Scherchen dirige Mahler

Hablar de Scherchen no es cosa fácil. Los lugares comunes lo sitúan como uno de los adalides de la música contemporánea, lo cual, por cierto, no lo llevaba a descuidar el repertorio tradicional. Era capaz de estrenar obras de Varese en medio del escándalo del público o de dirigir un Mesías extático que hasta el día de hoy nos descoloca. Algunos lo catalogan de director apresurado (ahí está su Eroica, para algunos pionera de las prácticas más filológicas), pero sin embargo posee el Adagietto de la Quinta de Mahler más lento y quizá fascinante de la discografía, o un “Amén” de El Mesías de Haendel deconstruido milimétricamente. En fin, a veces se dice de él que era de un literalismo puritano y otras veces de una excentricidad feroz, que comulgaba –como Oskar Fried- con el marxismo ortodoxo y que, no obstante, fue capaz de entregarnos en disco una Pasión según San Mateo emocionante y dramática hasta la médula, ya que veía en ella una expresión de la colectividad; que era implacable con sus alumnos a quienes prohibía oír discos y que, sin embargo era capaz de vestirse de Papá Noel para entregarles regalos en Navidad. Era un ser humano contradictorio, lo que equivale quizá a la medida de su inmensidad.

Hoy, sus discos a veces surgen como rarezas para especialistas, pero varias de sus ediciones en realidad fueron populares en su época y sirvieron a muchos para introducirse en los clásicos. Precisamente, hablando de discos, este hilo tiene como objetivo revisar todos los registros mahlerianos de este director singular, a quien -ya sabemos- Celibidache apodaba “el peor director del mundo”.

Scherchen también fue muy singular a la hora de grabar música: grabó en estudio para producir productos de alta fidelidad. Ahí está esa espléndida Resurrección, pionera en la estereofonía, y los lieder, también pioneros en la entonces reciente tecnología, para la firma Westminster (quienes saben concordarán que esos prensados eran de los mejores allá a fines de los 50… yo tengo algunos y todavía suenan de modo magnífico). También grabó para difusión radial, con resultados igualmente interesantes aunque menos perfectos. Nota aparte merecen sus registros del vivo, viscerales y apabullantes. Con Scherchen nunca se sabe.

Para mí, Scherchen fue, sin duda uno de los más grandes, un genio que nos dio algo invaluable: errores… y por montones, quizá por eso su Mahler, en esta época de grandes orquestas y de directores tan perfectos como prescindibles, es tan necesario. Scherchen es de otro tiempo, la época en que un concierto era una revelación, en que un disco era un producto de arte. Una época en que se corrían riesgos y Scherchen los corría con sus célebres cortes extremos, con sus agógicas exasperantes, con su claridad fanática en medio de la esquizofrenia desatada. De todo esto hay en su Mahler. Época de directores inmensos y de orquestas que a veces tocaban por tres comidas diarias.

Scherchen dirigió todas las sinfonías de Mahler. Según René Trémine, su estudioso más serio -y marido de la hija del compositor Myriam-, condujo 89 veces una sinfonía de Mahler, la más interpretada fue la 5 (22 veces… curiosamente la primera obra que programó en su debut como director el 4 de febrero de 1914, y la última obra que dirigió el 9 de mayo de 1966). Las que dirigió menos fueron la 2 y la 4 (un par de veces cada una).

En la discografía mahleriana de Hermann Scherchen existen dos vacíos importantes. No hay registros ni de la 4 ni del Das Lied von der Erde. En fin no hay que perder la esperanza…

Sinfonía 1. “Titán”
Royal Philharmonic Orchestra
(registro de estudio, septiembre de 1954: 15:08 (sin repetición)/ 6:09 / 10:53 / 17:41). Para mi comentario me basé en el registro del CD Westminster –todavía localizable por la Web- y en la reciente edición Tahra –junto a la 5 y 7 originales también de Westminster).

