CRONOLOGÍA MAHLERIANA

21 de febrero:





Nuevo concierto sinfónico centrado mayoritariamente en la música sinfónica italiana. Aunque la probable gripe que Mahler había contraído aparentemente no revestía mayor gravedad su médico y amigo Joseph Fraenkl –por cierto, futuro pretendiente de Alma- esa misma mañana le aconseja no dirigir. Así lo narra Alma en un tono cirtamente funesto; no en vano fue el último concierto que Mahler dirigiría en su vida:

“El 21 tenía que dirigir y de hecho insistió en hacerlo. Contaba con que Fraenkl lo recuperaría. Pero éste le advirtió que no lo intentase; aun así Mahler insistió en que había dirigido más de una vez con fiebre y su médico no tuvo más remedio que ceder. Le abrigaron cuidadosamente y lo llevaron al Carnegie Hall. Entre las obras que condujo estaba el estreno público de la La canción de cuna ante la tumba de su madre [sic] de Busoni.

Durante el descanso se sintió agotado y con jaqueca pero se recuperó y pudo dirigir el resto del concierto ¡su último concierto! Lo llevamos de vuelta tomando todas las precauciones del mundo y acompañados de Fraenkel quien le examinó tan pronto llegamos. Su temperatura era normal y Mahler hizo todo tipo de bromas sobre su recuperación. Le recetaron aspirina. Nos despedimos bastante aliviados.”

El concierto formaba parte de la serie dedicada a las escuelas nacionales, en esta ocasión a la italiana. Estaba previsto incluir una sinfonía de Giovanni Sgambati (1841-1914) pero tras tocarla con la orquesta Mahler la descartó. Ante la dificultad de encontrar obras sinfónicas italianas atractivas optó por dirigir la Sinfonía Italiana de Mendelssohn. Mahler también pretendía incluir una o dos obras de su amigo Casella pero las partituras, enviadas por Hertzka junto con obras de Suk y Novák de cara a un futuro concierto bohemio, no llegaron a tiempo a su destino.

El concierto se abrió con una obertura del compositor turinés Leone Siniglia (1868-1944) Le baruffe chiozzotte op.32 y tras él la obra de Mendelssohn.



La segunda parte se iniciaba con el Segundo Concierto para piano y orquesta en si bemol menor op.66 del compositor napolitano Giuseppe Martucci (1856-1909). El solista fue Ernesto Consolo (1864-1931). A continuación tuvo lugar el estreno mundial de la Berceuse élégiaque op.42 de Busoni, obra subtitulada Des mannes Wiegenlied am Sarge seine Mutter (Canción de cuna de un hombre para su madre muerta).



El concierto concluyó más festivamente con los Intermezzi Goldoniani para cuerdas op.127 de Enrico Bossi (1861-1925).

Un concierto tan minoritario no llenó la sala ni mucho menos. Sí había una destacada representación de público italiano, de hecho Toscanini y Busoni compartieron el palco. En una carta a su mujer Busoni comentó que el estilo de la Berceuse era menos apropiado para Mahler que los ritmos y la percusión de su Turandot, añadiendo: “la pieza es efectiva y no dejo de pensar que puede alcanzar una cierta popularidad”.

Como la Filarmónica de Nueva York carecía de celesta hubo de utilizarse en su lugar un piano vertical. La respuesta del público fue más educada que intensa, aunque el compositor bajó de su palco a saludar un par de ocasiones. Busoni comentó: “Al público no le gusta la pieza, pero le gusto yo.” Busoni salió a felicitar a Mahler a los camerinos; allí el joven Kurt Schindler comparó la obra con una “una fina talla de madera japonesa”.

22 de febrero: Alma narra como Mahler “A la mañana siguiente al concierto parecía sentirse mejor. De hecho en pocos días la inflamación de la garganta parecía haber desaparecido. Pero la fiebre había vuelto. Al principio era ligera pero subía y bajaba de forma recurrente.”

