(OSG) ORQUESTA SINFÓNICA DE GALICIA

Anoche las expectativas eran muy altas tanto por el director como por el plato fuerte de la noche, la Octava de Shostakovich, y ciertamente no salimos decepcionados.

Pons es para mi uno de los grandes directores españoles. Siempre que se ha puesto al frente de la OSG y cuando lo hemos visto en Madrid –recientemente ni más ni menos que en su Canción de la Tierra y en la Octava de Mahler- he disfrutado con su peculiar estilo. Aunque su gesto y su mímica no se distinguen por su prodigalidad la forma en que profundiza en las partituras, siempre atento a mil y un detalles, dando entradas a diestro y siniestro, controlando dinámicas, enfatizando acentos siempre me hacen pensar en un controlador de vuelo empleándose a fondo en su trabajo. Nunca olvidaré en Madrid la rapidez de reflejos con la que reaccionó a una inesperadísima entrada en falsa de Anna Larsson, quien apenas tuvo opción ni de siquiera iniciar su desafortunada intervención. A todo esto se une un evidente sentido musical muy especialmente en este tipo de repertorios. También recuerdo imborrable el de su Sinfonía de Cámara schoenbergiana de hace años con la misma OSG.

Ayer esas cualidades estuvieron presentes en toda la interpretación. También fue evidente un gran trabajo en los ensayos, que sin duda se benefició de la interpretación de la noche anterior en Ferrol. La orquesta respondió a la perfección, ofreciendo una de sus grandes veladas. Esta vez no se puede ni siquiera hablar de deslices aislados en ningún atril. Aunque es injusto destacar ningún nombre lo hago con el tenso e intenso solo de corno inglés de Scott MacLeod y el piccolo de Juan Ibáñez. Pero toda la orquesta estuvo magnífica, con una cuerda que exhibió un sonido suntuoso, denso, perfectamente empastado. Hubo momentos estremecedores que en lo que a mí respecta no fueron los grandes clímax –en los que me hubiese gustado un mayor paroxismo- sino los momentos más introspectivos. Soberbio todo el Adagio inicial así como el psicodélico Largo, muy dilatado. También el Allegretto deslumbró con la forma en que se graduaron las extremas dinámicas de este movimiento y como se cuidaron las transiciones.

Antes vivimos el estreno de Cliffs off Moher de Javier Martínez Campos. Segundo estreno consecutivo tras el de la semana pasada de Rosinskij. En este caso sí se trataba de una obra realmente accesible inspirada en los imponentes acantilados irlandeses. Aunque el compositor pretende huir de la etiqueta de música descriptiva, el título invita a establecer analogías. Estas no son especialmente exitosas pues los pasajes más movidos de la obra nos transportan al mundo de parque jurásico mientras que secciones más sosegadas presentan un carácter más cercano al de un thriller. Aunque la obra no transmite una sensación concertística desde luego su gran atractivo es la presencia del oboe solista. Ya sólo por poder escuchar al oboe principal de la orquesta, Casey Hill, en un rol protagonista a lo largo de los veinte minutos que dura mereció la pena. Su cadencia fue especialmente brillante. El público recibió la obra con un caluroso aplauso en buena parte en reconocimiento al querido solista. No pienso que detrás hubiese una especial afinidad por este tipo de lenguaje.

En las notas se nos habla de esta obra como “ni tradicional ni excesivamente contemporánea” y es que efectivamente habita en una estéril tierra de nadie. Triste volver a leer las desafortunadas palabras del portavoz del jurado, Julio Andrade, de las que en su día aquí hablamos: “había llegado el momento de superar los fundamentalismos del siglo pasado, en el que todo lo que no simpatizaba con Segunda escuela de Viena, no merecía la pena”. Por más que lo intenté no pude apreciar en que momento o en que sentido Cliffs of Moher superaba esos hipotéticos fundamentalismos, más bien lo contrario, obras como estas demuestran como determinados lenguajes habían llegado hace más de un siglo a un callejón sin salida del que afortunadamente sólo la genialidad de esa segunda escuela de Viena que sorprendentemente algunos entendidos quieren ahora denostar nos permitió abrir nuevos y enriquecedores horizontes.