Munich. Katia escribió “Era tan formal que resultaba gracioso. Cuando le dije que mis padres me pidieron que les transmitiese sus cordiales saludos me contestó: “Por favor respóndales de la misma manera”. Nunca lo olvidaré.” Sobre Alma Katia comenta: “Era bastante desagradable pero radiaba una cierta personalidad. Resultaba bastante difícil congeniar con ella. No le dio muy buena vida a Gustav Mahler. Le separó de todas sus amistades, e incluso le hacía alejarse de sus admiradoras femeninas.”
Thomas Mann posteriormente describiría la génesis de Muerte en Venecia y las razones por las que había evocado a Mahler al escribirla:
“La concepción de mi historia, que ocurrió a comienzos del verano de 1911 fue influenciada por la noticia de la muerte de Gustav Mahler a quien había tenido el privilegio de conocer en Munich y cuya personalidad había dejado una fuerte huella en mi. En el momento de su muerte estaba en el archipiélago de Brioni; seguí el devenir de sus últimas horas por los boletines de prensa que estaban escritos en el estilo de los de la realeza. Posteriormente, esta conmoción se fundió con las impresiones y con las ideas de las cuales la novela surgió. Por ello cuando concebí mi héroe que sucumbe a la disolución lasciva no sólo le di el nombre del gran músico sino que también al describir su aspecto físico lo hice adornándolo con la apariencia de Mahler.”
Mann realmente sólo se apoderó de la apariencia externa para diseñar su Gustav von Aschenbach pero la mayoría de los aspectos que lo definen son autobiográficos.
“Gustavo von Aschenbach era de estatura poco menos que mediana, más bien moreno, e iba afeitado completamente. Su cabeza no estaba proporcionada a su desmedrado cuerpo. El cabello, peinado hacia atrás, algo escaso en el cráneo y muy abundante y bastante gris en las cejas, servía de marco a una frente amplia. Unos lentes de oro con los cristales al aire oprimían el puente de la nariz, recia, noblemente curvada. La boca era carnosa, tan pronto floja como estrecha y apretada. Las mejillas, flacas y hundidas, y la barba partida, bien formada en suave ondulación. Sobre la cabeza, generalmente inclinada en una postura doliente, parecían haber pasado grandes tormentas. Sin embargo, era sólo el arte lo que había retocado su fisonomía, como sólo suele hacerlo una vida llena de emociones y aventuras. [...] El arte significaba, para quien lo vive, una vida enaltecida; sus dichas son más hondas y desgastan más rápidamente; graba en el rostro de sus servidores las señales de aventuras imaginarias, y el artista, aunque viva exteriormente en un retiro claustral, se siente al fin y al cabo poseído de un refinamiento, un cansancio, y una curiosidad de los nervios, más intensos de los que puede engendrar una vida llena de pasiones y goces violentos.”
Katia sin embargo señalaría las muchas diferencias entre Mahler y el héroe de Mann tal como éste se las contó:
“Mi marido me dijo que Mahler era la primera persona que había conocido que le había dado la impresión de ser un gran hombre. Mahler era muy intenso. Tenías la impresión de estar ante una gran personalidad pero era era difícil de ubicar donde se asentaba esta fortaleza. Los aspectos de disciplina y concentración eran menos claros en su caso que en el de Aschenbach. Aquellos eran más una proyección del autor de Aschenbach –así como el mismo atribuyó a Eschenbach obras que había planificado escribir pero que nunca había llevado a cabo.”
Tras haber retornado a Viena Mann le envió a Mahler una copia de su última novela Alteza Real junto con la siguiente carta:
Estimado señor,
Fui incapaz de decirle la otra noche en el hotel cuan profundamente me sentía agradecido hacia usted por las impresiones del 12 de septiembre. Es ahora una necesidad imperativa el enviarle un mínimo reconocimiento y así le pido que acepte este libro –mi último- que aquí le adjunto.
Es ciertamente una escasa compensación por lo que recibí –algo tan ligero como una pluma en las manos de un hombre que, creo, expresa el arte de nuestro tiempo en su forma más profunda y sagrada.”
Una simple nimiedad
Quizás le permita una o dos horas de entretenimiento.
