(OSG) ORQUESTA SINFÓNICA DE GALICIA

Por fin hemos podido asistir a nuestro primer concierto de la temporada. Dirigido por el joven holandés Lawrence Renes, para mi desconocido y que de acuerdo a las notas de programa, sigue una carrera más centrada en el foso operístico. De hecho su CV se reduce en las notas a un par de exiguos párrafos; todo un ejercicio de modestia, inusitada por estos lares. La solista Nicole Cabell es sin embargo mucho más popular sobre todo para los que sigan la Gramophone pues fue hace años ganadora del concurso de Cardiff, Singer of the World.

El programa se abría con una obra de Barber, para mi muy querida pues forma parte de uno de mis primeros CDs, que en su día compré para tener mi primer Adagio para cuerdas. Es un Telarc con Levi/Atlanta/Sylvia McNair que además incluye los dos Ensayos para orquesta y la obertura La escuela del escándalo que precisamente tocará la sinfónica la próxima semana. Fantástica la versión de McNair de Knoxville. Inevitablemente la llevo grabada en lo más recóndito del hipocampo. Sin embargo ahora, décadas después, uno escucha esta música desde otra perspectiva, todavía si cabe más emotiva, pues me encuentro en un momento del ciclo vital en el que la identificación con el protagonista del texto es plena; el Samuel Barber de cinco añitos que nos ofrece su visión naive, pero tremendamente sentida de la infancia. Ya digo, este CD de Levi es una versión que sin duda recomiendo. Pero un concierto en vivo -como hablábamos el otro día- es algo bien distinto, así que me dispuse gustosamente a resetear y disfrutar de esta oportunidad única de escuchar esta obra; no precisamente habitual.

Fue una interpretación correcta en la que me gustó especialmente la segunda parte, pues en la primera, la más descriptiva, por momentos onomatopéyica, faltó algo de mordacidad tanto en la cantante como desde el podio. Cabell no me disgustó pero tampoco me entusiasmó. Comentábamos que tiene una buena afinación, fraseo y por supuesto en esta obra americana su pronunciación y dicción es impecable; pero algo le falta que soy incapaz de describir. En cualquier caso cumplió sobradamente y desde luego los punzantes -y hermosos- agudos finales de la obra fueron convincentes. Una buena impresión. Y aceptable respuesta del público que hubiese agradecido subtítulos en el escenario, aunque sí estaban disponibles los textos.

La obra de García Abril me decepcionó sin embargo. No tengo ningún tipo de prejuicio contra su música, al contrario es un compositor que admiro y valoro -por cierto, presente en la sala. Pero este Hemeroscopium no consiguió engancharme. Me resultó una obra no muy inspirada, excesivamente efectista y reiterativa. Parecía un desperdicio la amplísima plantilla orquestal. Desde luego tanto orquesta como director pusieron todo de su parte, desde el impresionista comienzo al straussiano brutal final. Que le voy a hacer; no me subyugó, pero sí fue recibido con calurosísimos aplausos que motivaron su entrañable salida al escenario. Había dado una charla previa que seguro resultó muchísimo más amena. Entre nosotros comentábamos; mejor que Hemeroscopium hubiese sido una selección de Anillos de Oro, El hombre y la tierra, Monseñor Quijote...  

Y en la segunda parte el plato fuerte de la noche para los mahlerianos. La Cuarta Sinfonía que tras la primera y junto con la Quinta yo creo que es la sinfonía de Mahler que más ha interpretado la Sinfónica -como la mayoría de orquestas claro-; siempre interpretaciones de las que guardo buen recuerdo. Las más recientes con Laura Alonso y Víctor Pablo y otra anterior en el ciclo Mahler en la que VPP se acompañó de Christianne Oelze.

Esta Cuarta fue radicalmente distinta a las anteriores, y en general a cualquier concepción de la obra neoclásica, jovial, extrovertida. Renes construyó una Cuarta sombría, nostálgica, totalmente introvertida, que renuncia a cualquier efusión gratuita. Sorprendente en el joven Renes una interpretación tan atípica, más propia a priori de directores más otoñales.