Pero esa transitoria recuperación debió ser mínima pues Mahler esa misma mañana no puede dirigir el primer ensayo del programa del día 26. El concertino Spiering le reemplazaría en ese ensayo.

La crítica no mostró mayor entusiasmo con el programa italiano del día anterior. Meltzer consideró al concierto italiano como un evento de “música ligera” siendo para él la Sinfonía de Mendelssohn el momento más valioso de la noche. Recordó que la obertura de Sinigaglia ya había sido estrenada por Toscanini, y sugirió que éste no pudo imprimirle tanto “carácter y espontaneidad” como le confirió Mahler. El concierto de Martucci le pareció “una obra estupenda, una verdadera cima de dificultades técnicas, brillantes climax y cadencias dilatadas y bellas”. Despachó las obras de Bossi como “atractivas”, un mero “entretenimiento agradable”. De la misma manera el Evening Sun las consideró como una “bonita selección de afables piezas”.

Aldrich en el New York Times por una vez se soltó la melena criticando el “pomposo y vacío” concierto de Martucci así como su “formidable longitud”. Entendía perfectamente las razones por las que nunca había sido interpretado antes en América. La Berceuse de Busoni también le disgustó aunque por razones bien distintas: “Sus combinaciones armónicas e instrumentales son demasiado singulares. Es una obra horrible de un compositor moderno en un lenguaje moderno.” Sólo alabó la pieza de Sinigaglia a la cual encontró “muy afín a la obertura de La novia vendida y casi tan deliciosa como ésta". Su artículo se cerraba con un comentario general sobre la música italiana contemporánea: “El programa fue un interesante experimento pero me temo que es difícil que los compositores italianos reinen en Nueva York en otro lugar que no sea el Metropolitan Opera House”.

Max Smith y el crítico anónimo del Evening Sun describieron la obra de Busoni como “extravagente”. Smith comenta “quizás sea la música del futuro, pero como presente parece incomprensible.”

El Globe la ubicó “en una posición en la atmósfera entre un Strauss de segunda y un Debussy multiplicado por dos [...] Una extraña mezcla de principio a fin, sin embargo, innegablemente efectiva”.

Krehbiel aprovechó la obra de Busoni para mostrar su inveterado conservadurismo:

“Somos gente educada. Los compatriotas de Mr.Busoni, Sinigaglia, Martucci y Bossi desvelaron en su música un respeto hacia las mismas cosas que Mr.Busoni ha intentado rechazar con todos sus medios. Los primeros se adhirieron a las ideas venerables que respetan la tonalidad y la melodía, elementos que Busoni, en un librito en el que desarrolla un nuevo sistema de estética musical, parece llevarse por delante como si fueran basura anticuada.

Aunque no pudo introducir su nueva escala de intervalos de tercera sí pudo -y lo hizo- introducir suficiente cacofonía para que el público desease que nunca hubiese perpetrado esta Berceuse élégiaque o ya de haberlo hecho, no hubiese honrado a Nueva York con su estreno. Aunque no es siempre fácil evitar un estreno desde luego sí lo es evitar una segunda interpretación. No creo probable que el público de Nueva York vuelva a ser nuevamente ofendido con la Berceuse élégiaque.”

Por otra parte Krehbiel lamentó -¡curiosamente!- la ausencia de la sinfonía de Sgambati y apreció el “esplendor tonal” del concierto de Martucci.

Henderson encontró la escritura pianística de Martucci vigorosa y efectiva pero lamentó la longitud de la pieza y la pobreza de sus ideas. Para el Musical America se trataba de música de Kapellmeister de lo más aburrida. Rawling encontró la obra pomposa y compleja pero admitió que el solista parecía disfrutarla.

Musical America consideró que los aspectos más repugnantes de la Berceuse habían sido enfatizados “por un despliegue de ácidas disonancias que pocos compositores ultra-modernos podrían mejorar”. El impacto de la partitura se reducía a sus “efectos de singular riqueza”.

