¿QUÉ ESTAMOS ESCUCHANDO? ...

Teniendo en cuenta la excelente y bien conocida Octava de Tennstedt en DVD de enero de 1991, no es ninguna sorpresa que esta novedad en CD del mismo programa con los mismos solistas pero registrada seis días antes resulte igual de fascinante. Lógicamente al ser una toma en base a un único registro no está exenta de fallas: éstas sin duda no afloraron en el DVD realizado en base a dos interpretaciones. Por otra parte la toma de sonido en el CD de la BBC es algo inferior en nitidez; aunque bastante realista. Únicamente es criticable que en el balance entre solistas y coros, estos últimos estén algo atenuados para mi gusto. Pero cualquier consideración de este estilo pasa a un segundo plano ante la magia de Tennstedt. En cuestión de interpretaciones musicales todo es susceptible de polémica. Hasta el punto que aunque para muchos Tennstedt siempre ha sido un director que gana enteros en vivo, no es difícil leer afirmaciones en el sentido opuesto. Desde luego sus Octavas parecen dar la razón a los primeros, pues tanto la de DVD como esta novedad en CD son dos lecturas que delatan un auténtico mago de la batuta. A mi juicio Tennstedt tenía el don de hacer que sus decisiones fuesen del tipo que fuesen resultasen siempre creíbles, nunca caprichosas, ni afectadas, ni artificiales. Aunque esta Octava en vivo es en no pocos aspectos personal, Tennstedt engancha al oyente con ella de principio a fin; obligándonos a sentir y a vivir esta gran música con toda su intensidad. Con él lo primero siempre es el compositor; el director pasa a un segundo plano. En el Veni creator destacaría un par de ejemplos del arte de Tennstedt. El primero en el momento más colosal del movimiento; en la transición entre la dobla fuga y el retorno del veni creator, Tensstedt opta por transitar por las mismas arenas movedizas que Bernstein en sus Octavas: un retardando exagerado, totalmente anti-climático. Ha sido criticado Bernstein más de una vez por ello. Y sin embargo Tennstedt es capaz de salvar la situación de forma milagrosa, extrayendo de la orquesta un énfasis y un vigor que evitan la tensión decaiga. El segundo ejemplo es curiosamente de caracter opuesto: la conclusión del Gloria. Tennstedt opta por la misma aceleración primitiva, atávica que Rattle aplica una y otra vez en este pasaje en sus Octavas. Pero donde Rattle nos deja fuera de juego, por no decir frustrados Tennstedt consigue darle un sentido a tan extremo planteamiento y hasta hacernos pensar que su ilustre colega tampoco va tan desencaminado. Algún día lo conseguirá.

Esta Octava es una versión dilatada –especialmente en la segunda parte- pero en la que curiosamente él discurso nunca languidece. El arranque del Veni creator es espectacular; con ímpetu y vigor pero sin tener que recurrir a un clamor desbocado. Con sutiles retardandos y cambios de dinámicas Tennstedt humaniza un arranque a veces excesivo en lo desabrido o bien en lo severo. Lirismo es desde luego una constante y así lo demuestran las intervenciones de los solistas en el Imple superna gratia. Tras retornar el Veni creator con gran energía se suceden los interludios orquestales, vivos pero nunca precipitados. En el estallido del Accende lumen sensibus son por desgracia apreciables entradas a destiempo que afean este momento; esas cosas del directo de las que hablábamos antes. Como también hablaba del peculiar pero exitoso tratamiento de la reexposición; curiosamente mucho más estática que en su primera aparición. En el resto del movimiento es muy destacable el pasaje orquestal de transición al Gloria -abrumador- y toda la energía desplegada en esta conclusión.

El Poco Adagio de la segunda parte está enfocado desde dos premisas, lirismo y contención que en cierto modo son una constante para toda esta segunda parte. En ningún momento la sensación es sin embargo de lentitud, a pesar de que la minutación podría inducir a pensar lo contrario. Magnífico el clímax de esta sección. Dilatado y con con carácter. El piu mosso está hermosamente fraseado, algo contenido en su culminación por las trompas. El Coro de anacoretas se ve lastrado por la difusa toma de sonido coral que le resta mordacidad; sin embargo el entramado orquestal es hermosísimo. Magnífica la frase conclusiva sobre la frase heligen Liebesort. El Ewiger wonnebrand del Pater ecstaticus de Eike Schulte es correcto; su voz algo atenorada aporta el lirismo y la intensidad necesaria, sin embargo le falta personalidad, carece de ese algo distintivo. Mucho más satisfactorio Hans Sotin como Pater Profundus.

