Artículos dedicados a los 150-100 años mahlerianos

Este año se conmemora el 150 aniversario del nacimiento y en 2011 se hará lo mismo con el centenario de la muerte de Gustav Mahler, que durante diez años dirigió la Ópera de Viena y que dejó para la posteridad un conjunto de obras musicales selecto y monumental, audaz y de una calidad inusitada.

Es frecuente hablar en los aniversarios de los grandes músicos de que el homenajeado fue un genio. Puesto que esto ha devenido en lugar común, habría que precisar un poco mejor de qué estamos hablando. Cuentan que el 18 de mayo de 1911, tras una agotadora lucha entre sueño y vigilia, Mahler hace un esfuerzo agónico, destinado a expresar una última palabra: "Mozart". Es precisamente de esta peculiar clase de genio del que hablamos.

A diferencia de aquél Mahler no contó con un padre maestro, bien al contrario nació en una familia judía de la Bohemia Austrohúngara cuya mayor relación con la música era un piano aparcado en el desván de uno de sus abuelos. Fue ahí donde le descubrieron experimentando con las notas con tan sólo cinco años.

Bien se podría decir que nació músico, enormemente brillante aprendió todo lo rápido que podía. Con diez años dio ya sus primeros conciertos. A los 15 años empezó a estudiar composición y piano en el conservatorio de la "Asociación de amigos de la música" de Viena, con 18 años ya había terminado sus estudios. Entre sus profesores se encontraba Anton Bruckner, de quien recibió una influencia que se hace evidente en sus grandes sinfonías.

También estudió Filosofía, y fue junto con Schumann uno de los compositores más interesados por la literatura, siendo un lector empedernido de Goethe, Dostoievski y Keats. En su juventud y después de esta etapa formativa no logró ningún premio como compositor, por lo que sacó partido a sus habilidades de otra manera, como director de Orquesta y teatro en Liubliana, Olmütz, Praga, Leipzig, Budapest y Hamburgo.

En 1897, con apenas 37 años se convertía en el Director de Orquesta de la Ópera de Viena; en ese momento era ya considerado el mejor Director del mundo. Era el paso de siglo y Viena era junto con París el motor intelectual de Europa. Era la Viena de Otto Wagner, Josef Hoffmann, Gustav Klimt, Kolo Moser, Adolf Loos, Arnold Schönberg, Sigmund Freud y Hugo von Hoffmansthal.

Este conjunto de intelectuales en su mayoría fuertemente ligados a la Secesión vienesa conformaron una deriva avanzada e innovadora del modernismo, una auténtica vanguardia postWagneriana que terminó convirtiendo la Viena de principios del siglo XX en una "Gesamtkunstwerk": una obra de arte total.

Cuando se hace con el "trono" de la Ópera de Viena, tenía ya en su haber como compositor tres sinfonías y cuatro ciclos de lieder (canciones). Era un músico plenamente maduro, con un talento descomunal para la orquestación, capaz de otorgar a sus composiciones e interpretaciones de una variedad tímbrica y sonora amplísima, sólo comparable entonces a la de algunas obras de Rimsky-Korsakov y Jan Sibelius. Unas composiciones que generalmente sólo podía realizar en el verano, cuando el ajetreo de la dirección daba paso a la posibilidad de una mayor introspección.

Las composiciones que realizó hasta su dimisión como director en 1907, fueron verdaderamente extraordinarias, compuso cuatro sinfonías más, estrenadas todas ellas fuera de Viena, en ciudades alemanas. Entre ellas se encuentra la Quinta Sinfonía, de la que forma parte el famoso Adagietto que se incluyó en la viscontiana versión cinematográfica de Muerte en Venecia.

Compuso también dos ciclos de Lieder, el último de ellos, compuesto entre 1901 y 1904 se llamaba Canciones a los niños muertos. Un título que a la postre resultaba de naturaleza proléptica: su hija María moría con tan sólo cinco años, en 1907.

Se podría decir con poco margen de duda que esta circunstancia le rompió el corazón: dos días después le diagnosticaban una afección valvular de la que no había tenido síntomas previos.

En este año clave y maldito alcanza sin embargo una estratosférica cima artística, termina de componer su Sinfonía nº8, llamada "De los mil" por los 850 cantantes y 171 instrumentistas que preveía para su interpretación.