Sólo Finck expresó algún interés en la nueva obra de Busoni la cual encontró "muy colorista [...] Aunque es una canción de cuna, requiere la ultramodernista parafernalia de celesta y gong. De la melodía sin embargo no hay ni rastro. Mr.Busoni se muestra un maestro de la disonancia dilatada y vitriólica. Strauss difícilmente podría haberlo hecho mejor."

Segunda entrega del monográfico italiano del día 21. Spiering, quien ya había dirigido los ensayos, sustituye a Mahler. Fue la primera vez que cancelaba su aparición en escena en su etapa americana. Dada la complejidad de la obra de Ferruccio Busoni, su Berceuse, el día del concierto se le pide al propio compositor que la dirija: “El concierto comenzaba a las 2.30. No fui avisado hasta media hora antes. Me senté en el pódium a las 4 para dirigir mi obra de diez minutos”, le escribe a su mujer.

Sin embargo un aviso aparecido en el Herald este mismo día informa que Busoni dirigirá su obra a petición expresa de Mahler. Todo parece indicar que por la razón que sea Busoni estaba exagerando la situación a su mujer.



Las críticas a este concierto tienen especial interés pues ya se habían abierto las negociaciones de cara a la renovación de Mahler y más de un medio, en sintonía con los rectores de la orquesta, tensó increíblemente la cuerda a favor de Spiering, dejando caer el mensaje de que Mahler no era imprescindible. Así el Musical Courier que hasta ese momento siempre había ensalzado incondicionalmente a Mahler lanzó una campaña para que Spiering continuase:

“Para aquellos no familiarizados con la carrera previa de Theodore Spiering, la cual incluyó el puesto de asistente en la Thomas Orchestra cuando el famoso fundador de la misma llevaba la batuta de la misma, la actuación del concertino de la Filarmónica el pasado viernes fue una auténtica revelación. El asombro de los asistentes por su colaboración se multiplicó cuando se supo que Spiering sólo había dispuesto de un único ensayo.

Dotado de una extraordinaria musicalidad la cual ha mostrado en incontables ocasiones tanto en casa como en el extranjero actuando como compositor, profesor e intérprete, nunca ha tenido una prueba más hercúlea que seguir las huellas de Mahler. No pocos amigos estában nerviosos con el resultado. Sin embargo sus miedos se disiparon pronto, pues desde el momento en que Spiering subió modestamente al podio y se sumergió en su tarea, su calma y apariencia confiada, su gesto firme y rítmico y su evidente concimiento de cada compás de las partituras y de cada sección de la orquesta demostraron que era un director nato; absolutamente cómodo en una labor de la parecía conocer todos los entresijos. La facilidad y gracia de su gestualidad, su compostura seria y autoritaria, confirmaron que Spiering tiene todas las cualidades físicas y toda la personalidad exigibles a un director de orquesta. Además de estas cualidades posee un bagaje musical convincente, un exhaustivo conocimiento de la literatura sinfónica y una capacidad para graduar, acentuar y colorear con la orquesta como si fuese su instrumento solo.

Si alguna vez Gustav Mahler, el espléndido director de la Filarmónica, deja la orquesta, no habrá que ir muy lejos para encontrar un sucesor.””

Curiosa coincidencia con la decisión tomada por el Guarantor’s Committee ese mismo día: acordar que “la cuestión de negociar con Mr.Mahler su compromiso para la próxima temporada sea trasladada al Comité ejecutivo”.

Pero también fue muy receptivo hacia Spiering el Tribune “había realizado su tarea competentemente” y el American: “Había reemplazado a Mahler muy bien”.