Este enfoque fue una constante en los cuatro movimientos pero lógicamente en el que más llamó la atención fue en el “neoclasico” (pretendidamente) primer movimiento. Renes marcó de principio a fin un tempi moderado, muy contenido, refrenando a lo largo de todo el movimiento los impulsos más vitalistas y huyendo de cualquier exceso en los clímax. Tras la introducción, la sección Frisch raramente se puede escuchar menos efusiva. Así cuando llega el  Plötzlich langsam und bedächtig (repentinamente lento y deliberado) es imposible transmitir cualquier sensación de cambio.

Renes se vuelca sin embargo en las secciones líricas de este primer movimiento, en las que anticipa claramente la atmósfera del Ruhevoll, ralentizando lo máximo posible el tiempo y buscando las dinámicas intimistas. La duración de este movimiento dice mucho; 17'36”. En la ingente discografía de la obra se cuentan con los dedos de las manos las versiones que superan esta minutación. Repasando el listado me doy cuenta de lo mucho que la interpretación de Renes podría haber bebido en la sorprendente y polémica de Barbirolli en BBC Legends. Ambas son igual de atípicas en lo introspectivo y ambas acentúan el lirismo del primer movimiento al máximo, para llegar al éxtasis en hermosísimos Ruhevoll.

Como curiosidad apuntar que en la habitual polémica sobre el ritenuto en el arranque de la obra, Renes se alinea con los que se saltan a la torera la indicación de Mahler, aplicándolo uniformemente a toda la orquesta ¡Misterios! A veces le dan a uno ganas de lanzarse a preguntarle al director si no tiene ojos en la cara. Lo comento como curiosidad de mahlermaniaco pues es un aspecto muy secundario aunque no por ello menos controvertido, pero si Mahler escribe en la partitura estas indicaciones aparentemente contradictorias o sin sentido es por algo, no cabe duda. Que los directores no las comprendan no debería ser una excusa para ignorarlas.

Como digo fue una lectura uniformemente moderada, contenida, creando una atmósfera sombría, en ocasiones claramente pesante. La orquesta estuvo fantástica en la realización, a muy buen nivel todos los atriles. Por cierto, había unas cuantas caras nuevas y sorprendentes ausencias, que imaginamos serán temporales. Entre los nuevos vuelve una vez más a la orquesta -ojalá sea por muchos conciertos- un trompa de auténtico lujo, David Fernández, que forma parte de la Orquesta de Valencia a la que llegó procedente de un periplo alemán que incluyó ni más ni menos que la Radiodifusión Bávara ¡Qué decir del papel de este instrumento en la Cuarta de Mahler! Es probablemente el atril más decisivo por sus muchos pasajes protagonistas. Interiormente deseaba que interviniese David de principal y así fue. Y no lo digo en demérito de Bushnell que ya lo había sido en la última Cuarta de VPP pero sería una pena lo contrario. David Fernández estuvo sublime toda la noche, super seguro y con un sonido hermosísimo que siempre empastaba mágicamente, incluso en el dificilísimo segundo movimiento. Pero es de justicia reconocer que las cuatro trompas estuvieron también brillantes, como también las trompetas, impecables en todo momento. Ah, y para los localistas un valor añadido; David Fernández ¡¡es gallego positivo!!

Una Cuarta sin tacha técnicamente, pero sin embargo se echó en falta algo, como en el Barber, un pequeño plus de mordacidad, de impacto. Maga se acordaba de la Cuarta del Natalia Ensemble que en ese sentido fue todo lo contrario, con los músicos arrastrados por la energía de Mariño; sólo les había faltado hacer un striptease. No cabe duda que en este caso la concepción tan crepuscular de Renes no invitaba a grandes efusiones.