No es de extrañar que tardara en realizarse su estreno: fue en 1910 y lo dirigió el propio Mahler con la orquesta predecesora de la prestigiosísima Filarmónica de Munich, ante 3.000 espectadores, entre los que se encontraban Siegfried Wagner, Alfredo Casella, Stefan Zweig, Thomas Mann y Leopold Stokowski. Ésta y la interpretación del día siguiente supusieron un éxito arrollador.

Poco convencional en las magnitudes sonoras y también poco en su forma, se trata de un inmenso díptico: la primera parte, Veni, creator spiritus, es un canto medieval estructurado a modo de sonata. La segunda parte se trata de la escena final del Fausto de Goethe, una mezcla de cantata, oratorio y sinfonía que parece un autentico homenaje a la música de todos los grandes compositores germanos y que simbólicamente cierra en cierto modo el rumbo que en 1832 emprendía Wagner con el célebre personaje.

El éxito de esta sinfonía fue inmediato, es una obra perfecta y de una precisión sonora espeluznante pese a su aparente desmesura, que sólo se puede comparar a las grandes cumbres de la composición sinfónica. Su último movimiento, pleno de energía, de hecho quizá podría ocupar el podium en una sala de excelsos entre los que se incluirían el cierre de la Sinfonía 42 de Mozart (Júpiter), el de la Novena de Beethoven y el de la Quinta de Shostakovich.

Mahler para entonces había abandonado desencantado una Viena que comenzaba su progresiva descomposición y se había convertido en uno de los primeros compositores europeos que saltaban el atlántico. Era consciente de su esencial desarraigo: "Soy tres veces extranjero: un bohemio entre austríacos; un austríaco entre alemanes, y un judío ante el mundo". Tras dirigir la Metropolitan Opera House y la Filarmónica de Nueva York, el 18 de mayo de 1911 exhalaba su último aliento: el nombre de un músico.

De algún modo trató de esquivar esta muerte un tiempo antes. En 1909 terminaba otra de sus obras maestras: La canción de la Tierra (Das Lied von der Erde) otra obra híbrida, sinfónica-vocal, en la línea de la octava, aunque mucho más lírica. Según su esposa Alma, no quiso decir que era su novena sinfonía "para no tentar al destino", esto le exoneraría de un enfrentamineto anticipado con la muerte, esquivando la maldición que supuestamente habría cobrado las vidas de Beethoven, Schubert y Bruckner, justo después de traspasar el nueve en la numeración de sus sinfonías.

El tozudo destino quiso sin embargo repetirse en su persona, tras haber compuesto también la novena de forma casi paralela, y por vía de una endocarditis la muerte le arrinconaba, como a los demás. Su décima sinfonía quedaba inconclusa. Sus últimas tres obras se estrenarían de forma póstuma.

Después de 200 años la era de los grandes sinfonistas vieneses llegaba a su fin: Mahler se unía de forma definitiva a Mozart.

gustavo escribió:Y, una vez más, ese paralelismo con Mozart que ya antes comenté: 2 grandes genios al inicio y al final de un periodo en la música occidental...

Gustavo, en estos días he pensado sobre aquella similitud a la que te referiste en su día sobre Mozart-Mahler, y es que luego de escuchar el fantástico, brutal, excepcional, fresco, conciso, espectacular… me he quedado sin palabras… Don Giovanni mozartiano de René Jacobs, se ha levantado frente a mí con gran claridad esa similitud mahleriana con Mozart. Y es que Mahler bebe muchísimo de Mozart, y específicamente de su Don Giovanni, mucho más de lo que yo pensaba. Un Don Giovanni en donde Jacobs nos recuerda más que nunca que la expresión “Il dissoluto punito” forma parte del título de la obra. La versión EXCEPCIONAL de Jacobs saca a la luz tantos detalles, sobre todo orquestales y de flujo temático, que cualquier mahleriano cae en cuenta de lo importante que ha sido esta ópera para la vida y creación de Mahler. Gran parte de esa famosa ironía mahleriana es una traducción, muy personal eso sí, del legado bufonesco y tragicómico de Mozart. Pues eso, ese Don Giovanni de Jacobs es de museo, y resulta interesantísimo en la actualidad. Jacobs le ha quitado las telarañas a esta obra, se ha dejado de tonterías clasicistas y burgueses, ha interpretado un Don Giovanni que le hubiese encantado a la Callas, la cual decía a modo de queja que “Mozart en la actualidad se interpreta como si estuviéramos todos caminando de puntillas, se omite su profundidad, su virilidad y su fuerza”, pues aquí lo tenéis, un Mozart brutal, claro y conciso.