25 de febrero: Aunque cada mañana Mahler despertaba con una temperatura normal, ésta se iba incrementando a lo largo de la tarde para finalmente alcanzar a la noche los 40º. Fraenkel demuestra un juicio clínico privilegiado cuando en esta fase tan temprana de la enfermedad va más allá del rutinario diagnóstico de gripe y busca otra explicación a la faringitis febril de Mahler. Sus sospecha no es otra que la debilidad y la fiebre son la consecuencia de una endocarditis. Por esta razón rápidamente se pone en contacto con Emmanuel Libman (1872-1946), joven patólogo del Mount Sinai Hospital especialista en enfermedades infecciosas y más concretamente experto en la endocarditis bacteriana subaguda, sobre la cual recientemente había publicado un estudio: The etiology of subacute bacterial endocarditis.



Libman, además de una completa anamnesis y reconocimiento, le realiza a Mahler una punción venosa. Con la muestra obtenida se hará un examen serológico, campo en el que había puesto a punto una novedosa técnica de cultivo bacteriano.

Hay ciertas dudas sin embargo respecto a esta visita de Libman. El relato de Alma es el siguiente: “La primera ocasión vino un cirujano del Hospital Montefiore [lo correcto sería Mount Sinai] quien debía ser bastante incompetente pues la cama, el suelo y el baño terminaron teñidos de sangre. Mahler gritó a Fraenkl que como fuese necesaria otra punción y viniese a hacerla otro judío, ya podía hacerla de otra manera si no quería terminar rodando por las escaleras. La segunda fue realizada por un doctor del Rockefeller Institute y un minuto después de estar terminada no había ni rastro de sangre. En ambos casos la fiebre remitió al momento de la punción y su estado de ánimo mejoró durante los días siguientes. Probablemente hubiese ayudado en aquellos meses el haber realizado más sangrías.”

Lógicamente el primero de los dos médicos citados es el propio Libman mientras el segundo fue su joven ayudante George Baehr (1887-1978).



No existe la certeza de que la narración de Alma sea fidedigna en su relato de las dificultades para realizar la punción por parte de Libman. La Grange en este caso sí se inclina a creerla pues algunas fuentes comentan como Libman, a pesar de su experiencia, solía tener serias dificultades para encontrar las venas de sus pacientes. Sin embargo el relato que hace el propio Baehr en los setenta al Dr.Nicholas Christy no hace ninguna referencia este episodio. Gracias a este testimonio conocemos los detalles de la exploración clínica a Mahler:

“En Febrero de 1911 el médico personal de Mahler, Dr.Fraenkl, llamó al Dr.Emmanuel Libman para que reconociese al famoso director de orquesta y compositor. Aparentemente el Dr.Fraenkl sospechaba que la prolongada fiebre y la debilidad física de Mahler podrían deberse a la endocarditis bacteriana subaguda, por lo cual solicitó la colaboración de Libman. Éste confirmó el diagnóstico clínicamente al escuchar en la zona precordal un intenso murmullo sistólico-presitólico característico de la enfermedad reumática mitral crónica, una historia de febrícula prolongada, un bazo palpable, características petequias en conjuntivas y piel y un ligero engrosamiento de los dedos. Libman me telefoneó para que me acercase al hotel llevando toda la parafernalia y los medios de cultivo necesarios para un cultivo sanguíneo.”

Esta toma de muestras tuvo lugar a las 18.30 este 25 de febrero. Previsiblemente la primera visita de Libman fue por la mañana.

En otro orden de cosas este mismo día el Evening Post publicó una reseña del libro de Paul Stefan sobre Mahler y al mismo tiempo anunció que su renovación era un hecho. El periodista afirmaba en un tono grandilocuente que Mahler no era todo lo popular que merecía pero atribuía este rechazo a las técnicas publicitarias. Sus objetivos no habían sido totalmente entendidos. Es más, la malinterpretación de los mismos por los periodistas había transmitido a los aficionados ideas erróneas sobre él y habían impedido que se disfrutasen sus maravillosas interpretaciones de los maestros, desde Bach hasta nuestros días.”