Otro ejemplo de lo que comento sería el clímax central del movimiento designado por Mahler como Wild, y que sin embargo frente a la explosión de decibelios de García Abril debió de dejar al público bastante frío. Pero estaba claro que en Mahler no era precisamente efectos lo que buscaba Renes. De hecho en ese mismo Wild, más que en el propio clímax Renes pone toda la carne en el asador en el colapso que lo sucede -fantástico momento clave mahleriano que anticipa los colapsos del Andante comodo de la Novena (¡Manda narices, llamarle Andante comodo!).

No me extiendo más con la interpretación de este primer movimiento tan sesuda y atípica. Imagino que al público no le enganchó excesivamente la propuesta de Renes y en cuanto a la crítica, tengo curiosidad en ver su opinión.

El segundo movimiento fue menos extremista, pero siguió predominando un claro predominio de lirismo. Nada que ver con la Totentanz con la que Mahler lo describió en su día. Tampoco fue especialmente demoníaco el sonido del concertino en scordatura  que de acuerdo a Mahler “debería sonar chirriante y áspero como si la propia Muerte lo tañese”. Los tríos, no es una sorpresa, fueron moderados, líricos. Una vez más todo apuntando hacia el inmediato Ruhevoll. Por otra parte en estos tríos no hubo el más mínimo lugar para la reticencia o la ironía, una opción habitual que a Renes no parece interesarle. 9'25” fue la duración del movimiento, en este caso mucho más canónica.

Llegaba el Ruhevoll y éste fue como soló podía ser tras dos movimientos tan precisamente ruhevollianos; un despliegue de belleza y sensibilidad que Renes condujo magníficamente exprimiendo la última gota de lirismo. Cien por cien Adagietto. Tal vez esto suene peyorativo, pero ese estoicismo que Renes aplicó a los dos primeros movimientos impidió que el movimiento se quedase en lo puramente hormonal para dejar una huella mucho más profunda. El tiempo, sobre todo en las primeras variaciones, hiperestático. Hermosísimo el Viel langsamer con el oboe soberbio de  Casey Hill. Tras él llega el primer tutti que en este caso sí que se le va de las manos al director pues es tan brutal que supera a los del primer movimiento e incluso a la explosión del Vorwärts que cierra el Ruhevoll. El anmuthig bewegt como era de esperar contenido pero fluido y fantásticos los solistas en el trío de oboe, corno inglés y trompa que da paso a un nuevo tutti, en este caso mucho mejor construido y menos discordante. Y ya hacia el final un Andante subito dilatadísimo hiper-estatico -fue el único momento claramente  excesivo- que da paso al difícil Vorwarts citado que fue dilatado e impactante, aunque un tanto minimizado ante los tuttis previos.

La duración fue 21'22”; hay en este caso ejemplos mucho más hipertróficos -incluso 23 minutos. Fue una lectura más contrastada en cuanto a los tiempos que el primer movimiento.

En el final contraste entre las diferentes secciones, en este caso desde la máxima contención en la introducción a una máxima -esta vez sí- mordacidad en los ritornellos instrumentales. Discreto encanto de la solista que hizo una realización simplemente correcta lo cual no es poco; puso lo suficiente de su parte para el disfrute del Lied. Ni la forma en que se maneja en las agilidades ni el color de su voz le permiten brillar extraordinariamente en este Lied, pero compensa parcialmente con musicalidad, afinación, fraseo. Faltó ese más indefinible. Un buen ejemplo es el glissando en dazu lacht del que algún día habría que hacer una escucha comparada. Tanto ella como el director virtualmente lo ignoraron. Pero fue globalmente una recreación agradable, sin excesiva teatralidad, ni ironía, predominantemente bucólica y nostálgica, perfectamente coherente con los movimientos anteriores. 9'13” fue la duración. El publico respetuoso esperó unos diez segundos para a continuación ofrecer cinco minutos de generosas ovaciones. Por secciones las trompas recibieron el más sonoro reconocimiento.

En resumen una Cuarta atípica, muy interesante y estimulante, que uno personalmente agradece pero que entiende que salvo en el Ruhevoll no pudo despertar grandes pasiones entre público y crítica.