Sinceramente suyo,
Thomas Mann
La segunda interpretación tenía lugar el martes a la misma hora. Un nuevo éxito apoteósico. Sin embargo para algunos medios, a pesar del entusiasmo del público, fue algo menos exitoso que el primero. Pero el Neueste Nachrichten describió el aplauso final como “de tal energía y vitalidad que recordó a una auténtica tempestad” afirmando además que “no había sido menos espontáneo que el de la velada anterior”. En el Münchner Post Friedrich Kreyfel se maravilló de la claridad y la regularidad de la dirección de Mahler y de su extraordinaria fortaleza y de su voluntad de hierro.”
Korngold en su largo artículo para el Neue Freie Presse (click para ver en grande) describe la reacción de Mahler ante los aplausos:
“Con sus movimientos característicos expresó su agradecimiento con pequeñas y rígidas inclinaciones, moviendo y agitando sus manos hacia determinadas personas muy cercanas. Tormentoso fue el estallido de júbilo de un centenar de niños y niñas que habían tomado parte en la obra que no paraban de llamarle y aplaudirle. Mahler les mostró su gratitud agitando sus manos hacia ellos. Los niños también enviaron una delegación que le entregó una gran corona de laurel. Que apreciaba el gesto verdaderamente se desprendía de la emoción con que recibía a la delegación de niños. Como un signo más claro de agradecimiento cogió una rama de laurel y la colocó en su ojal; así adornado volvió al pódium para recibir más aplausos y agradecimientos. Con los niños más adultos que permanecían formalmente más quietos bajó la escalinata para estrecharles las manos; ellos no se las soltaban. Todos se acercaban al pasamanos para estrechar su mano. Ojalá hubiese una foto de ese momento. La ovación duró unos veinte minutos en total; incluso mientras Mahler abandonaba la sala se oían aplausos aislados.”
Ritter comenta sobre la fiesta que siguió a la interpretación en este segundo día:
“En la víspera de su partida hubo un gran banquete en el Hotel Vier Jahreszeiten. Sólo habíamos sido invitados una docena de personas y la atmósfera era bastante formal; él apenas habló, como si su mente estuviese en otra parte. Cuando se levantó para marcharse unas cuantas voces imprudentes dijeron “Hasta la Novena del próximo año!” Pareció ponerse incómodo. Siempre había dicho que el número nueve le asustaba… pero que lo esquivaría… y que tras darle un título secreto a su Novena anunciaría la Décima. Y de hecho se trataba de La canción de la tierra. Pero para su estreno ya no estaba con nosotros, con lo que su Décima menos uno se convirtió en la Novena en Viena en 1912.
Por otra parte nunca olvidaremos la contemplación del terror en su mirada de despedida a Munich mientras estaba en medio de estos locos gritando “Hasta la Novena”, “Hasta la Décima”, e incluso uno gritando ¡Dios mío!, “Hasta la Cien”. Pero la angustiada expresión del compositor había sido tan dolorosa que todos estos locos repentinamente se sintieron incómodos por su inesperada reacción ¡La arrogancia de la raza! Pero Mahler ya había desaparecido. Y yo también marché, perplejo y pensativo, llevándome conmigo en mi camino a través del Englischer Garten, ya envuelto en la oscuridad nocturna, mi último recuerdo de sus sobresaltados ojos mientras me preguntaba si había sido la última vez que lo vería.
Y así fue.”
De acuerdo con Casella, “Mahler tenía un aspecto terriblemente delgado y pálido. Sus planes para el futuro eran dejar Nueva York y volver a la Ópera de Viena, donde esperaba contratar al joven italiano.”
Uno de los encuentros más significativos de ese día tuvo lugar con uno de los ilustres asistentes al concierto; el joven pero ya ilustre Thomas Mann. Su presencia es especialmente importante pues el estreno de la Octava sin duda sirvió de fuente de inspiración para una obra maestra de la literatura, el Doktor Faustus.
Fue su cuñado Klaus Pringsheim quien le advirtió del concierto. Mann interrumpió sus vacaciones de verano en Bad Tölz para acudir al concierto. Al poco escribió a su hermano Heinrich para decirle que el estreno había sido “espléndido”. Junto con su mujer, su cuñado y el director de escena Max Reinhardt también acudió a la cena post-concierto citada.
Katia Mann recuerda como su marido le había dicho que “Mahler era la primera persona que había conocido que le había dado la impresión der ser un gran hombre”.