Estoy de acuerdo con del Río, en Mahler convergen muchos compositores y estilos, pero lo realmente increíble es que Mahler es único, no es en ningún momento una copia de ninguno. Pareciera que simplemente ha tomado lo que le interesa de cada uno, los ha digerido, y luego ha creado su propia y personalísima obra.

Mahler, el romántico tardío
Camello Parlante - ARTE Y DE TODO UN POCO-
Julio 7, 2010



«…el mundo de Mahler nos enseña a escuchar de nuevo
de una forma más variada, más ambigua, más rica».
-Pierre Boulez

Hoy se cumple 150 años del nacimiento de Gustav Mahler y todo el mundo prepara lo que será una celebración doble, ya que este año se homenajea al compositor bohemio austriaco por su nacimiento y el próximo por los 100 años de su muerte (1). Sí, Mahler solo vivió 50 años, pero en ese corto tiempo de vida dejó huella en una sociedad que ha ido comprendiéndolo poco a poco.

Mahler nació el 7 de julio de 1860 y fue el segundo hijo de los 14 que tuvieron Bernard Mahler y Maria Hermann, un matrimonio de comerciantes judío. Los Mahler eran destiladores y cafeteros de Kaliste, un pueblo cerca de la frontera entre Moravia y Bohemia, según la referencia que da Henry-Louis de La Grange en su libro “Viena, una historia musical” (pág. 273).

Infancia y juventud.- Se dice que el compositor se dio cuenta de lo que significaba la muerte desde pequeño ya que nueve de sus hermanos murieron durante la infancia; su hermano, Otto Mahler, se suicidó. Sin duda, esto influyó en cierto modo en su personalidad y sobre todo en la creación de sus obras.

En 1865, a los 5 años, Mahler recibe sus primeras clases de piano y teoría musical con Franz Sturm; el violinista Johannes Brosch; el director del Teatro de Iglau, Franz Viktorin; Wenzel Pressburg; el contrabajista Jakob Sladky; y finalmente, con Heinrich Fischer, director del coro masculino. Recién en octubre de 1869 Mahler ingresa a la escuela primaria. Al año siguiente debuta en público tocando piano en el Teatro de Iglau.

Es así que Mahler fue demostrando desde pequeño su talento y disposición a la música y al arte. Cumplidos quince años ya había interpretado a Liszt y Mendelssohn en su escuela, la Fantasía sobre un tema de Norma de Thalberg en el concierto de la boda de la Archiduquesa Gisela y el Príncipe Leopold Maximilian de Baviera, y compone algunas escenas de una ópera cuyo libreto escribió su amigo. Todo esto convenció a su padre de que el joven Gustav debía dedicarse a la música. Es así que el 10 de setiembre de 1875 se inscribe en el Conservatorio de Viena.

Henry-Louis de La Grange recoge pasajes interesantes de la vida de Mahler que serán detallados sobre todo en esta parte. Cuando el padre del compositor llevó a su hijo a Viena para presentarlo ante Julius Epstein, gran pianista austrohúngaro, amigo de Brahms y maestro destacado del Conservatorio de Viena (también fue maestro de la famosa soprano de coloratura Marcella Sembrich), este dijo «¡Señor Mahler, su hijo es un músico nato!», luego de escucharle interpretar piezas clásicas.

Sobre la formación intelectual de Mahler, De La Grange cuenta en su obra citada que el compositor conoció bastante del repertorio por la lectura de partituras. Aquí un extracto del texto en el que el autor comenta un poco sobre las influencias musicales del compositor bohemio.

«Pero su descubrimiento del repertorio lo debe sobre todo a la lectura de innumerables partituras, mientras devora con el mismo insaciable apetito la gran literatura clásica y romántica, de Goethe, Hólderlin, Hoffman, Jean Paul y también Cervantes y Laurence Sterne. Y sin embargo, sus dos influencias principales, que más tarde darán a su obra una originalidad y un sabor únicos, no son de origen culto: se trata de la música militar del cuartel de Iglau, cuyo eco se puede oír en casi todas sus sinfonías, y músicas populares de esta región particularmente rica en folclore alemán y checo».

http://camelloparlante.wordpress.com/2010/07/07/mahler-romantico-tardio/

Estoy de acuerdo con Carlos y Psanquin. Comprendo perfectamente lo que dice Carlos. Tal vez motivado a que he vivido en diversos países con diversas problemáticas, incluyendo entre ellos uno latinoamericano, es que pueda entender todo lo que comentas. Y ya que a Robertino le gustan tanto los refranes: Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde