(OSG) ORQUESTA SINFÓNICA DE GALICIA

A pesar de no ser un programa de campanillas, máxime teniendo en cuenta los dos que lo demarcan en la temporada -6ª de Mahler y 8 ª de Shostakovich con Pons la próxima semana-, resultó un atractivo concierto. A la batuta el director de la Joven OSG Pietro Rizzo, quien la temporada pasada ya nos había dado buena muestra de su talento. No en vano posee a pesar de su relativa juventud un amplio y variopinto curriculum. Anoche volvió a agradarnos sacando lo mejor del árido programa. Como novedad la orquesta contaba con la presencia del concertino invitado Friedemann Breunninger, concertino de la OCG, quien curiosamente había participado el día anterior de concertino y solista en el concierto de abono de la Filarmónica de Gran Canaria. Descansaba por tanto Massimo Sapadano quien tuvo el detalle de estar presente en la sala, en buena parte seguro que para apoyar en la premiere a su compañero Wladimir Rosinskij.

Casualidad o no, seguimos en la línea del trágico programa de la semana pasada, esta vez de la mano de Brahms y de su obertura Trágica. Recibió una lectura cohesionada, con la apropiada tensión, una muy buena gradación de las dinámicas y con gran precisión en las entradas. Tras el mix mahleriano de profesionales y jóvenes la orquesta recuperaba su sonido propio; anoche muy refinado en todos los atriles. A pesar de la adecuada interpretación la Trágica brahmsiana fue discretamente recibida; con fríos aplausos. Tal vez la obra no entusiasmó excesivamente. A mi lado una aficionada comentaba “esto lo compone cualquier buen compositor”. No iba a ser yo quien me pusiese a defender al bueno de JB.

Nada más lejos de mi intención que hacer del tema de las notas un "issue" pero es que casi cada semana dan pié a una anécdota. Esta vez sorprende que en las veinte líneas que las notas le dedican a la Obertura Trágica; la mitad nos hablen de la obertura académica. Sorprende más si tenemos en cuenta que el espacio dedicado a Brahms y Tchaikovsky era necesariamente breve pues la obra de Rosinskij acaparó la atención gracias a un emotivo y detallado ensayo de Gabriel Bussi, miembro de la orquesta, compositor y por lo que nos narra gran amigo del compositor que nos permitió acompañar la escucha del estreno de anoche con una inmejorable guía de audición en la mano.

Y a continuación el estreno de Taimyr, la obra triunfadora de la noche. De Rosinskij conservo sobre todo en la memoria el grato recuerdo de su denso concierto para violonchelo. En aquel momento Paco Yáñez lo describió como un ecléctico poliestilista con un lenguaje propio pero enraizado en ilustres antecedentes como Alfred Schnittke. Coincido totalmente con Paco. No es sin embargo el de Rosinskij un lenguaje accesible –desde luego muchísimo más progresivo que el de la mayoría de compositores formados en Galicia y estrenados por la OSG estos años- pero la evidente calidad de su escritura, la riqueza y variedad de sus ideas y, por qué no, los muy sutiles guiños al pasado que de forma puntual y natural aparecen en sus partituras le confieren un especial atractivo. No voy a ser yo quien haga un juicio de su papel en la creación musical contemporánea, si es que realmente esto es necesario, pero de lo que no me cabe duda es que obras como las de ayer le ubican en LA tradición compositiva centroeuropea. Su música no me parece una simple fusión de estilos o una exhibición de recursos orquestales ya escuchados. La sensación que me transmite es la de pertenecer por formación, inspiración y convicción a dicha tradición.

Calurosísima la recepción del público. Viendo su reacción uno sólo puede encogerse de hombros ante aquellas luminarias que desprecian al público coruñés por su conservadurismo, apoyándose para ello únicamente en las muchas canas o bastones que lucen los abonados, sin darse cuenta de que quien desprecia a la tercera edad se desprecia a sí mismo.

Los dos solistas de viola, los ilustres ex-OSG Natalia Tchitch y David Quiggle tuvieron sin duda una buena parte de mérito en el éxito del estreno. Sin ser una obra concertística al uso, su papel es por supuesto crucial y a él respondieron con una lectura extremadamente enfática y musical, en la que por supuesto las muchas dificultades –Rosinskij es viola de la orquesta- que la partitura plantea pasaron inadvertidas.

¿Qué propina para dos violas podría ofrecerse tras una partitura auténticamente contemporánea? La respuesta muy sencilla; el propio Rossinskij tras saludar repetidamente sacó de su bolsillo unas arrugadas cuartillas con una obra que el mismo describió para el público como “rusoaustríaca con influencias gallegas”. Hizo las delicias del público, esta vez sí cargando las tintas en lo folklórico por encima de otras consideraciones.

Y ya la segunda parte con la Polaca de Tchaikovsky. Con la sinfonía más optimista y menos introspectiva de las Tchaikovskyanas por fin quedaba atrás la tragedia de estos días. Como hemos comentado en alguna ocasión lo único bueno del simiográfico Tchaikovsky de esta temporada es que nos ha permitido disfrutar en vivo a los ilustres segundones de su producción sinfónica y concertística, que sin duda ganan no pocos enteros escuchados en 3-D. En este caso se realzaban los sutiles matices de orquestación o los diálogos continuos entre secciones que en las cuatro paredes de casa quedan inevitablemente atenuados. Aun así la linealidad de la obra y su relativamente modesta inspiración son indiscutibles. Fue sin embargo bien acogida y Pietro Rizzo y las distintas secciones de la orquesta recibieron el aplauso que el público les negó en Brahms.