26 de febrero: Tras 18 horas de incubación la serología emitió el fatídico diagnóstico: endocarditis bacteriana estreptocócica. Prolongadas incubaciones en eltiempo confirmaron este diagnóstico incial.

El procedimiento fue el siguiente: Se repartió la sangre de Mahler en cuatro matraces y en cuatro placas de agar, repartiendo sobre cada uno de ellos 1 ml de sangre. Tras 16 horas en todas las placas aparecían colonias bacterianas. A las 24 horas dos de los matraces contenían numerosos cocos y a las 48 horas todos los matraces estaban colonizados.

Ésta es la descripción del matraz B: “El líquido es de color bourdeos; presenta una gran cantidad de precipitado sedimentoso. Microscópicamente se observa ese precipitado y formaciones en mora. Entre los residuos se pueden apreciar probables cadenas de estreptococos; de serlos son los más largos que he encontrado nunca.”

Baehr también resume años después la metodología seguida en el caso de Mahler en una carta al Dr.Nicholas Christy: “Extraje 20 ml de sangre de la vena braquial con una jeringa y aguja; repartí parte de la misma en varios matraces y mezclé el resto en un medio de agar fundido el cual a continuación repartí sobre placas de Petri. Tras 4 ó 5 días de incubación en el laboratorio del hospital las placas de Petri revelaron numerosas colonias bacterianas y los matraces mostraban un cultivo puro del mismo organismo que a continuación fue identificado como Streptococcus viridans. Como todavía estaba lejana la era de los antibióticos estos hallazgos sellaron el destino de Mahler.”

Del volumen publicado en la exposición Gustav Mahler in Wien und München recojo el diagnóstico y los resultados detallados del informe bacteriológico. El informe se abre con este encabezado:

“E.L.- Éste es un caso que traté con el Dr.Fraenkel. El paciente tenía una endocarditis crónica que había estado cursando inicialmente con ligera fiebre. Tras dos semanas la temperatura subió hasta 40ºC. Se sospechó que el paciente sufría gripe complicada con endocarditis o endocarditis reumática. El cultivo sanguíneo fue positivo (en 16 horas). El paciente murió a principios de mayo.”









De acuerdo a la entrevista realizada por Stuart Feder al Dr.Baehr Mahler había pedido conocer la gravedad de la enfermedad. Aunque el Dr.Libman evitaba informar a los pacientes de un diagnóstico fatal, pues siempre quería mantener una mínima esperanza -un pequeño porcentaje de pacientes mejoraban espontáneamente- y además la reacción del enfermo complicaba su labor, hizo una excepción con Mahler, probablemente por la insistencia del mismo. Al conocer la verdad, su reacción inmediata fue el desear morir en Viena. Según Alma “para yacer al lado de su hijita Putzi.”

Sin estar exactamente ubicada en el tiempo ésta es la crónica de Alma de estos duros días en los que se revelaba la verdadera naturaleza de la enfermedad de Gustav.

“Al final de la semana Fraenkel ya no tenía dudas sobre la naturaleza de la enfermedad. Le llamé una noche que Mahler tuvo una especie de colapso. Él le tranquilizó -a mi también- pero a la mañana siguiente su cabello se había vuelto canoso. Mahler y yo vimos como en sólo unas horas el pelo puede tornarse gris. Fraenkel me dijo muchos años mas tarde que esa noche había enterrado a su más querido amigo.”

* * *

Paralelamente en los periódicos de este domingo 26, como por el ejemplo el New York Tribune, no sólo se anuncia que Mahler dirigirá el concierto dominical de ese día, sino también sus próximos compromisos (Gira a Princeton y Washington y próximo concierto dominical). Ninguno de ellos tendría ya lugar.





Este mismo día Cornelis Dopper dirige los Kindertotenlieder a la contralto Anke Schierbeer en un variopinto programa que incluía: la Primera de Beethoven, Cuarta de Mendelssohn, la música de ballet de Enrique VIII de Saint-Saens y la obertura de Fidelio.