En las siguientes secciones angelicales las transiciones orquestales en ocasiones resultan algo bruscas pero el principal problema llega con la intervención de Kenneth Riegel, Dr.Marianus de tantas Octavas discográficas –Bernstein, Ozawa, Inbal, Levine- especialmente desfaortunado en esta su última 8ª grabada. De los peores tenores que recuerdo en esta obra: chillón, excesivo, anti-musical. Tras un intenso Adagissimo las féminas compensan esta mala impresión, muy especialmente Julia Varady como Magna Peccatrix y la magnífica Jadwiga Rappe como Maria Aegyptiaca. Hasta Jane Eaglen está sutil y contenida en su Neige, neige lo cual es de agradecer sobre todo en el agudo final antes de la intervención de la Mater Gloriosa. Es Susan Bullock ¡A quien aun hemos podido escuchar hace unos meses en la Octava de Rattle de Berlín como una excesiva Soprano II! Sin embargo en la época de este concierto se muestra más sutil hasta el punto que hace una de las Mater Gloriosas más delicadas que nunca haya escuchado. Se nota la mano de Klaus. Con el Blicket auf retorna un forzadísimo Riegel. Magnífica la orquesta en la transición orquestal al interludio previo al Coro Místico. La trompeta no arriesga lo más mínimo en el sobreagudo; mejor así. El interludio no resulta ni etéreo ni expresionista; moviéndose por un middle way romántico que sabe a poco. El Coro Místico nos hubiese gustado más lento y etéreo pero la sobriedad de Tennstedt está siempre ahí. En estos momentos en que uno sube el volumen al máximo se echa especialmente en falta algo más de nitidez en la toma. Sutiles nuevamente las soprano I y II en zieht uns hinan y el gran crescendo coral resulta impactante. El tremedo redoble de la percusión que desencadena el clímax coral es magnífico así como la conclusión de éste. Aunque hay cierta confusión al principio de la coda orquestal el resultado es impresionante.

En resumen un documento complementario del DVD no exento de imperfecciones y polémicas pero de inestimable valor.

Chailly retorna a la Segunda doce años después con su nueva orquesta de Leipzig y un DVD grabado en base a dos representaciones desde la Gewandhaus. Mi impresión ha sido muy buena. El retorno a la obra ha merecido la pena y Chailly firma una lectura que repara la que a mi juicio es la mayor limitación de su Segunda con DECCA, el primer movimiento de la obra. En este caso Chailly ofrece un lectura más concisa, directa, impactante; probablemente más preocupada por el discurso global que por los detalles microscópicos. Por supuesto se añora el refinamiento del Concertgebouw pero el resultado global ha ganado en espontaneidad y en fluidez en el discurso. No se echan en este caso en falta las generalmente muy cuidadas tomas del ciclo pues en el DVD la toma es excelente, con un sonido en cada sección muy cercano, impactante. Hasta el punto es tal la presencia del audio que a veces la imagen parece no acompañar a la inmediatez que el sonido nos está aportando. La orquesta de la Gewandhaus cuenta con unos excelentes solistas que responden a la inusitada energía que Chailly derrocha desde el pódium.

Sin extenderme, en el primer movimiento se sacrifica efectivamente refinamiento por expresividad. Aunque en algún momento, sobre todo de las maderas, echo en falta algo más de mordacidad es una lectura intensa, poderosa, en la que las concisas transiciones hacen que la energía no decaiga en ningún momento. Extraordinaria la sección central con el pasaje de las cuerdas golpeadas impactante; impacto en este caso acentuado por la imagen. También magnífico el Pesante y su resolución. La relajación que suele suceder no se da en este caso y la lectura mantiene su pulso rápido y nervioso. Una escala descendente ligeramente contenida es un impactante broche.

El Andante curiosamente se abre con un ímpetu atípico, pero en las secciones sucesivas este aspecto resulta menos importante. Aunque el lirismo está presente cuando la partitura lo requiere Chailly huye de cualquier sentimentalismo. La concisión alcanza incluso a la coda, nada afectada ¡Quien lo ha visto y quién lo ve a este hombre! Más redondo resulta el Scherzo, fluido, un auténtico perpetuum mobile, incisivo, con humor y con una poderosa explosión; una vez más Chailly no dilata la coda y ataca un Urlicht en el que Sarah Connolly aporta un timbre oscuro y evocador que aunque ciertamente no corresponde a una auténtica contralto sí llega e impacta. Una y otra vez uno no puede dejar de pensar lo impactante que debió ser el concierto en vivo. Chailly despliega unas magníficas graduaciones de las dinámicas, por ejemplo en el hermosísimo en el crescendo en Himmel sein.

Aunque el final de la obra contiene el que para mí es el único reparo importante, está a la altura de los excelentes movimientos previos. Hay muchos momentos interesantes a lo largo del movimiento, por ejemplo el retardando que aplica en la expansiva sección que sucede al cataclismo inicial. Extraordinarias también las fanfarrias del metal posteriores y justo antes del crescendo de la percusión es destacable el extraordinario solista de trompeta que mantiene el sobreagudo de su instrumento con una intensidad y duración milagrosa. Sin embargo el problema viene con la Marcha de los Muertos; decepcionante por su sobriedad; Chailly resalta más la solemnidad del pasaje más que su dramatismo. Una pena aunque su colapso está bien realizado.

Curioso, Chailly elige para que se levante el coro ese mismísimo momento; es algo que sólo se lo había visto a Víctor Pablo y que visualmente es una brillante decisión. Las fanfarrias in die Ferne son intachables lo cual es un rara avis. En cuanto al coro final uno sólo puede desear haber estado allí pues habiéndolos escuchado en la Octava se da uno cuenta de que lo que sale por los altavoces del equipo es una mera caricatura de la suntuosidad y efusividad que esos coros transmiten. Oelze algo excesiva, tal vez problema de la toma, pero correcta en su lectura, perfectamente empastada con Connolly en su difícil dúo. Es curioso como Chailly trata el Bereite dich; con menos agresividad de lo habitual, más estático. Y ya con el sterben ich asisitimos a un despliegue abrumador de energía que Chailly sabe manejar perfectamente jugando con los adecuados énfasis; la coda orquestal es tratada con igual lucidez para coronar una sobresaliente Segunda. Asombroso una vez más el público alemán que antes d eestallar en aplausos mantiene un respetuoso pero a mi juicio impropio silencio de unos segundos ¡que se hacen eternos!