Pero incluso antes del concierto, esa misma tarde, Mahler había tomado el té con los Mann en su casa de Munich. Katia escribió “Era tan formal que resultaba gracioso. Cuando le dije que mis padres me pidieron que les transmitiese sus cordiales saludos me contestó: “Por favor respóndales de la misma manera”. Nunca lo olvidaré.” Sobre Alma Katia comenta: “Era bastante desagradable pero radiaba una cierta personalidad. Resultaba bastante difícil congeniar con ella. No le dio muy buena vida a Gustav Mahler. Le separó de todas sus amistades, e incluso le hacía alejarse de sus admiradoras femeninas.”
Thomas Mann posteriormente describiría la génesis de Muerte en Venecia y las razones por las que había evocado a Mahler al escribirla:
“La concepción de mi historia, que ocurrió a comienzos del verano de 1911 fue influenciada por la noticia de la muerte de Gustav Mahler a quien había tenido el privilegio de conocer en Munich y cuya personalidad había dejado una fuerte huella en mi. En el momento de su muerte estaba en el archipiélago de Brioni; seguí el devenir de sus últimas horas por los boletines de prensa que estaban escritos en el estilo de los de la realeza. Posteriormente, esta conmoción se fundió con las impresiones y con las ideas de las cuales la novela surgió. Por ello cuando concebí mi héroe que sucumbe a la disolución lasciva no sólo le di el nombre del gran músico sino que también al describir su aspecto físico lo hice adornándolo con la apariencia de Mahler.”
Mann realmente sólo se apoderó de la apariencia externa para diseñar su Gustav von Aschenbach pero la mayoría de los aspectos que lo definen son autobiográficos.
“Gustavo von Aschenbach era de estatura poco menos que mediana, más bien moreno, e iba afeitado completamente. Su cabeza no estaba proporcionada a su desmedrado cuerpo. El cabello, peinado hacia atrás, algo escaso en el cráneo y muy abundante y bastante gris en las cejas, servía de marco a una frente amplia. Unos lentes de oro con los cristales al aire oprimían el puente de la nariz, recia, noblemente curvada. La boca era carnosa, tan pronto floja como estrecha y apretada. Las mejillas, flacas y hundidas, y la barba partida, bien formada en suave ondulación. Sobre la cabeza, generalmente inclinada en una postura doliente, parecían haber pasado grandes tormentas. Sin embargo, era sólo el arte lo que había retocado su fisonomía, como sólo suele hacerlo una vida llena de emociones y aventuras. [...] El arte significaba, para quien lo vive, una vida enaltecida; sus dichas son más hondas y desgastan más rápidamente; graba en el rostro de sus servidores las señales de aventuras imaginarias, y el artista, aunque viva exteriormente en un retiro claustral, se siente al fin y al cabo poseído de un refinamiento, un cansancio, y una curiosidad de los nervios, más intensos de los que puede engendrar una vida llena de pasiones y goces violentos.”
Katia sin embargo señalaría las muchas diferencias entre Mahler y el héroe de Mann tal como éste se las contó:
“Mi marido me dijo que Mahler era la primera persona que había conocido que le había dado la impresión de ser un gran hombre. Mahler era muy intenso. Tenías la impresión de estar ante una gran personalidad pero era era difícil de ubicar donde se asentaba esta fortaleza. Los aspectos de disciplina y concentración eran menos claros en su caso que en el de Aschenbach. Aquellos eran más una proyección del autor de Aschenbach –así como el mismo atribuyó a Eschenbach obras que había planificado escribir pero que nunca había llevado a cabo.”
Tras haber retornado a Viena Mann le envió a Mahler una copia de su última novela Alteza Real junto con la siguiente carta:
Estimado señor,
Fui incapaz de decirle la otra noche en el hotel cuan profundamente me sentía agradecido hacia usted por las impresiones del 12 de septiembre. Es ahora una necesidad imperativa el enviarle un mínimo reconocimiento y así le pido que acepte este libro –mi último- que aquí le adjunto.
Es ciertamente una escasa compensación por lo que recibí –algo tan ligero como una pluma en las manos de un hombre que, creo, expresa el arte de nuestro tiempo en su forma más profunda y sagrada.”
Una simple nimiedad
Quizás le permita una o dos horas de entretenimiento.
Sinceramente suyo,
Thomas Mann
Última edición por Psanquin el 30/11/2010, 00:38, editado 1 vez
Psanquin- administrador
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Fecha de inscripción : 16/03/2008
Re: CRONOLOGÍA MAHLERIANA
“Mahler era la primera persona que había conocido que le había dado la impresión der ser un gran hombre”.
De qué estábamos justo hablando con respecto a Barshai???
gustavo- Cantidad de envíos : 3368
Fecha de inscripción : 10/11/2009
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