Según Trémine, Scherchen dirigió la sinfonía 1 en cuatro oportunidades (no me queda claro si el registro del disco se cuenta como una de ellas... es probable que no). Este registro con la Royal Philharmonic pertenece a un año en que la obra gozó al menos de buena difusión radial si contamos las varias versiones que se disponen por esas fechas próximas: Walter (X2), Kletzki, Kubelik, Rosbaud. De todas ellas, la de Walter-New York es la única que precede -en estudio de grabación- a la que comentamos.

Scherchen dirigió en varias oportunidades a la Royal Philharmonic y de hecho produjo discos notables en su calidad técnica (para el entonces sello Niza). El lema de Scherchen era “todo se oye”. Es notable que se use ese principio: el disco no intentaba reproducir lo que pasaba en la sala de conciertos, sino que intentaba hacerlo mejor. Quizá sea producto del trauma de tocar en teatros poco acondicionados. Lo cierto es que este principio de claridad -con todo el riesgo de artificialidad con la que pueda golpear los oídos actuales- se cumple en este registro. Toscanini había instaurado la absurda idea de que la música se oye mejor en ambientes con poco eco (algo que en ediciones posteriores de sus discos para la RCA se ha corregido). Y quizá este principio de sequedad se reproducía en este intento de HI FI de mediados de los 50.

Digamos que el reprocesado de Tahra supera el buen esfuerzo de Westminster. Tahra suena con más definición y menos estridente, la línea de bajos está muy bien lograda, mientras Westminster tiende a abrillantar con menos sustancia. La carpetilla de Tahra es más ilustrativa con buenas estadísticas de la interpretación mahleriana de Scherchen. La de Westminster es muy buena, pero más anecdótica que sustanciosa.

En el primer movimiento, la cuerda algo cruda logra crear ambiente. Scherchen sabe de estas detenciones de tiempo. Lamentablemente, las fanfarrias no son distantes, pareciera que surgen de la misma orquesta y eso les resta efectividad e impacto. La calidad del registro nos permite apreciar detalles curiosos como las intervenciones del triángulo y captar el arpa con detalle casi obsceno. Pero no es solamente detalle, Scherchen logra hacer despertar la naturaleza y crea tensión para pasar al tema bucólico. La orquesta bulle a tiempo moroso. En cierto modo, el enfoque es notablemente expresionista. Estamos en las antípodas de Kubelik, de Chailly o de Giulini. Scherchen suena más siniestro. Quizá por eso el estallido de la orquesta hacia el final se ahorra la retórica y es dicho con una urgencia sana, para mi gusto. Mahler no es Berlioz y eso Scherchen lo destaca rehuyendo los golpes de efecto.

Esta sensación de corrección retórica se mantiene en el urgente segundo movimiento, cuyo principal atractivo es un trío que jamás pierde el pulso de ländler. Creo notar acá la escuela popular de Scherchen. Nada de valsear el trío como lo haría el cosmopolita Walter. Scherchen a su lado suena campestre y más natural.

En sintonía con lo anterior, sobreviene el extraordinario tercer movimiento con un solo de contrabajo que tiene que estar entre los más siniestros de la discografía. Scherchen se da maña para que no nos fijemos en los temas populares y logra que el oído se sorprenda con la base de metales que está tras las líneas principales. Pocas veces el tercer movimiento ha sonado más denso y realmente trágico. Acá hay efectos tímbricos sorprendentes, pero no nos quedamos en ellos (recordemos que eso es lo que recordamos de varias lecturas: “el fagot de Abbado”, “el clarinete de Bernstein-New York”). Con Scherchen nos preguntamos qué diablos suena al fondo: Es la cuerda baja, los fagotes, los cornos retorciéndose que dan gusto… y susto.

El inicio del gran finale ha sido mejor dicho que esta lectura urgente y seca. Entiendo a Scherchen, quizá sea de lo peor de Mahler. Es retórica a la vena, pero Chailly o Giulini, por ejemplo, le saben dar consistencia, incluso Boulez, sabe sortear los bombazos con más que dignidad. Scherchen ni se esfuerza y corre que te corre, apura y los metales claman por paz y reposo, ya que el maestro no les da descanso: se atropellan, equivocan y esto casi suena a caricatura. En lo personal no me disgusta, pero vamos, se puede sacar mejor partido a este fresco sonoro. Ni hablar de la suspensión y perorata final, dichas como una declaración: "óiganme, nada de sentimentalismos, lirismos ni triunfalismos, esto es vacío, es ácido". No está mal desde el concepto de toda la obra. Pero, quizá este final sea uno de los errores del genio de Scherchen.

La Titán por Scherchen no es su mejor Mahler, quizá funciona en sus tres primeros movimientos y cae al final, pero tiene en varias partes las marcas del genio. Para un mahleriano experto, un registro esencial. Y un registro obligatorio para los directores que mediante Mahler intentan reventar sus espinillas existenciales. Para aprender a equivocarse deben oír a Scherchen.

¿Qué dijo Hurwitz?

These respectable mono recordings won't win any awards for orchestral virtuosity, but as always Scherchen's conceptions reveal a quirky individuality that (at least in this case) never crosses the boundary leading to interpretive meltdown. The First Symphony has a lot going for it: a very fresh sounding opening pair of movements, a marvelously grotesque funeral march (the conductor really is in his element, reveling in Mahler's bizarre orchestral colors), and a finale that's simply exciting as hell despite instrumental execution in the fast sections from brass and strings that at times verges on desperation.

Desde youtube

Sinfonía 2 “Resurrección”
Mimi Coertse, soprano / Lucretia West, contralto / Coro de Cámara de la Academia de Viena
Orquesta de la Ópera del Estado de Viena
(Registro de estudio de junio de 1958: 25:10 / 11:58 / 12:31 / 6:55 / 37:45 / Para mi comentario me basé en el registro editado por MCA, hoy descatalogado)

Según Trémine, se sabe que Scherchen dirigió al menos en dos ocasiones la Resurrección. Cuesta creerlo a la luz de esta pasmosa recreación. Quizá fue en una de esas dos ocasiones en que Claudio Abbado y Zubin Mehta cantaron en la parte coral (según reconoce Abbado en una de sus entrevistas)… ¿y si Abbado y Mehta son parte del coro, quizá el mejor que haya sido registrado de esta monumental partitura? En fin, una curiosidad y un misterio que solamente vuelve más mítico este registro mahleriano.

Se trata del segundo registro estereofónico de la partitura, solamente superado por algunos meses por el de Bruno Walter –también en estudio. No obstante, este registro de Scherchen es muy superior en sus cualidades técnicas al estéreo primitivo de Walter. El de Scherchen puede considerarse un hito dentro del sonido grabado. Es extraño que no aprecie esta cualidad de la grabación Steve Schwartz, quien solamente trata de aceptable la toma sonora en su, francamente, magnífico comentario... en

http://www.classical.net/music/recs/reviews/m/mlc80353a.php

Realmente, se trata de una toma sonora espaciosa, con amplio rango dinámico y claridad notable. He oído esta partitura varias veces en vivo y sí, este registro es maravillosamente atmosférico y capta una sensación de realidad extraña en una toma de estudio. El ya milimétrico análisis de Scherchen, se ve revelado de modo más preciso, incluso, con esta toma ejemplar… y el coro final, pocas veces ha sido mejor captado, con esa entrada de bajos que solamente el registro de Neumann / Checa logra igualar en su presencia.

En lo musical, coincido en muchos puntos con el ejemplar comentario de Schwartz. Digamos que Scherchen abre un universo sonoro que rehúye el efecto, El árbol que se deshoja en los primeros compases lo hace de modo seco, sin cambios de tiempo, pero Scherchen comienza a superponer planos sonoros y hace que el primer estallido suene más urgente y tremendo que lo habitual. El movimiento lo va desgranando con la precisión de un relojero suizo, pero se da maña para que los remansos líricos detengan el tiempo sin concesión al sentimentalismo, hace que los golpes col legno suenen realmente macabros y los estallidos de la percusión sean demoledores. En una primera audición puede que parezca demasiado distante, pero créanme que uno re escucha esta lectura y jamás cansa. Puede que echemos de menos algunos efectos al que nos han acostumbrado los directores más recientes (timbalazos destacados como tildes por acá, ralentandos afectuosos por allá). Nada de eso, Scherchen tiende, en esta ocasión, a tiempos lentos, y si apura, apura en serio. Digamos que la coda es dicha de modo ejemplar.

En esta misma lógica aplastante, no esperemos que el Andante Moderato suene acá como un remanso algo frívolo. Pocas lecturas logran el clima de seriedad y desolación que logra Scherchen. De no creerse cómo destaca las figuras rítmicas de la cuerda secundaria y cómo cada sforzando suena con detalle inaudito. Acá entendemos lo que quería decir Scherchen cuando afirmaba que intentaba asimilar la obra hasta que sonara en sí misma más allá de los sonidos de la orquesta. Para Scherchen no hay detalles secundarios, todo forma parte de una estructura articulada, en la que los detalles “secundarios” son destacados no como capricho, sino como si se tratara de las partes de una fuga de Bach. Para Scherchen, nada es accesorio, y merece igual atención la gran línea melódica que se despliega por la superficie, como el entramado secreto. Quizá por eso, sus lecturas suenan todavía tan frescas.

… y la lectura alcanza la genialidad en un Scherzo de cualidad camarística: todo se oye y todo se articula. Bellísimas las líneas que se complementan en el fondo, el juego de las maderas que cantan solísticamente, el remanso bucólico y colorido más de lo normal de la parte central, y ese aviso del juicio final -hacia el final del movimiento- surgido como un grito tan desgarrador como humano.

Para Schwarz, el Urlicht de Scherchen detiene el tiempo, pero es estropeado por Lucretia West. No estoy de acuerdo, es un lugar común decir que la West es mediocre. Su voz es rara y eso la vuelve particularmente atractiva al dolido mundo mahleriano. No podía ser menos que una especialista de los spirituals diga el Urlicht en un susurro acongojante, con su proverbial vibrato y modo de decir de sincera elocuencia. Esta declaración al oído es una de las más conmovedoras que yo haya escuchado. A mí me gusta la West, por algo cantó con grandes mahlerianos.

Y se viene el final… acá Scherchen corona una lectura sin puntos bajos. Pocas veces ha sonado más elocuente y carente de retórica vacía. Como sucede en todo el registro, todo se desgrana plano por plano, todo se articula en detalles que lecturas más recientes pasan por alto o no saben qué hacer con ellos. Existen interpretaciones de la Resurrección en las que uno se aburre. De modo extraño, ésta que es incluso de las más lentas, logra que no decaiga la tensión: cada silencio, cada frase alargada está cargada de sentido. Una de las pocas concesiones emocionales se la permite Scherchen en el estallido memorable del tema de la Resurrección en los metales… sobreviene el coro y simplemente no queremos que paren de cantar: ¡qué fila de bajos! No olvidemos que por esa fecha, el coro de la Academia de Viena era, probablemente, el mejor del mundo. Mimi Coertse está maravillosa y su complemento con West es ideal. Habré oído al menos cien veces la gran entrada final de este registro y el sobrecogimiento es el mismo. ¿Cómo lo hace Scherchen para que el coro cante la gloriosa perorata casi de modo extático y a pleno pulmón, con una belleza tonal inaudita? Agreguemos que la grabación registra esto de modo precioso y sí… tenemos uno de los registros mahlerianos más fascinantes de la discografía.

Esta Resurrección probablemente le enseñó a Abbado y a Mehta cómo se dirigía Mahler. Un registro obligatorio para cualquier ser humano.

Desde youtube,

Sinfonía 3
Hilde Rössel-Majdan, contralto / Coro de la Ópera de Viena / Niños Cantores de Viena / Orquesta Sinfónica de Viena
(31 de octubre de 1950, registro de estudio con fines de difusión radial: 30:24 / 8:31 / 15:26 / 8:00 / 3:56 / 19:51 / Para mi comentario he usado la única edición oficial disponible en el sello Tahra, hoy descatalogada. También he reciclado mi comentario de las grabaciones pioneras)

Scherchen posee dos registros de esta monumental partitura. El otro es del 1 de octubre de 1960, en vivo, en Leipzig con Sona Cervena y la Orquesta Sinfónica de la Radio de Leipzig (primera grabación stereo de la obra).

Según Trémine, Scherchen interpretó la Tercera Sinfonía de Mahler al menos en 13 oportunidades, incluyendo una lectura en junio de 1919 con la Filarmónica de Berlín. Este registro es, en estricto rigor, el primero que se conserva completo de esta obra -el de Boult (1947) presenta algunos ligeros cortes. Digamos que suena bien, con algo de ruido de fondo, pero que no molestará a quienes busquen experiencias fuertes en lo interpretativo. Nota aparte merece el libreto apabullante de Tahra con la discografía del maestro. Para que vayan aprendiendo otras casas de discos que rellenan páginas con fotos de quinceañeras que pasan los 30 años y tonteras varias de nulo interés.

El descomunal primer movimiento recibe de Scherchen un tratamiento sumamente original. No esperemos encontrar el ardiente panteísmo de Haitink ni la efusión romántica de Leny. Acá Mahler parece ser primo de Stravinsky. Los solos de trombón son cortantes, los detalles rítmicos maravillosos (¡qué manera de marcar el ritmo con las maderas!). De antología la sección de batería percutiva: lenta, analizada hasta el milímetro, sin la menor concesión a la ordinariez. Muy especial es también el amable segundo movimiento, acá muy moderno. Al Scherzo, por su parte, se le aplica una objetividad implacable y tiene su gracia. Como se trata del Scherchen más objetivo, no el del tercer movimiento de la Titán ni el de la idiosincrática Resurrección, esa suerte de apertura a la angustia universal de la coda acá está ausente y se dice con una urgencia mecánica y frenética. La misma objetividad inunda el gran lied, con una Rössl-Madjan que, como es de suponer, es un verdadero tótem canoro. Más efusivo es el movimiento coral –que incluye respiraciones y algunos grititos del maestro-, el candor y rusticidad del coro infantil es notorio, lo que está muy bien. En el final, Scherchen logra crear su atmósfera en un inicio extático al cual le imprime paulatinamente una aceleración. No está nada de mal, pero acá Abbado con Viena o Haitink en el Mahler Feest penetran en el mensaje divino más que don Hermann, quien termina despachando la coda como quien enciende un cohete, lo que no deja de tener su brutal atractivo.

La Sinfónica de Viena pifia lo suyo, pero en general dice todo bien. Suele afirmarse que era una mala orquesta. Eso no es cierto: era una orquesta que probablemente tocaba todo los días todo el día y eso produce imprecisiones, pero jamás le falta arrojo ni conocimiento de lo que hace. No olvidemos que casi todos los grandes de antaño la dirigieron y vaya que la hacían sonar bien.

Diré que ésta no es la mejor Tercera, pero que tiene un modo de hacer música propio de los genios, es un hecho. Varios pasajes son de antología y en general nos revela que en esos años, Mahler parecía más moderno de lo que nos parece ahora con esas lecturas tan cuidadas como efectistas que hacen que Mahler parezca el compositor de Star Wars. Solamente agregaré que su lectura posterior (1960, en stereo) es menos rústica, más dinámica, quizá más poética y –probablemente- más mahleriana… presenta otras cualidades, pero no me atrevo a decir que sea superior a ésta.

Ya saben, para mahlerianos una lectura de escucha obligatoria.

¿Qué dijo Jed Distler en Classics Today?
http://www.classicstoday.com/review/review-3276/

In 1950 Hermann Scherchen recorded several Mahler symphonies with the Vienna Symphony Orchestra in the ORF studios for broadcast purposes. Collectors familiar with the conductor’s eccentric Vienna Seventh and Ninth will be surprised how normal and direct this Third is. Scherchen’s tempos, for one, are basically fast, but never frantic, although the scurrying 16th-note runs in the Minuetto barely thwart derailment. The slightly distant but clear miking clarifies the composer’s chamber-like orchestral deployment, and the instrumental soloists play with characterful soul. Alto Hildegard Rössel-Majdan’s pinpoint intonation and warm, focused timbre grace the fourth and fifth movements. The glorious Finale begins with admirable reserve, yet Scherchen rushes through rather than face up to the crucial climactic moment where the wailing, step-wise motive from the first movement is reiterated. There’s no pretending that the Vienna Symphony is a world-class ensemble: the playing is riddled with fluffed entrances, tentative attacks, and malnourished string tone. Yet the music coheres and communicates more convincingly here than in Scherchen’s live 1960 Leipzig Mahler Third. Tahra sweetens the ante by including a 65-page Scherchen discography, which is comprehensive, complete, and superbly researched.

Desde youtube, el registro de esta Tercera pionera

Tampoco es que tenga otras ediciones para comparar la calidad del audio entre unas y otras (remasterizados), esto tal vez Robertino nos lo pueda aclarar, sin embargo te puedo asegurar que esta edición de Urania es más que decente. Hablando sobre la versión en concreto, la verdad es que la primera vez que la escuché me pareció flipante, sobre todo el granítico tercer movimiento, en mi opinión es una versión que hay que tener si o si.

Sinfonía 3
Sona Cervena, contralto / Coro de la Radio de Leipzig / Coro de niños de la Radio de Leipzig / Orquesta Sinfónica de la Radio de Leipzig
(1 de octubre de 1960, registro del vivo: 32:48 (incluye aplausos iniciales) / 9:18 / 15:11 / 9:24 / 4:05 / 23:29 (incluye aplausos finales) / Para mi comentario he usado la única edición oficial disponible en el sello Tahra, hoy descatalogada)

No es una sorpresa que los libretos de los discos Tahra sean modélicos. El que acompaña esta edición de los conciertos en Leipzig no es la excepción: Se incluyen referencias biográficas de primera fuente, mediante las cuales nos enteramos de que Scherchen fue violista en la Filarmónica de Berlín durante la regencia de Nikisch, o que se convirtió en admirador de la música de Mahler cuando Fried lo dirigió en Berlín–a Mahler y a él, como violista- en la Segunda y Séptima). Además el libreto incluye las críticas que salieron en los periódicos de Leipzig y hasta un artículo completo sobre la Tercera Sinfonía escrito por Scherchen en 1919.

Esta Tercera de Leipzig fue un acontecimiento que –si atendemos la recepción de la crítica- constituyó un hito en la historia de la orquesta (una agrupación que hasta el día de hoy goza de muy buena salud… he visto discos suyos en Naxos). Scherchen fue catalogado como uno de los grandes por la crítica local y particularmente un director afín con el universo de Mahler –de quien se conmemoraban 100 años de su nacimiento.

El sonido del registro es muy bueno, bien equilibrado y natural. Da la sensación de estar ubicado en un segundo piso frontal a unos 20 metros. Sin duda, es superior al del registro de 1950. En cuanto al concepto de esta Tercera, nos encontramos ante una visión profunda de la obra. Scherchen la conoce al detalle –sin ir más lejos ya la había dirigido con la misma orquesta en 1921-. La profundidad conceptual se explica si atendemos a su artículo de 1919. En él, Scherchen ve en esta partitura la labor no solamente de un músico, sino además la de un filósofo, e incluso la de un profeta (ahí tienes Leny, antes de que tú lo dijeras). Scherchen ve en la música de Mahler una cualidad superior a la de la música pura, o al del ilustrador filosófico -¿a lo R. Strauss?. Para Scherchen, la nostalgia de la música mahleriana es la manera en que humaniza los contrarios, lo banal, lo kitsch y lo sublime se llenan de humanidad en esta mirada nostálgica (algo de esto se lo había oído a Haitink, quien citaba de modo impreciso a Klemperer –quizá se equivocó y era Scherchen)… y, por cierto, esta mirada llega a la estructura de modo novedoso y afecta la tímbrica de modo directo. Cuando uno lee un artículo tan goethiano de parte de Scherchen, cuesta visualizarlo como un director intelectual, de cual esperaríamos alguna especulación adorniana. Es probable que eso sea un lugar común. Scherchen es profundamente humano, intuitivo y emocionalmente directo (así lo valoran quienes comentan estos discos en Amazon). Recuerdo la emoción de oír por primera vez su ensayo de la Quinta de Beethoven y sus indicaciones “técnicas” de: “canto”, “como rogando”, “como llorando”, “como el canto de los pájaros”. El libreto de ese gran disco –sello Ermitage- estaba escrito por el gran Pierro Rattalino y llevaba por título: “con lágrimas en los ojos”.

Pero ¿En qué radica la profundidad de este concepto? En primer lugar, Scherchen no extrema los contrastes como lo hace en pasajes de la Segunda o en la Primera. Tampoco es tan granítico como en su lectura 1950. Acá pinta mejor el fresco mahleriano. ¿Se suaviza? Es probable, pero eso no está mal. Su lectura es de tremenda coherencia y bien podría estar a la altura de las grandes: desde Bernstein-New York, pasando por Horenstein, hasta la de Abbado-Viena (solamente por mencionar tres de mis favoritas), de no ser por pifias puntuales de la orquesta –por lo demás espléndida en su bello sonido y arrojo-, reconocidas incluso por la crítica local. Así lo entiende Tony Duggan, en una breve e indirecta apreciación, en que nos advierte de este registro para tenerlo en cuenta. Al parecer, Scherchen concibe la Tercera –al menos en este caso- como una declaración de íntimo panteísmo, más que como una manifestación del “incipiente expresionismo” (las palabras son del mismo director).

El primer movimiento se inicia sin retórica, muy directo, pero de inmediato nos percatamos de que la sinfonía presenta más colores que su lectura de 1950. A modo de ejemplo, el excelente solo de trombón es quizá el más cantarín de los que haya oído. El fraseo de Scherchen se flexibiliza. Aplica rubatos y se detiene con total acierto en las partes líricas, atendiendo a cada detalle de las voces secundarias, lo que ya es marca de la casa. Esto no es impedimiento, para que -al igual que en su lectura de 1950- marque el ritmo en la marcha que da gusto. Tomen nota del percusionista que le dan al tambor dando la sensación de que saldrá marchando por el medio de la orquesta.

Por su parte, el concepto del minuetto es muy similar al de 10 años atrás, liviano y maravillosamente ingenuo. Un descubrimiento, la dirección del Scherzo. Pocas veces dirigido con tanta plasticidad. Me atrevería a decir, que incluso el postillón realiza adornos que jamás había oído. Sorpresivas –y efectivas- las aceleraciones que imprime en las partes en que se toca col legno.

En el gran lied, la contralto checa Sona Cervena no muestra la profundidad de tono acorde con su cuerda, pero a cambio su canto es muy convincente y de una claridad asombrosa (acá agradecemos una toma de sonido tan acertada). Claramente, los coros del quinto movimiento de esta lectura son menos rústicos que la versión del 50.

En el Adagio final, Scherchen sigue el mismo concepto que ocupara con la Sinfónica de Viena. Esto es, un inicio extático, al cual le va imprimiendo una leve aceleración, hasta desatar una coda dramática. En esta ocasión, el Adagio es más expansivo y eso permite que una cuerda más ductil que la de la Sinfónica de Viena despliegue su belleza, pese a los patinazos de trompetas que acá incomodan de modo serio.

Una Tercera que un mahleriano debería conocer. No supera de la 1950 (que tiene la cualidad de una expresionista austeridad), pero que se oye de mejor modo y que nos depara varias sorpresas, todas ellas muy acertadas. Sin duda, si fuera por el concepto y omitiéramos patinazos ocasionales, una de las grandes Terceras de Mahler. Si no me equivoco (no conozco la de Schuricht de 1960), es la primera Tercera en ser registrada en stéreo.


¿Qué dijo Tony Duggan?
Whilst on the subject of Mahler pioneers you should be aware of a "live" recording by Hermann Scherchen and Leipzig radio forces from 1960. This is now available in a Tahra release (TAH 497-498 coupled with the Tenth Adagio) giving you a "live" performance by that most individual of Mahler conductors that should provide you with a fascinating alternative view well off the mainstream.